ALFREDO INFANTES DELGADO 

"Hurgando en el origen de las cosas

2025-06-29

Laura Giordani

Hurgando en el origen de las cosas

Poeta argentina  (Córdoba, 1964) perteneciente al grupo de autores y autoras que poetizan desde la extranjería. A finales de la década de los setenta, por causa de la dictadura, se exilia con su familia en España, en donde reside actualmente. Es profesora de lengua inglesa y cursó estudios de psicología y bellas artes. Imparte talleres de escritura entre colectivos sociales y comunidades de base, y construye una poética auténtica que quiere ser con los niños, con las víctimas de abusos y con los abandonados, una testigo respetuosa, una amorosa acompañante, una denunciadora implacable de los excesos de los de arriba y sus acólitos, de las estructuras implacables e impasibles, de los cobardes silenciadores. Todo ello con absoluta contundencia y muy buen escribir y hacer.

Algunos de los temas que más le han interesado a lo largo de su carrera son la visión del lenguaje poético como espacio de lucha y resistencia, algo sobre lo que trabaja en sus talleres y que se visibiliza en la lectura de cualquiera de sus libros.

Tiene una docena de poemarios publicados (entre los más concidos Materia oscura, Noche sin Clausura, Antes de desaparecer y Una lengua impropia), y algunas plaquettes. Ha publicado también varios ensayos y ha aparecido en varias antologías poéticas españolas y argentinas. Asimismo, ha colaborado con algunas publicaciones nacionales e internacionales.

Palabras de Laura: Vivimos en un sistema economicista y competitivo: anti-poético, en definitiva. La sensibilidad poética requiere detenimiento y este sistema tiene pánico a la lentitud y al silencio; su nota clave es el vértigo, la prisión de un relato que nos lanza a un futuro que se desplaza indefinidamente. Las llamadas “humanidades” y asignaturas artísticas están siendo expulsadas del sistema educativo como un claro síntoma de una agenda deshumanizante...

En estos tiempos que corren podríamos preguntarnos: ¿todavía hay un lugar para la vida? ¿Hay lugar para algo que no sea mercado y mercancía? Si la respuesta es negativa, tampoco habrá lugar para la música, la solidaridad, el amor...

La infancia, la violencia de los sistemas que nos abruman y la búsqueda de una voz propia, pues, son algunos de los elementos que trabaja en su poesía y que dirigen el curso de una estética llena de sensibilidad, de lo que aquí van algunos ejemplos:

Sin itinerario

solo por imantación

hasta el lugar que guarda

la penumbra justa

de las gestaciones:

esa fecundidad

de lo no expuesto del todo.

 

hubo claridad

de ojos semiabiertos

 

sangre dispuesta

a lo inesperado.

 

***

 

 Que las lágrimas hagan su trabajo

con las palabras enterradas

escribir será una súbita floración

en la rama calcinada

esa altura donde los árboles

lloran los incendios.

 

Quedarse allí

sustraída de la podredumbre

convenida.

 

Fracturar la senda de las palabras

extremar sus límites y resistencias:

 

                                no más diques púrpuras en el pulso

                                no más que estas manos rendidas.

 

 ***

 

 Inaugurar un tiempo sin gravedad:

caer hacia arriba, dijiste.

 

Árboles invertidos

huyendo del mandato

de la raíz, de las órbitas

pesadas, desasidos

por primera vez. 

 

Hágase en mí a través de las semillas 

ensimismadas en lo que portan. 

 

El camino inverso, la ignición,

las particiones.

 

Sin poder ver lo que vendrá.

 

Déjate caer sin miedo,

            abre las manos

 

                    no creas en lo increíble ahora.

 

***

 

En un taller de Bangladesh

una niña menstrúa por primera vez

frente a una máquina de coser.

 

 

Mírate bien en los escaparates

hasta no tener ninguna duda:

 

tu vestido sangra.

 

 ***

 

 

Has girado la cámara

y ahora compartes tu selfie

mientras el padre anciano

agoniza a solas

al fondo de la casa.

 

Escucha cómo enloquecen las abejas

se extenúan intentando fabricar

panales en témpanos.

También los pájaros

las ballenas

tus hijos deambulando al amanecer

por avenidas electrónicas

sin norte

sin cobertura.

 

Sin tierra suficiente

para enterrarte.

 

Invertí la cámara y me vi muerta

con la ciudad de fondo.

 

 ***

 

 Mientras librábamos batallitas en el significante

ellos ingresaban en la semilla

nos hacían repetir diversidad

mientras iban eliminando escrupulosamente

las huellas dactilares

las marcas de agua

la historia

y creaban una patente

para el árbol de la infancia.

 

Algo no quiere morir

no todavía.

 

Huérfanos de árbol, de símbolos,

de casa

 

sin plegarias

bajo un cielo usurpado.

 

***

 

La resistencia:

trepar al último árbol

recordar cómo era el cielo

guardar semillas

hasta tiempos mejores.

 

Tomo un puñado de semillas

subo con mis hijos a la última acacia

intentamos recordar cómo era el cielo

antes de las estelas blancas.

 

Dejamos que nuestros pies se hundan

en la tierra ilesa

de alguna infancia.

 

***

 

Saludo a mis ancestros

les pido que no nos dejen solos

en esta falsa geometría

que acelera el corazón de las abejas

y desfigura al panal.

 

Abrázate al último árbol

y míralo de cerca no es una construcción

cultural su corteza.

 

Lo que lloran las estatuas

lo que sangran los hexágonos

lo que hace arrancarte el fruto del vientre

y usurpa al cielo

para abonar los frutos del caos.

 

Haber visto

 

y seguir

como si no pasara nada.

 

***

 

Decía el nombre de cada planta

equinacea lavándula artemisa

y de alguna manera se tranquilizaba.

 

Nombrar para no quedar desnudo

frente a un mundo sin nombres.

 

Habrá que inventar una antibotánica

que desdiga los herbarios

la anatomía forense de las nervaduras.

 

Hemos trizado el mundo con palabras.

 

Tiempo de escribir sin manos:

como quien pisa la tierra recién llovida

o se hunde en un cielo primero.

 

***

 

Pájaros

 

¿A dónde van a morir los pájaros,

sus pulmones calcinados de vuelo

por qué sumidero celeste o anti-nido se fugan,

desde dónde esa caída de estrella

discreta como la muerte?

 

Cielo y tierra se tocan porque existen ellos

trazando esas líneas invisibles

que unen la sangre al relámpago,

la garganta a la lluvia, las plegarias

de la madre al desastre inminente.

 

¿Qué ciudad de hormigas

reclama su sombra,

qué viento se lleva sus huesitos

blancos, naufragados en la altura

hasta hacerlos transparentes?

¿En qué momento de nuestra ceguera se desploman?

 

***

 

La espalda del espejo

 

El espejo vacía la luz en su lomo;

allí se apean brillos y cuerpos,

los ojos aturdidos de Narciso.

Agua pesada en que naufraga

cada reflejo, orilla última

para las tablas partidas del instante.

 

A cada cara su cruz

donde se estaquea el movimiento,

cruz nuestra que no vemos,

como ese sedimento de temblores

en el revés de los párpados.

 

Dar la vuelta al espejo será

una manera nueva de mirarse,

evaporándonos en sus espaldas

negras, doloridas.

 

***

 

Primera vez

 

Sus noventa y siete kilos y toda

su lujuria cayeron sobre tu pubis

de nieve aún blanda.

 

Si hay dios, que esta noche

caiga de rodillas y llore

todo lo creado.

 

***

 

El salto

 

Porque el agua se me fuga

y yo -pura sed- soy un zahorí

que remata sus varas.

Porque las palabras regresan de un viejo abuso

y ya no tienen fuerzas para escalar los labios.

 

Tendré que invocar una caída

en el umbral mismo del verbo

con la fe de todas las manzanas.

 

Saltar muy dentro, libre

al fondo de las cosas, deshabitar

la memoria, su ciudadela

adoquinada, su lacre, los arquetipos

rotos en las esquinas

ofreciéndome su cuerpo.

 

Dejar de buscar advientos

en el pan de ayer, las migas que con que solía

despilfarrar el hambre, sacudir las cortezas

que ya ni pueden recordar su savia.

 

No bastará con la poesía;

habrá que tener además

los huesos livianos de los pájaros.

 

***

 

El sobretodo azul

 

el sobretodo azul que pusiste

sobre los hombros de la muchacha aquella

volvía empapada del interrogatorio

temblando

la mojaban la picaneaban

cada noche

la dejaban junto a tu colchón

con un llanto parecido al de un cachorro

ese gesto a pesar del miedo

a pesar del miedo te sacaste el sobretodo azul

para abrigarla

no poder dejar de darle ese casi todo

en medio del sobretodo espanto

la dignidad puede resistir azul

en apenas dos metros de tela

y en esos centímetros que tu mano

sorteó en la oscuridad hasta sus hombros

 

sobre todo

 

***

 

Hilera de hormigas transportando restos

de alguna cigarra

la curda nocturna del jazmín

lastimaduras en las rodillas

las nubes tajeadas por el viento sur

haciendo parpadear los charcos

lana recién ovillada

el mate cocido

correr hasta quedar sin aire o dar vueltas

hasta caer borracha de la propia sangre

esa estirpe de viejas que temían a las tormentas

y a los milicos

el hocico frío de los perros

el peligro que cercaba todo

la primera sangre bajando

por las piernas la vergüenza

el delantal sin almidonar la dicha

la bici sin freno

los chichones

la creciente del río

los bichitos de luz las luces

malas el miedo la miga de pan

la partida

 

la vuelta a un mundo que nos reconoce

y las manos todavía

golpeando las puertas de esa

inexistente

insuturable patria

 

***

 

Venías

de algún continente

sumergido en los mapas

con la mueca oscura

de la estrella sin nombre aún,

flores prematuras en las sienes

y el llanto de todos los huérfanos

empapándote los pies.

 

Venías desde lejos,

venías muerte, desde mí.

 

Demasiado pronto

tu botín de fiebres y resinas,

demasiado pronto tu lengua clausurando

todas las vocales de mi nombre.

 

***

 

Viaje adentro

 

Viaje adentro, al fondo, a ese barro primero

solícito para las manos, los algodones

tendidos en coincidencia con la herida.

Lo blando: refugio de las aristas

que nos duelen.

Viaje por los corredores

de la sangre, el andamiaje de calcio

que nos alza en rebeldía incesante

ante la gravedad.

Para ser polvo encendido en la frente

de algún dios, reconciliación

de puntos cardinales, fervor

que nos eleva a esa colina

desde donde podemos ver

la infancia que nos aguarda.

 

***

 

El vertedero

 

Dunas que ningún viento puede erosionar

ni siquiera tus manos rompe-cielos

tus manos despluma-ángeles

sucias manos de ellos de mí

tus manos sucias de todo

 

Paraje de lo olvidado

de los pájaros de buche hondo

sobrevolando las costillas

 

Desvencijada viaja la vida en tu sangre

tu vida siempre sin un asa

 

Vas enhebrando deshechos

descontándoles el asco

para construirte un arca imposible

un arca que te lleve lejos del fondo

a orillas sin estrenar todavía

 

Sale el sol del otro lado

en tu Este salen tábanos

                                      cartones

                                                    puntas

                                                               cada vez más afiladas

para tus pies de nieve encallecida

 

Para ti salen soles enfermos

y la luz se va pudriendo

en tu nuca

 

Niño que vas entre nuestros restos

los ángeles te hablan

con un lenguaje de moscas

humo

hollejo

llaga corte tachadura

y a punto de perecer

y flores amoratadas

Ahí vas

por un rompecabezas inmundo

como si el mundo se rompiera

cada día a tus pies

y no encontrara sutura

 

***

 

Esas palabras

 

Invocar esas palabras

caídas desde azoteas que tiemblan

precipitadas con furia

de compuerta abierta con retraso

esas que rompen

la compostura

de los rellanos el maleficio

de las vidas a media asta

 

Rebuscar más alto

más hondo

en la rama que no se alcanza

sin exiliar las palmas del suelo

 

Esas palabras

que sólo se revelan

cuando los pies se impacientan

junto al precipicio

 

***

Niñez tiempo de asombro: levantar una piedra y descubrir

vida blanda proliferando en su bajocielo en una resistencia

silenciosa, invisible.

El revés de las piedras se ha hecho páramo, mutismo de

vientos que se desataban desde dentro.

 

Hacen falta unos seis años y ojos australes contando estrellas

que caen, hacen falta huesos más livianos y las rodillas

heridas de hierba.

 

¿Qué viento fue alisando el sueño hasta el umbral de la

cordura, abrochando las suelas al suelo, el latido al madero

de lo convenido?

 

Desde entonces ha sido caminar sobre la nieve sucia.

 

Desde entonces, ver al perro moribundo en la cuneta,

esquivarlo

y acelerar para llegar pronto a casa.

 

***

 

Un diente de leche de cada hijo

dos plumas de gorrión

resucitado

después de la helada

tres mudas de chicharra

el delantal a cuadros de la abuela

la palabra inocente de Alejandra

 

la cruz del sur

 

pero sobre todo

aquel corazón primero

potrillo desollado

trotando sobre cenizas

todavía tibias

todavía crédulo

de llanuras intactas

 

para ser invencible.

 

***

 

El secreto límite de la sed

habrás de conocerlo en el desierto:

cuando en busca del oasis solo encuentres

esta flor salvaje en la arena,

no la cortes;

extírpala de la corteza del mundo,

palpa la raíz, absorbe el zumo,

deshaz entre las yemas los pétalos

y tiñe del misterio tus manos,

derrama sobre la herida el polen,

cose el enigma a tu costado.

Atiende entonces al milagro de la luz:

verás que la flor se hace signo

y se vuelve trasparente como el agua

y no concebirás que hubo un tiempo

antes del hallazgo de la carne

en que no supiste darle nombre.

 

(Todo esto dices

en una sentencia mucho más breve.

Yo alzo la copa y concedo

con mi frente la razón a tus palabras).

 

***

 

Talismán

 

Ver con la luz de los idiotas,

esos a quienes todavía duele

la nervadura de la hoja:

crucifixión de la savia

en redes que soportan

y callan.

 

Una hoja puede soportar

todo el peso del verano.

 

En esa luz,

ver que las hojas tiemblan

de miedo ante el humo

en todos los montes.

 

En esa luz, ver el mundo,

su andamiada frágil de pestañas

y meridianos.

 

***

 

 Socavarse en esas orillas donde el mundo tiembla y se

desploma, dejar que la palabra también se derrumbe

y emerja el balbuceo.

 

Llegar al poema como a una tierra minada de peligros,

sabiendo que el imán de los talones por la detonación

hará estallar el significado.

 

Y se verán los niños.

 

***

 

Un dios extraño que multiplica hambres

ya no pide caminar sobre las aguas

sino sobre piernas que se hunden.

Los niños aprendieron a deambular

sin tierra firme: andan como ecos

remanentes de una mesa lejana.

 

La mañana no trae los pechos llenos

cuando los pies van

sin tregua sobre escombros.

 

***

 

Dame esa palabra que haga brotar calostro de las piedras

mientras tanto no decir nada

seguir en penumbra

hasta que alguien me llore dentro y tenga que escribir

para darle consuelo.

 

***

 

El tizne en las mejillas,

el perfume a muerte temprana,

la noche cubriendo la orografía

cárdena de tu cuerpo

con todos los relieves del maltrato,

tu sombra menuda          repartiéndose,

haciéndote

cada vez más inconsistente

en el asfalto y las nubes

a contramano, duelen.

 

El zócalo de almohada

la bolsita de pegamento,

su nana mortal contra la boca.

 

Te van endureciendo las esquinas:

sus ángulos cada vez más agudos

decapitan candores, desdicen

las mieles y van cayendo sin cese

sobre las crestas frías del alba.

 

Duele la indiferencia:

Esa extensión de sien a sien

Donde se evapora el llanto tan rápido.

 

***

 

Pegamento

 

El disolvente ingresó sin aduana a tus nervaduras

disolviendo las bodegas del mañana

una nana te arrulla con la caída de tus gajos

la crepitación de tus selvas en ascuas

 

la bolsita contra la nariz no alcanza

para pegar tanto archipiélago en fuga

tu mundo donde todo es fragmento

rotura astilla

 

pegamento pega fuerte pero no tus hilachas

atiza los talones arrasa los cuentos

despega en cada inhalación

del celofán prematura de tus párpados

 

por tus tobillos suben hormigas indigentes

que ya no encuentran aberturas en la tierra

se imantan con las migas de tu regazo

el azúcar que aún subsiste en tu pecho

 

***

 

Diente de leche

 

Diminuto escombro

de un tiempo de leche

y nanas, desde la bóveda

de un paladar que no sabe

de iras, se va descascarando

inexorable la infancia.

 

Astilla que en la mano

queda, saldo de esta molienda

lenta de los dioses

que reclama nuestro

salvado, nuestros

huesos, para cebar alguna

merienda celeste, lejana.

 

Queda en la mano esta condensación

de lágrimas, una piedrita

a la medida de un duelo íntimo

por tanta muerte

imperceptible, privada.

 

Convalecencia de estrella caída

de un mundo donde las palabras

no mienten, donde la desnudez

es la talla del juego

y el tiempo no juega

a que nos amasa.

 

No estaremos para atestiguar

la estela, la voracidad que nos

convida a ser harina

en esta molienda

lenta, extraña.

Ya la vida inaugura en tu cuerpo

otros filos, planta estandartes

de cordura, te enciende

ferocidades nuevas para triturar

las espigas de los días que te aguardan.

 

***

 

El viaje que importa

el jamás contado

sucede en las cunetas:

lo más hermoso

atropellado

latiendo todavía

en esos márgenes que ignoramos

cegados por el vértigo.

La savia del poema

circula

por nervaduras invisibles:

en lo sumergido,

su fuerza.

Enterrar palabras,

sepultura sin tregua

para decir lo que nunca

puede decirse del todo.

Luego

desenterrarlas,

profanar esas tumbas,

ver qué hizo el barro

con ellas.

 

***

 

Ver con la luz de los idiotas,

esos a quienes todavía duele

la nervadura de la hoja:

crucifixión de la savia

en redes que soportan

y callan.

 

Una hoja puede soportar

todo el peso del verano.

 

En esa luz,

ver que las hojas tiemblan

de miedo ante el humo

en todos los montes.

 

En esa luz, ver el mundo,

su andamiada frágil de pestañas

y meridianos.

 

***

 

 Hojas rendidas

o a punto

de rendir su nervadura:

todo es desprendimiento.

 

La caída de sus huesos

es también la mía,

una nueva piedad se inaugura,

ternura que casi duele

de verlos caer así

y ser parte

de ese desgajamiento.

 

Fragilidad de todo.

Cuidarlo.

 

***

La última resistencia

 

Puede zozobrar el mundo bajo los pies,

alzado tantas veces en el regazo del alba

y hecho escombros en su espalda,

los continentes pueden astillarse en archipiélagos,

rompecabezas a la deriva

ensayando una geografía inédita.

 

El mármol puede sangrar sus vetas,

llorar arena en los ojos de las estatuas,

girar los pedestales de dioses,

las raíces ensayar su salto ultérrimo,

dislocar las copas que invocan

el vino de la altura,

bendito trueque de corteza en cielo,

de ala devenida piedra.

 

Pueden temblar las cuerdas

y las falanges, las semillas

y lápidas, arder los pájaros

en un vuelo suicida…

 

Nada veremos, nada sin antes

sacudirnos las muertes ordenadas en las sienes

para ver lo ínfimo encendiéndose,

pira descomunal para el aliento, los relojes

subyugados por una niñez sin término

y todas las brújulas confesando su derrota.

 

***

 

Poema de la sed

 

Sobrevino la sed

en las cuencas y los cráneos,

sed que se desplaza y agiganta

una vez que se nombra.

Y ya no hay lluvia suficiente

para entretener esta sed

de pradera en llamas,

sed desguarecida de su agua,

cal de tumba al mediodía,

pájaro que se nos seca en el vientre.

 

Sed de tanta evaporación de nuestro rostro

en todos los espejos.

 

***

 

Vértigo del brote

bajo la tierra, conduciendo

el anhelo de la savia

ciego al juicio de la escarcha;

vértigo de la flor

suspendida en su andamio

de briznas, revelando su perfume

al mismo viento que la lacera.

 

Vértigo de sentir el temblor

del mundo en las varas.

Las varas se desorientan y

los bosques elevan su última plegaria.

bajo tus pies las brújulas confiesan su derrota

se desvanecen los mapas que nadie releva

bajo tus pies

mercurial

fugitiva

la tierra tendida para el desastre

las orillas socavadas por la creciente.

 

 

Pájaro moribundo

 

Sacarte de la jaula

como a un corazón todavía latiendo

fuera del pecho, un corazón anterior al diluvio

aterradoramente niño o pájaro

y ese no peso hasta el vértigo

de tu luz apagándose en algún cielo

detrás de los dedos,

ese peso insoportable de lo limpio.

 

Nunca las manos fueron tan culpables,

culpables de atrás, de lejos.

 

Jaula última antes del frío.

 

Con miedo sostenerte,

con lágrimas: imposible sostener

esa mirada de continente

hundiéndose en las manos,

esta súplica de sed de agosto.

Imposible no caer de

bruces blancas.

 

En las alas hormigas ciegas abrirán túneles,

te llenarán del cielo que no viste

desvelarán la maquinaria del vuelo.

 

***

 

Ojeras

 

Bajo la piel hay alforjas

para guardar las noches

lentas, ojeras ocaso

donde se ponen

fulgores y encallan los soles

hasta hacerse crónica

nocturna, pliegue

del desvelo.

 

Marsupiales

cargan sus penas párvulas:

ese modo

tan humano de llorar

por dentro, de penar

por dentro hasta convertir

en piedra lunar

el llanto.

 

Dos criaturas de lomo púrpura

abrevan la luz

convaleciente

en nuestros ojos.

 

***

 

El corazón

 

En cada pecho hay un sol sepultado,

con su pulsación clandestina,

su madriguera de temblores

y una confesión de sobrevida

en los labios.

 

En cada pecho, una rotura,

hueco para alojar la verdad

que no soportarían los ojos:

el aleteo de un pájaro lacerado

sostiene el mundo.

 

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