ALFREDO INFANTES DELGADO
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2024-12-29
María Elena Higueruelo
Memoria, temporalidad, intensidad y espontaneidad
Treinta años tiene ya la tosiriana María Elena Higuerruelo Illana, dos poemarios publicados (El agua y la sed y Los días eternos), tres premios de poesía recibidos (entre ellos el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández), incluida en varias antologías y colaboradora en algunas revistas literarias.
Estudió Matemáticas y Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada.
Dicen los críticos que su primer poemario está más cercano a la corriente de la poesía de la experiencia, mientras que el segundo es más metafórico, sistemático e intelectual. Ella dice que muy bien, pero que acercarse a la literatura es tomar conciencia de la imposibilidad de decirlo todo, y que yo tengo una relación muy genuina con aquello que podemos denominar lo abstracto o lo teórico, y también que ese poso de hetereogeneidad lo acepto y lo aprovecho también como territorio de exploración, como algo que me propone retos permanentes.
En su poesía, María Elena Higueruelo, habla sobre el transcurrir del tiempo, la ausencia del ser amado y de los escenarios urbanos que envuelven la juventud. Sus poemas nos conmueven especialmente por su intimidad, haciéndonos evocar experiencias pasadas. La memoria, la infancia, tienen un papel relevante en su obra, que mezcla mitología y personajes bíblicos con escenas más cotidianas.
En su obra está muy presente el paso del tiempo, sin embargo no lo transmite con la agonía del que reconoce que su vida se escapa, sino que lo dota de cierta armonía, un camino de madurez, una imagen reconciliadora con ese tiempo que pasa.
Muchas más cosas podréis encontrar en las redes sobre esta poeta de la provincia, sobre sus libros, los premios recibidos, las antologías en las que aparece, las revistas en las que participa, entrevistas que se le han hecho y bastantes textos escritos por ella.
Pero, sin duda, lo mejor es acercarse a sus libros publicados, de los que los poemas aquí seleccionados son una breve muestra. Disfrutadlos.
El otro que yo soy También la duda vendrá, como lo han de hacer todas las cosas, y en la imposición de su sombra instará a decidir llegado el momento si por fin rendir la ciudad o bien, henchidos de amor y bravura, luchar contra los soldados del tiempo, invasores intentando instalar entre tu frente y la mía el absurdo. Recordaré entonces tu voz alzándose lenta sobre el mundo, tus palabras de luz imponiéndose sobre el vino y las frutas; recordaré cómo el sol no pudo brillar más fuerte que tu acierto y sabré que mi yo auténtico no existe y que de hacerlo me acompaña a todas partes. Resolveré entonces pisar a los fantasmas del futuro y sostendré fuerte tu mano, querido hacedor de miniaturas, porque solo a tu lado puede aflorar la otra que yo soy. *** Amores meteorológicos ¿Y si nos apretamos, mientras la lluvia aprieta? ¿Y si nos fundimos, como se funde la nieve? ¿Y si nos quemamos, más de lo que el sol quema? ¿Y si... ...te dijera que el viento desnuda árboles en septiembre? ; Entonces tendría que decirte que este domingo no es septiembre, aunque sé que lo parece, casi tanto como junio. Pero este abril dura treinta noches y una hora... ... Y fuera llueve. *** De besos políglotas Primer aviso: Voy a besarte de muchas formas; más concretamente, de tantas como me dé tiempo a decirte hasta que te decidas a callarme. Voy a besarte en verso, y voy a besarte en prosa para hacerte presa sin prisas de las comisuras de mi boca. Voy a besarte en braille, en morse, y en lengua de signos. En lenguaje matemático, que es más lógico, y es lo mío, y en lenguaje musical, que es más bello, y es lo tuyo. Puede que hasta en élfico, y ya de paso te hago un guiño. Voy a besarte filosóficamente, literal, y literariamente. Voy a besarte en lenguas muertas, pero mucho más con las vivas; a lo europeo, a lo esquimal, y cuidado, que incluso puede que te bese a lo escocés si te despistas. Que yo no quiero estar contigo para siempre porque un “para siempre” siempre para. Quiero estar contigo hasta el fin del mundo, hasta que la vida diga basta. Por eso, pienso besarte de todas las maneras que se me ocurran mientras tanto. Voy a besarte en todos los idiomas que conozco y en los que todavía no se han inventado. Y después de esto no vale decir que no te he avisado, así que ya puedes empezar a correr, que como ves, ya se me han ocurrido unas cuantas, y para abrir boca voy a empezar por la más básica. *** En la cerradura de un candado En la cerradura de un candado, otro candado, y nunca, por ningún lado, una llave. Una puerta que no se abre ni empujando ni tirando. Una puerta que no es corredera, con un cerrojo en ambas partes. Una puerta por la que no se entra, una puerta por la que no se sale, una puerta que separa una nada de otra nada y solo dentro del candado —aun tal vez otro candado— esconde algo. Y nunca, por ningún lado, una llave. *** El árbol Una persona que no soy yo vive en mi cuerpo pensando constantemente y sin descanso en una persona que no eres tú, pues yo me enamoré del árbol en un momento exacto que el tiempo ya ha barrido y ahora ese árbol no existe, igual que no existe este, porque es otro árbol más grande sentado en las mismas raíces. Bullen en mi mente pensamientos, maldigo a Heráclito y su río libreopinante y no veo forma de escapar de un lugar que ya se ha ido. Cuando caiga el árbol, quizá encuentre por fin la salida y pueda señalar entonces el anillo preciso y certero en el que en los años venideros me quedaría yo atrapada. *** No quiero (no puedo (no sé)) caminar encorvada bajo el peso de un albatros muerto en la garganta. Repudio al ave, invoco al pez: vientre casa, vientre silencio, vientre donde desnacerse, desnadarse, des— hacer la palabra: gestar: gesto creador: crear no a mi imagen, sino de mi imagen; no copia: prolongación. He encontrado un atajo Perdidos en la Judería Muchachas de Jerusalén: yo os invoco. Muchachas de Jerusalén, dejad que mi amor venga con las manos vacías, con las manos sin frutos ni manjares. Dejad que venga a mí sin nada; así yo, imposible Sulamita, pálida y mundana, llenaré las suyas con las mías. Muchachas de Jerusalén, dejad que mi amor venga por este atajo: acortad la distancia entre su abrazo y el mío; ya sé que no puede aliviar de las cosas el peso, pero cuando permanece aquí cerca sí consigue que no me importe soportar tamaña carga. Por favor, muchachas de Jerusalén, dejad que mi amor venga para quitarme la corona de espinas y, en su lugar, trence en mi pelo una corona de flores azules que expanda el olor de su nombre. Así yo le ofrendaré este cantar, aunque no sea el más bello, aunque no sea digno de un rey. Quizá mi amor lo estime al menos digno de lo nuestro: Amor, yo repudio el pasado y el porvenir por este instante contigo. *** Dentro del pez Daga de sal; ácido y verbo: también la luz duele. También la luz es insoportable, insostenible, in— suficiente: no la quiero, no quiero este gusano de fuego que devora mis pupilas como papel vegetal [borde calcinado de la nada]. Dentro del pez, metamorfosis. Destruir la luz, construir la luz. También la muerte es. Ser madre es amar a los malos poemas. Ser poeta es sacrificar a los hijos. (¿Abraham o Medea? ¿Abraham o Medea?) —Ahora, Jonás: ¿irás a Nínive? *** Manicomio frente al mar En un manicomio frente al mar una mujer otea el horizonte. Se interroga por la línea que limita mar y cielo: la ve; ¿de verdad la ve? Contempla el paisaje como un vaso de agua en alzado: un levísimo corte divide en dos la transparencia. Sumerge los ojos en una brecha imaginaria: la cosa azul, la palabra azul. Hurga en busca de la quiebra, rastro de una cicatriz que pudiera tal vez reabrirse: despegar los labios cosidos, recuperar el habla, decir esto es real, esto ilusión. Medio dormida, desea arrancarse el rostro a jirones. En un manicomio frente al mar una mujer sueña con mojarse los pies. *** Raíz de dos No entre aquí quien no sepa geometría La palabra es mucho más que la suma de sus letras: nadie entre, nadie entre aquí que no, nadie aquí que no sepa deletrear lo impronunciable. Nadie, nadie entre que no aspire a fracasar en el logos: restar y restar y restar y— Antifairesis infinita, residuo inconquistable. Entre aquí quien ya sepa de la inconmensurabilidad de las cosas que crecen hacia dentro. Y cuando crea tener la solución, atienda a las palabras del oráculo: «intenta de este modo duplicar el cubo, trisecar los ángulos, convertir en un cuadrado este círculo». Necesitará entonces nuevas reglas, fabricar nuevos compases: inventar un lenguaje nuevo para construir el mundo, la nada, lo imposible. Quien esté dispuesto a ello, adelante: ingrese en el reino de la incompletitud. *** Invocación Al tándem Pardo-Valente Ya puedo intuirte, ya te adivino del otro lado de la luz, al otro lado de los blancos párpados cantando como una cigarra muda arrullo bajo el sol que despliega las sombras de las cosas invisibles. Eco que precede a la voz vibras como la espada temblorosa que custodia la frontera entre la nada y lo posible: fabricar el silencio o fabricar la palabra; mientras, recorrer con el dedo la tenue silueta de los signos. Yo te invoco porque tú me llamas: ¿de quién irá quién al encuentro? No: la luz no basta. Hay que hendir los dientes en el fruto, arrancar la carne a la palabra. Hay que aspirar al silencio. *** El agua y la sed Hablamos del vacío como si se pudiera hablar de él. Lo acotamos entre dos llaves, y confundimos el elemento finito con el conjunto inabarcable. Si un conjunto que contiene al elemento |
vacío no es vacío, ¿por qué decimos estar vacíos al tener un vacío dentro? Dicen que el agua es lo único que calma la sed y hablamos del vacío como del sabor del agua; falacias del lenguaje: la sed, el agua la aplaza pero solo el vacío, arma de doble filo alberga en su condición de ser - de no ser el ambiguo poder de generarla, hendiendo con su cortante hoja una herida seca en el alma o bien de arrancarla de raíz de las entrañas para siempre. Hablamos del vacío como del sabor del agua y no dejamos de equivocarnos. La nada no es el cero; el vacío es algo menos y mucho más. *** Los días caducos Frágil libélula, danza la memoria enjaulada en el abismo del pecho: su efímero batir de ala escucho erizar el silencio en agua trémula. Brota ya con la sístole una imagen: el fulgor del ayer eclipsa el mundo, recorre la nostalgia todo el cuerpo como crece por las venas la sangre (pero también ahora estoy muriendo como sucumben las flores cortadas) Elástica sombra del tiempo— recoge la fuente maternal su soplo para que la vida se reanude como el despertar deshace el sueño: prosigan los días caducos bajo la atenta mirada del insecto. *** CUANDO venga el postrer día y el espejo muestre el cabello ceniza, los ojos arrugados, el cuerpo encorvado sobre algún punto imposible, ¿reconoceré en el palimpsesto del cristal el rostro primero que ahora mismo devuelve? ¿Recordaré a la sombra del almendro en flor a la mujer que soportó estoicamente el sol de julio? ¿Quedará en mi piel marchita como un trapo un resquicio de memoria que sea más que instinto? Siquiera me pregunto mientras el ciprés crece: ¿viviré yo para contemplar aquella imagen? *** Serendipia Negra y turbia flor es el deseo antes de arrancarla de la tierra. A tientas: solo a tientas con los dientes, con las uñas, con los pechos, con los labios quizá trazar la forma de lo ignoto. libreopinante El secreto límite de la sed habrás de conocerlo en el desierto: cuando en busca del oasis solo encuentres esta flor salvaje en la arena, no la cortes; extírpala de la corteza del mundo, palpa la raíz, absorbe el zumo, deshaz entre las yemas los pétalos y tiñe del misterio tus manos, derrama sobre la herida el polen, cose el enigma a tu costado. Atiende entonces al milagro de la luz: verás que la flor se hace signo y se vuelve trasparente como el agua y no concebirás que hubo un tiempo antes del hallazgo de la carne en que no supiste darle nombre. Adieu! Adieu! Ya me marcho —mujer-pájaro, mujer-pez— a las afueras: ¡a cantar! ¡a cantar! De mi estirpe soy la Séptima: al alba he de morir, pero aún es pronto. Life is good. Hasta el último instante he de cantar de camino al matadero. Nadie me escucha; estoy a salvo porque las ramas muertas impiden que Nadie acuda a mi llamada. Doy tres vueltas al muro, restriego mi voz contra la hierba, arrastromispalabrasporelsuelo, lavo el agua que se bebe. Está limpia mi canción: no podéis usarla como himno de la polis. Mi patria está al otro lado de la piedra, (Todo esto dices en una sentencia mucho más breve. Yo alzo la copa y concedo con mi frente la razón a tus palabras). *** Rut despierta un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar (Qo 3, 2) Envidiado Booz: tú, que puedes engendrar sin pechos ni vientre; tú, creador infinito, padre de cabellos blancos y tez surcada— tus tierras no saben de la puesta de sol: hay para ti un tiempo para nacer y otro para morir, pero yo soy mujer y mi cuerpo va a morirse dos veces: no importa que se escuche en mi pecho un ruiseñor. «Soy mujer» (ven, Booz, y te enseñaré algo distinto) «pero yo» (Narciso, Narciso, ¿cómo se llega a Camelot?) «también he de morir» (Alicia, Alicia, se te acaba el tiempo) «yerma o florida» (el espejo ya se ha roto) «una solo, solo una» (una solo / una sola). Y sin embargo… Recojo tierna las espigas tristes. *** Purificación aquí alimentarse de hierba significa lavarse la boca (María Sánchez) allá donde se alzan las flores. ¡Adiós, Shalott! Ya amanece. Buenas noches, buenas noches. *** La mitad de la mitad Defienden los físicos la idea de que si divides por dos la materia sucesivamente llega un momento en que ésta, exhausta, se rinde y desintegra. Por el contrario, los matemáticos insisten —insistimos— en que hasta llegar, aún más exhaustos, al infinito (que, todos sabemos, nunca se alcanza) podría alargarse el proceso y dividir, y dividir sin llegar a cero indefinidamente. Aun sabiendo la respuesta, lanzo la pregunta a nadie como quien lanza una moneda al aire con dos caras: ¿quién está en lo cierto? Cada día te recuerdo la mitad que el anterior. En teoría, te querré de por vida. En la práctica, llegará el día en que nunca más vuelva —ni tan siquiera la mitad de la mitad— a hacerlo. ¿Cuándo, entonces, la sexta noche termina? *** Biografía cero Ningún mal aquejó mi vida hasta la fecha; no hubo guerras que asolaran la niñez, ni en el hogar hambre o carencia. No hubo epidemias, crueldad, ni sangre; asomó siempre el amor en cada gesto, sobrio, como la ternura en cada palabra. No hubo tragedias naturales: no arrolló el viento, no se abrió la tierra, no clavó el agua en nuestra casa sus fauces. No hubo traumas infantiles; por lo menos no hubo a quien culpar de nada —la inocencia es un apéndice que el tiempo se encarga de herir—. De dónde entonces la tristeza, me pregunto, provenía si no acaso del pecado precoz de buscar antes de que madurase el día el remoto origen de las cosas: la descendencia de los hijos de Adán, o ser el sueño de un gigante, o integrar la ficción en la vida y padecer en la carne tierna la pena que nadie entiende, sufrir en baja voz del culpable el castigo, o llorar indefensa la pérdida en alta mar del objeto sagrado. Pagar deben los hijos de Occidente con el desprecio de los hermanos del padre la custodia; sea esa la deuda y este el legado: una soledad inexplicable e inmensa que se traduce en la misma cosa que la guerra en aquel ángel: el mismo miedo difuso, la misma ira repentina, las mismas imprevisibles y verdaderas ganas de llorar. *** Sacrificio la sangre cambia de color cuando sale del cuerpo (Erika Martínez) I Flor azul que despiertas la dormida memoria de lo otro. A tu olor la sangre se comba como el lomo felino a la caricia. II A mi mano aérea acude la sangre de un pájaro que aprende a volar: corazón de colibrí que perfila la temblorosa línea de la carne. III ¿Oyes eso? Un árbol cae en mitad de la nada con un clamoroso silencio; rompe la membrana del vacío: hay, es, palpita al ritmo de la sangre, al ritmo de una plegaria que se bal que se balbu que se balbuce en un templo desierto. IV Muerdo mi lengua para callarla; hundo en el músculo los colmillos; abro una herida. Pero la sangre, áspera y dulce semilla de granada, ensucia la inmaculada saliva. V Escupo y contemplo: no hay templo sin sangre. Pero esta apenas se parece ya a la sangre que palpita, a la sangre que tiembla, a la sangre que se comba. Qué terrible visión es la sangre fuera del cuerpo: palabra úlcera de la que ya no es posible apartar la mirada. *** I am half sick of shadows Pequeña niña de Shalott, espectro virginal y tierno: no hay con quien jugar en esta Torre. Se elevan desde afuera algunos eco de los niños que corren en los parques, pero tú no has de soñar vidas posibles contemplando más allá de tu ventana. Un día crecerás y algunos hombres escribirán sobre tu gesto melancólico; dirán She has a lovely face al ver en Instagram una foto de tu espejo, ientras tejes y destejes un vestido para una fiesta a la que no te han invitado. Desde el cristal yo te observo y te replico: escudriñas con las uñas algo extraño, acaso el único juguete de la sala. Al principio no lo entiendes y persistes: lo abres como a un gorrión enfermo, sin tener muy claro todavía si es un trozo de paz o de nada. Tras tanto examinarla descubrimos —no sin cierta decepción— que la soledad es al fin un poco como son todas las cosas: una victoria cuando es elegida, una derrota cuando es impuesta. Escrutas el reflejo de la noche: lo único que piensas es que estás un poco cansada de las sombras |
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