![]() |
J M HERMOSO
|
2025-01-26
La Carolina
Estimados habitantes de La Carolina, le invitamos a observar su entorno. ¿Han notado alguna transformación desde el 28 de mayo de 2023?
En la precampaña y la campaña electoral, es común escuchar frases llenas de entusiasmo y cercanía por parte de quienes aspiran a liderar un municipio. Incluso, en la del 2023, hasta hay quien llega a llamar a la puerta de tu casa para decirte: “Soy fulano, me presento para alcalde y vengo pidiendo tu voto”, se pronuncia con la intención de proyectar compromiso y empatía. Te deja el programa, y se va. Hasta aquí, ¡pues, puede valer! Sin embargo, la realidad que enfrentan los ciudadanos después de las elecciones muchas veces dista de esas promesas iniciales.
La desconexión entre promesas y realidades
¿Cuántas veces hemos oído discursos que prometen una transformación radical de la vida municipal? ¿Cuántos candidatos se presentan con la promesa de “dignificar la vida de los ciudadanos y mejorar el municipio”? La campaña es el momento en el que las palabras fluyen con facilidad, pero el reto verdadero está en convertir esos discursos en hechos. Ahí es donde, desafortunadamente, muchos candidatos fallan.
El problema radica en una desconexión profunda entre lo que se dice antes de las elecciones y lo que ocurre después. Lo que el candidato omite al tocar la puerta del ciudadano es tan importante como lo que expresa. No dice, por ejemplo, en ese mismo momento, algo que el tiempo suele demostrar: cuando esté en la alcaldía, no pienses en acercarte a la puerta de mi despacho, porque no tengo intención de recibirte. Mucho menos de corresponder con la misma atención que tú me ofreces en este importante momento de campaña (a alguno que a otro carolinense le sonará). No menciona que los problemas cotidianos de sus vecinos podrían pasar a un segundo plano frente a las prioridades de otros intereses. Esta falta de reciprocidad no solo es un fracaso personal, sino también una traición al espíritu de servicio público.
Transformar desde el municipio: ¿reto o excusa?
Un ayuntamiento no solo es la administración más cercana al ciudadano; es también un espacio de acción con un enorme potencial para mejorar la vida de una comunidad. Los problemas locales, como la vivienda, el paro, la sanidad, la educación, el estado de las calles, las barreras arquitectónicas, la recogida de basura, la iluminación pública o la promoción de la cultura y el deporte… son cuestiones que afectan directamente la calidad de vida de las personas.
Transformar lo que no funciona o es susceptible de mejora en un municipio no debería ser tan difícil.
Sin embargo, en la práctica, desde las últimas elecciones municipales, hasta aquí, parece que la parálisis en La Carolina es la norma.
¿Por qué ocurre esto? En muchos casos, la política municipal se convierte en una representación teatral donde el escenario cambia, pero el guion sigue siendo el mismo. El juego consiste en sustituir a una figura por otra, pero sin alterar las dinámicas de fondo. Esta falta de compromiso real con el cambio deja a los ciudadanos en la misma situación: frustrados y decepcionados.
El verdadero propósito de la política debería ser servir al bien común, no a intereses particulares. Sin embargo, en demasiadas ocasiones, los políticos llegan al poder con la única intención de disfrutar de un buen salario y, cómo no, de los privilegios y prebendas institucionales, así como para garantizar favores a amigos y aliados, y abrir las puertas a los especuladores. Esto no solo es un acto de engaño hacia los votantes, sino una traición a los principios más básicos de la democracia.
El teatro de la política: cambiar para que nada cambie
La frase “cambiar el escenario para que nada cambie” define perfectamente lo que ocurre en muchos ayuntamientos. Las caras se renuevan, pero las prácticas permanecen intactas. Se cambian los discursos, los estilos, incluso los colores políticos, pero el resultado hasta puede empeorar: en una parálisis en la gestión municipal.
En lugar de gestionar para mejorar el municipio, su alcalde dedica el tiempo a tareas que poco o nada benefician a los ciudadanos. Buscar trapos sucios del equipo de gobierno anterior se ha convertido en su prioridad, gastando dinero público en airear excentricidades o fallos de sus predecesores. Pero este ejercicio de revanchismo político no construye ni transforma; al contrario, estanca al municipio y desvía recursos que podrían emplearse en solucionar problemas reales.
Llegar a la política únicamente para disfrutar de un gran sueldo, beneficiar a amigos o proteger intereses de especuladores es una traición directa a quienes depositaron su confianza en las urnas. Y esto, lamentablemente, no es un caso aislado, sino una práctica extendida que mina la credibilidad de la política local.
Los gestos vacíos no engañan al pueblo
Existe una creencia errónea entre algunos políticos: pensar que un saludo, un abrazo o un beso bastan para ganarse la simpatía de los vecinos. Estas acciones, a menudo acompañadas de bromas o comentarios vacíos, no son más que gestos superficiales que subestiman la inteligencia de los ciudadanos. El pueblo no es idiota. La gente sabe diferenciar entre la cercanía sincera y el teatro político.
Lo que los ciudadanos esperan no son palabras bonitas ni gestos simpáticos, sino soluciones reales a los problemas cotidianos: calles en buen estado, servicios públicos eficientes, proyectos que impulsen el desarrollo local y una gestión transparente. En definitiva, quieren alcaldes comprometidos con la mejora de su calidad de vida, no políticos que se queden en la superficie de la gestión o que dediquen su tiempo a asuntos irrelevantes.
La responsabilidad de elegir y exigir
Los ciudadanos, como parte fundamental del sistema democrático, también tienen una cuota de responsabilidad. A menudo, la apatía o la falta de interés permiten que los mismos patrones se repitan una y otra vez. Es crucial no solo votar, sino también fiscalizar y exigir a quienes ocupan cargos públicos. La política no debería ser un terreno de privilegios, sino un espacio de servicio.
Un candidato que promete transparencia, diálogo y soluciones tiene la obligación moral de cumplir con esos compromisos. Pero esta obligación no es unilateral. Los ciudadanos deben ser vigilantes activos, dispuestos a reclamar sus derechos y a recordar a los políticos que están al servicio de la comunidad, no al revés.
Romper la parálisis: una llamada a la acción
Transformar la política municipal requiere valentía, no solo por parte de los líderes, sino también de la ciudadanía. Implica rechazar el conformismo y cuestionar las viejas prácticas que perpetúan la inercia. Es necesario elegir a quienes demuestren verdadera vocación de servicio, pero, más importante aún, acompañarles en el proceso, señalando errores, proponiendo soluciones y asegurándose de que las promesas se conviertan en hechos.
Si un candidato tiene el valor de tocar la puerta de un ciudadano para pedir su voto, debería tener también la humildad y el compromiso de abrir las puertas de su despacho para escucharlo y trabajar por él.
Solo así podrá romperse la parálisis que tantas veces afecta a la política municipal y devolver la dignidad al ejercicio público.
Es necesario e imperante el cambio, asumiendo de una vez por todas que la transformación comienza desde abajo, desde el vecino que exige y del político que cumple. Es hora de acabar con el ciclo de promesas vacías y construir una política municipal que esté verdaderamente al servicio de todos.
Para dar tú opinión tienes que estar registrado.