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2023-09-24
De vueltas con la amnistía
Un tal Puigdemont desde Bruselas está marcando el ritmo de la política española. No lo considero un exiliado porque como Presidente de la Generalitat pudo manifestar, y lo hizo, mil y una veces su ideario independentista sin que fuese detenido; pero también pudo expresar tantas veces como quiso su deseo de independencia y planteamientos contra la pertenencia de Cataluña en el Estado español.
No está perseguido por pertenecer a un partido, ni por pensar que Cataluña debe ser un Estado soberano, ni por expresar ese mismo pensamiento; huyó tras convocar un referéndum (movilizando a millones de personas) y declarar, en la institución que le había elegido presidente según las leyes españolas y catalanas, el nacimiento de la República de Cataluña durante 6 segundos (o menos). Y huyó cuando le informaron de que iban a por él y a por otros tantos. Es decir, huyó porque sabía que la justicia actual, por la que se regía también cuando era presidente, iba a castigar las acciones que había provocado como máximo gobernante de la institución autonómica.
Desde mis planteamientos internacionalistas
lo considero un cobarde, a pesar de que se precisa mucha valentía para llevar a cabo lo que hizo,
y un interesado burgués que no piensa en las necesidades reales de la gran mayoría de sus paisanos trabajadores y trabajadoras de Cataluña. No leí nada sobre las consecuencias para la clase trabajadora de una posible independencia (fuera del euro con la depreciación de su moneda, desplome de salarios por las recolocaciones empresariales, de cómo pagar las pensiones, de cómo pagar subsidios, …), sino que desde el prisma neoliberal solo incidían en las posibilidades de crecimiento de sus empresarios y no pagar, como todos los contribuyentes, a las arcas públicas del Estado español.
Y ahora viene él, pero. Aunque no comparta sus planteamientos, tampoco considero que un Estado que no escucha a sus ciudadanos y que se muestre inflexible y sin capacidad de negociación ante las inquietudes y sensibilidades territoriales, sea un ejemplo de justicia y de convivencia. Si ante tal situación solo se obra en apagar fuegos con prisas, quedará todo manchado de cenizas. Si la limpieza de la ceniza es con chorros de agua, se destrozarán y ensuciarán los espacios comunes. Y si los espacios comunes están en mal estado, seguirá existiendo un malestar en la ciudadanía que vive allí.
La autodeterminación precisa de manera clara una bilateralidad que encuadre un referéndum de autodeterminación por parte de un Estado soberano y el territorio que quiere independizarse. Y los acuerdos deben ser muy claros y sinceros para toda la ciudadanía, mucho más para aquellos que viven en dicho territorio. Es injusto plantear una independencia por el clamor general de la ciudadanía que allí vive, sin contarles las consecuencias reales si se llegase a conseguir la misma, porque se estaría mintiendo o escondiendo la dura realidad.
Por eso estoy de acuerdo en procesos de autodeterminación que, partiendo de las realidades históricas y sociales de los ciudadanos, sean claros y honestos y den respuesta a las sensibilidades y luchas de la clase trabajadora, como mecanismo de superación de sus propias identidades y de sus necesidades socioeconómicas.
Y siempre creeré que,
si se hubiese permitido un referéndum con las cartas bocarriba y con la capacidad de informar y comunicar las consecuencias de los resultados, hubiera sido mayoría la negativa a la independencia del pueblo catalán.
Pero en estos momentos actuales, incluso los Puigdemont de turno ya reconocen la inviabilidad de cualquier referéndum y, mucho menos, alguna posibilidad de independencia. Y no solo por la negativa del Estado español, sino porque la mayoría de la sociedad catalana no lo considera como una opción favorable ni necesaria ni urgente ni factible ni solucionadora de sus problemas vitales.
Y si ya no es un problema de Estado, ¿por qué no ejercer con responsabilidad y, mediante los instrumentos que vienen recogidos en la ley, aplicar la amnistía? Una amnistía que contemple también la inhabilitación para cargos públicos, pero que facilite la convivencia entre los y las catalanas.
Aznar concedió la amnistía a más del triple de personas que están enjuiciadas en el Procés, incluyendo a grandes ilustres de este país que robaron y malgastaron más dinero público que por la misma malversación de fondos públicos por los que están encausados los independentistas. Pero para los conservadores y para los fascistas no es lo mismo… ¿por qué? Será peor digo yo liberar a quienes han dañado, han robado, han malgastado, han engañado… a toda la población española, que los que convocaron durante 6 segundos una fallida e inexistente república.
Es muy difícil curar una herida en el brazo si el paciente no para de moverla o el doctor o doctora se empeña en partirle el brazo.
De hecho, para finalizar, considero que si plantean primero la amnistía es porque saben y son conscientes de que la independencia ya está muy lejos de la realidad catalana.
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