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2024-05-05
Estrategia
Hay dos frases que he oído en algún momento de mi vida y que vuelven a mi cabeza de vez en cuando. Una es de Charles Baudelaire que dijo “El mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe” La otra es de Warren Buffett y dijo “La Guerra de clases existe y por supuesto que la está ganando la mía”.
Estas dos frases explican perfectamente muchas cosas, incluso algunas que no parecen estar relacionadas. Y, especialmente, creo que parecen estar dichas para que veamos más claro qué es lo que pasa en la política.
La política es sucia y rastrera, casi tanto como altruista y generosa. Todo depende de en qué parte del objetivo te pares leyendo. Porque el objetivo de todas las personas que hacen política es, y no me cabe la menor duda, alcanzar el poder para cambiar el mundo y mejorar la vida de la gente.
Pero hay quien se para en “alcanzar el poder”, y claro, eso, unido a la definición de a qué gente nos estamos refiriendo,
es lo que hace que los caminos, procedimientos y hasta el mismo objetivo cambie.
Pero lo que sí está claro es que nadie da puntada sin hilo y todo forma parte de una estrategia mucho más amplia en la que cada cual mueve sus piezas de forma perfectamente coordinada y sin ningún tipo de remordimiento, ni previo ni posterior.
¿A qué viene todo esto? Pues a que no creo que las campañas de denuncias falsas en los juzgados y las de difamación en redes sean hechos aislados. Tampoco que los espionajes o las financiaciones de según qué actividades no estén conectados. Me resulta muy difícil pensar que los posicionamientos de los medios de comunicación no tengan que ver con “sugerencias” de quienes pueden, de la noche a la mañana, comprar ese medio o hasta el grupo empresarial completo.
Estamos en un momento crucial. La economía, basada en la energía barata y en la explotación sin límites de unos recursos que sabíamos finitos, pero que ahora además escasean, está cambiando los ecosistemas, los equilibrios naturales y sociales y hasta al propio planeta. Si hay algo que ha demostrado poder generar es pobreza y desigualdad.
La forma en que nuestra sociedad está organizada tiene que cambiar y lo va a hacer, de una u otra forma. Puede ser de manera ordenada, con una transición controlada, o puede ser de manera caótica y violenta. Supongo que, en general, todos preferimos la primera y aquí es donde entra lo que se llama la toma de posiciones. Cada cual, a base de codazos y alianzas, va a intentar colocarse lo mejor posible para mantener posiciones de privilegio en el mundo que surja, y que no lo hará de la noche a la mañana.
Y no estamos hablando de personajes o de opciones políticas. Qué va. Estamos hablando de aquellas personas que de verdad manejan el cotarro. Las que gestionan los grandes capitales, las que deciden qué gobiernos caen o cuáles se quedan y hasta donde les dejan llegar.
Y es en esa estrategia donde entran todos los peones de esta partida de ajedrez que llamamos política. Los medios de comunicación, los jueces, las organizaciones sociales y sindicatos, los partidos… Todos son peones a los que les gusta creerse muy importantes y a los que sus amos doran la píldora para que actúen tal y como ellos quieren, allá donde ellos los necesiten. Llegado el caso, una vez que no hagan falta, ya los eliminarán o los reciclarán en alguna otra herramienta que necesiten en ese momento. Porque ellos tienen algo muy claro, no tienen ideología ni creencias y usarán cualquiera de ambas en aras de adorar a su único Dios: el poder.
Esto no es una nueva teoría conspiranoica, no. Es simplemente lo que ha venido pasando desde hace muchísimo tiempo, solo que ahora tiene otras herramientas y, sobre todo, otras urgencias.
Y lo más curioso de todo esto es que aquí no funcionan las matemáticas. Eso que siempre se dice que nunca falla. Porque si bien somos muchos más los perjudicados y los que siempre acabamos pagando las facturas de sus disputas y sus luchas y corriendo con los gastos de los experimentos sociales, lo cierto es que nunca parece que estemos en disposición de cambiar las cosas. Será porque algunos estén comprados. Quizá otros piensen que les harán un hueco en su nuevo mundo/estatus. Será porque realmente hay quien piensa que puede haber gente con derechos sobre otra gente.
Y la razón de ello es que no se conforman con esperar a que llegue el momento para reclutar a la gente para su causa, sino que lo hacen desde mucho antes, con la más poderosa de todas las herramientas: la educación.
Una educación convenientemente dirigida y el desmantelamiento programado y sistemático de los servicios sociales son los mejores abonos para que crezcan generaciones de personas leales y sumisas a un papel subordinado que garantice la riqueza y la posición de aquellos que siempre las han tenido.
No crean que este es un artículo con un tono triste o derrotado. En absoluto. Más bien diría que es todo lo contrario. Porque
el primer paso para querer cambiar, en cualquier ámbito, es reconocer el problema, ser capaces de analizarlo y tomar la determinación de acabar con él.
Con esos pasos ya podremos decir que hemos empezado el camino, incluso que ya hemos recorrido una parte, y, aun sabiendo que el camino será arduo y peligroso, podremos decir que hemos empezado a caminar. Y empezar a caminar es poner en marcha la revolución.
Marquémonos un horizonte al que llegar, que bien podría ser la utopía que decía Galeano, pero sobre todo marquémonos un camino que seguir, sin dejar a nadie atrás, porque eso es lo que nos hará mejores y eso es lo que más temen quienes no quieren que caminemos. Pero, sobre todo y antes de nada, preparémonos para sus andanadas porque en este camino, si bien no valen atajos, hay quienes no dudarán en sembrar el sendero de minas o en querer llevarnos al desvío que conduce directo al acantilado. Debemos estar dispuestos no a usar sus armas, pero sí a defendernos con toda la contundencia que sea necesaria.
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