Ya hay quien, como amigo, empieza a decirme que esto no es poesía.
Poesía burguesa de esa que atesta los libros desde luego que no.
Tampoco es “poesía necesaria, poesía para el pobre”. Los pobres están demasiado ocupados trabajando para que los burgueses puedan escribir poemas.
Viéndolo así, a lo mejor mi amigo tiene razón y esto no es poesía.
Tampoco lo es el salario mínimo interprofesional, un gobierno elegido por los trabajadores contra los trabajadores, una patera llena de miseria ahogada en busca de un sueño que es pesadilla, o simple letargo para los que ya lo dormimos de otra forma, desde luego, a aquellos tres albañiles que en 1970 asesinó a tiros la policía por manifestarse pidiendo diez duros de aumento de sueldo.
—el crimen también fue en Granada, aunque no tengan Casa de Cultura con su nombre–
Los mismos tres albañiles que siguen cayendo todos los días de un andamio para que las constructoras sigan siendo igual de rentables en democracia que en la dictadura.
Sí, puede que mi poesía ya no sea poesía porque llega un momento en el que ya no se puede seguir siendo por más tiempo un cómplice, silencioso, de lo que R E A L M E N T E pasa.
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Hace ya tiempo que tire todas mis cosas. Las quemé para hacer borrón y cuenta nueva. Pero eso no es posible. Los cestos que usas hoy, están hechos de aquellas tramas y de aquellas urdimbres. Y, sin embargo, continúo adelante, cumpliendo sueños. No me separo de mis zapatos viejos y sigo andando, divisando a lo lejos, los caballos de la ira; por los tiempos perdidos, por los sueños rotos, por los escombros de lo que no pudo ser. Y sí, quemé mis naves tras de mí. Atravesé puentes, dejé bosques atrás, enmarañados de telarañas, que no me dejaban avanzar. El tiempo no es lineal, es circular, es espiral, es ascendente, descendente. Avanza e incluso puede retroceder. Porque lo que parece que habías dejado atrás, vuelve con inusitada fuerza. Hasta que lo resuelves. El «balance» de la vida, esa trayectoria espiral del péndulo, de un extremo a otro, de un opuesto a otro. O «la vie en rose», esa visión edulcorada de la vida, que lo hace ver todo de color de rosa, distorsionando la realidad, superponiendo expectativas a una vida que es de todos los colores y no de uno solo. Porque dentro de uno están representados todos los colores del arcoíris, todos los gustos, el dulce y el salado, el picante y el ácido, también el amargo… Todos dentro de uno. Cada uno aportando lo suyo, pegando tirones, cada uno para un lado. Naufragio, Caída, Desgarro, Retirada, Y, aun así, De pie.
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El payaso de las bofetadas Y el pescador de caña
con León Felipe
Me gustaba estrenar cosas contigo, una huida, un amanecer, una cama, el brillo de todo lo que éramos capaces de inventar.
Alguien debió matar a alguien, o tal vez fue que pisamos el acelerador de la belleza hasta el fondo en aquella curva fatal.
En fin, puestos a estrenar, también estrenamos el tiempo de las bofetadas sin ponernos nunca de acuerdo sobre quién iba a ser el que las daba y quién el que las recibiría,
y así, a base de ostias, nos fuimos alejando, buscando otro jardín, otra luz, otra cama en la misma cama que hiciera más leve los oscuros moratones de nuestro desamor y todo lo demás que no se puede arreglar, a menos que llenes la casa de extraños y pagues al contado el paraíso quebrado de tu desolación.
Esto es lo que pasa con el miedo cuando el amor nos sobra, que nos ponemos en manos de cualquiera y le ofrecemos la boca, el culo, un hueco en la almohada, lo que sea con tal de esquivar la mala calidad de la realidad que antes o después envejece, se rompe, te voltea hasta descubrir al extraño que duerme a tu lado y le susurras que es hora de ponerse el pantalón de cuero azul, las botas y sacar la caña.
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Llenos de todo
No irnos así, hablando la lengua de los ricos, con un décimo de lotería en los bolsillos, saludando a los corredores de bolsa y a los curas, acumulando chatarra, pidiendo orden y que se respete, en huelga, nuestro derecho al trabajo. Despreciables, indignos, brutos con la fecha de caducidad inscrita en el entrecejo. No se trata de mentirnos sino de desobedecer, poder decir que hemos vivido para algo más allá de para tener contentos a los patrones.
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El sueño del capital
En los parques temáticos lo privado parece público, no hay pobres, ni pobreza, ni sindicatos, ni periferia. Todos siguen las normas y al que se sale de la raya lo despiertan.
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La hora del recreo
Como la escuela es: autoritarismo, esquizofrenia, segregación clasista, adiestramiento,
memorización absurda de estupideces, productividad cuantitativa, competitividad, mentira, y fomento de la indignidad personal con tal de acceder al éxito en una sociedad podrida,
la escuela no puede ser la conciencia moral de la comunidad si no el reflejo de su estado más pavoroso, el mercado
donde se deforma a los seres humanos para que se conviertan en mercancías.
Una escuela así no puede cambiar el mundo pero puede destruir a las personas.
Frente a ella, su aburrimiento e inutilidad, nos queda aún la maravillosa hora del recreo
para pensar por ti mismo, ponerte en lugar del otro
y llevar tu verdad hasta donde tu verdad dice que estás equivocado. ¡Ánimo!, están a punto de tocar el timbre.
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El tardocapitalismo también como proyecto lingüístico
No lo llames competencia porque es monopolio. No lo llames derecho al trabajo porque es permiso de trabajo. No lo llames información porque es publicidad. No lo llames aplazamiento porque es censura. No lo llames producción porque es alienación. No lo llames movilidad porque es precariedad. No lo llames flexibilidad porque es contrato basura. No lo llames fin de contrato porque es despido. No lo llames depresión porque es impotencia. No lo llames moobing porque es malestar laboral. No lo llames accidente laboral porque es terrorismo empresarial.
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Criminales
Se acaban las energías fósiles y volvemos la vista con simpatía hacia las centrales nucleares.
Se acentúa el cambio climático y todo lo que se nos ocurre es poner más fuerte el aire acondicionado.
Se anuncian grandes hambrunas y corremos hacia el supermercado.
Afirman próximas guerras por el agua y comprobamos el filtro de nuestros purificadores.
Advierten de grandes migraciones hacia el norte y preguntamos si la valla resistirá.
Aumentan las desigualdades sociales y cambiamos de cadena.
Vaticinan la muerte de 2/3 de la humanidad y nos aseguramos de estar en el paralelo adecuado para salvarnos.
El mundo se hunde y los políticos se dedican a besar niños y nosotros a llenar la nevera.
Ciegos y bobos, somos una especie muy extraña, pensamos bien y actuamos mal, y así nos va.
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Tenemos que aceptar
Tenemos que aceptar que la mayoría de la gente nunca va a estar de nuestro lado mientras la gran consigna siga siendo:
NO TE RESISTAS, ES POR TU BIEN.
Mejor no señalarse que ser asesinado, mejor esperar en casa que ser asesinado, mejor sufrir la opresión que ser asesinado, mejor formar parte de su ejército que ser asesinado, mejor llevar una estrella de David cosida a la ropa que ser asesinado, mejor subir al camión que ser asesinado, mejor vivir en un gueto que ser asesinado, mejor ir a los campos de trabajo que ser asesinado, mejor tomar una ducha que ser asesinado,
mejor no resistir, no luchar, mejor ser asesinado.
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Disfuncionalidad sistémica
Si para que este sistema funcione correctamente tiene que haber mil millones de coches destruyendo la capa de ozono, haciendo el aire irrespirable y desolando la superficie de la tierra, además de matar a los que van dentro.
Si para que este sistema funcione correctamente tiene que haber irresponsabilidad social colectiva, reproducción ampliada del capital, sociedades mercantiles y trabajo esclavo.
Si para que este sistema funcione correctamente tiene que haber fugas radiactivas, mareas negras, contaminación del aire y de los acuíferos, acidificación de los océanos, estrés hídrico, pérdida de la biodiversidad, agotamiento de suelos, sobrecarga de nitrógeno y fósforo en los cultivos y cánceres inducidos por alimentos transgénicos.
Si para que este sistema funcione correctamente tiene que haber ordenadores, móviles y aire acondicionado funcionando a todo trapo en una sociedad hecha de individuos aislados y desconectados de la realidad.
Si para que este sistema funcione correctamente el dinero debe dinamitar todo lazo de solidaridad priorizando solo los intereses particulares, donde el otro es reducido a cosa, instrumento, servicio impersonal.
Si para que este sistema funcione correctamente hay que destruir todo lazo afectivo con la comunidad y mercadear con los bienes y los cuidados.
Si todo esto es necesario para que este sistema funcione, ¿no sería mejor cambiar de sistema?
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