“este país es ecléctico en su plenitud y a mucha honra. El eclecticismo en su integridad de convivencia es toda una lección de libertad, da igual la altura y el ángulo desde el que se mire, porque existe. |
2023-07-30
Tolerando la tosquedad, el mal gusto y el sensacionalismo que nos lanzan a diario los políticos, estamos maleducando un país, España, por la adornada delectación de creer que mirar a otro lado es hacernos la vida fácil.
Considero que el poder del voto es muy grande, tan poderoso como el grito del pueblo que clama los derechos necesarios para vivir una vida digna, por lo que cuando es infravalorado y ninguneado por los apoltronados “en que el resto del mundo les haga la vida más cómoda”, ejercen una especie de parada y estancamiento demostrando que no profesar el derecho al voto en una democracia es un craso error. Como bien ha dicho Jürgen Habermas: “La redención discursiva de una pretensión de verdad lleva a la aceptabilidad racional, no a la verdad”.
Vaya tela… Y la verdad es que no debemos permitir que la preocupación política recaiga sobre el pueblo, esclavo permanente en la concesión de incesantes agradecimientos, para que una vez más los políticos nos hagan lamentarnos de los éxitos de nuestros amigos, porque eso es maldad. Y ante tanta maldad, no podemos quedarnos indiferentes. Estas elecciones han sido una piedra de toque. Prestemos atención a ese grito salido de las urnas diciendo: ¡STOP!
María Zambrano, una mujer intelectual y filósofa, además de ensayista, cuya vida transcurrió en el reconocimiento cívico de las personas. Fue tardíamente en el siglo pasado cuando tuvo su merecido dogma, haciendo en su honor el Museo María Zambrano, cuya visita durante el tiempo que estuve habitando en Vélez-Málaga procrastiné. Hecho que enmendaré porque en dicho museo se expone el ejercicio de que hay que cuestionar por salubridad las acciones de las personas, buscando con ello una mejor reforma social que muestre la calidad de vida para todos.
Decía María Zambrano, que “No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero”. Pero esta transición humana “de lo imposible a lo verdadero”, aplicándola al siglo XXI, en estos mundos tan distópicos que nos dibujan los políticos que no aceptan y patalean la voz del pueblo con dudas, mentiras y sospechas, nos hacen merecedores de muchas explicaciones, por supuesto de explicaciones con transparencia, y de aclaraciones ante la sinvergüencería con que operan abanderando una decencia de la que adolecen.
A mí me da igual si el gotelé pervive o se ha ido para siempre, si el terrazo está o no de moda, si la rabiosa actualidad está en aquel mueble vintage o en aquella pieza barroca, porque al final de cuentas resulta que nunca se ha ido ninguna tendencia evidenciando que este país es ecléctico en su plenitud y a mucha honra. El eclecticismo en su integridad de convivencia es toda una lección de libertad, da igual la altura y el ángulo desde el que se mire, porque existe. Lo peor de todo es el odio y la enemistad que desaparece momentáneamente en pro de pactos y alianzas, hasta que la necesidad se ve suplida, y vuelta a empezar. Las amistades son peligrosas, más aún resbaladizas cuando las alianzas son circunstanciales y transitorias, porque somos seres gregarios, negados a aprender que la muerte no habla mal de nadie, por muy verdad y por muy triste que sea.
Ya lo dice el filósofo y sociólogo alemán del siglo XX, Jürgen Habermas, en una de sus reflexiones: “Avergüénzate de morir hasta que no hayas conseguido una victoria para la humanidad”, preocupación que pone de manifiesto que en la comunicación no se puede dejar a un lado ni la ética, ni la moral en el lenguaje, ni en la noticia y ni en el diálogo, y que todos deben transcurrir sin avasallamientos, mentiras y manipulaciones. Ser gregarios no necesariamente nos debe etiquetar en la vulgaridad.
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