... donde la última tecnología y el capitalismo salvaje conviven con vacas sagradas, 

2024-05-19

 

Legalizar la muerte

 

En los últimos años, el debate sobre la eutanasia y el derecho a decidir sobre la muerte se ha extendido a lo largo y ancho del mundo, chocando muchas veces con las estrictas normas religiosas imperantes, España no es una excepción. Se trata de un tema que siempre me ha llamado la atención y de entre todos los debates que se han abierto, el que me genera una mayor confusión es el que se ha generado en India. Ese país fascinante

donde la última tecnología y el capitalismo salvaje conviven con vacas sagradas,

sadus y templos de millones de dioses ancestrales. Uno de ellos es el dios de los jainitas. Se cree que estos surgieron en el norte de India hacia el 400 antes de nuestra era. Ellos hablan del surgimiento de la Edad del trabajo, pues antes existía armonía cósmica entre hombres y dioses. Hoy este pueblo está formado por unos cuatro millones de personas que habitan las regiones de Rajastán, Guyarat, Madhya Pradesh y Karnataka. Todo jainita tiene como máxima aspiración la liberación (moksha) del ciclo de renovación llamado samsara, que engloba el nacimiento, muerte y renacimiento, dando así final al ciclo de reencarnaciones. Por eso, para alcanzar el grado de liberado, resulta imprescindible liberarse de los cuatro karmas que poseen, lo que significan muchas vidas de purificación. El camino que siguen es a través de una dieta estricta que va más allá del vegetarianismo, eliminando cualquier alimento animal. En los casos extremos llegan a evitar comer patatas, lechugas o zanahorias por la gran variedad de vida microscópica que contienen, los hay que caminan barriendo el terreno que pisan para evitar pisar a las hormigas. Además de una vida de extrema austeridad y renuncia. La forma más radical de liberarse de la rueda de las reencarnaciones es a través del Sellekhana, un camino para borrar los karmas gracias a la muerte ritual. Básicamente, es un ayuno interminable que acaba con la vida del creyente. Cada año mueren en India unas 300 personas por este método al que ellos se niegan a llamar suicidio. Encaran la muerte como una oportunidad de ganar algo nuevo y no como una pérdida. Cada muerte es celebrada por multitudes que aclaman al nuevo liberado. Pero ahora el gobierno indio quiere poner fin a esta práctica y han empezado a investigar cada muerte como un acto criminal que debe ser investigado. El pasado año, un tribunal de Rajastán falló que ninguna religión puede permitir que uno de sus miembros se quite la vida, ordenado la detención de varias personas, lo que ha degenerado en manifestaciones donde los jainitas se han enfrentado en un nuevo conflicto a la policía. Muchos son los que defienden que quienes practican esta extrema forma de depuración son habitualmente ancianos, enfermos y personas que arrastran las secuelas de una vida llena de dificultades.

La pregunta es: ¿debe la India permitir que los jainitas se dejen morir de hambre?


 

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