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2024-06-30
Cristo en los Chircales
Como cada día, en el Hospital de San Vicente de Paul, tienen que atender a decenas de niños que presentaban diferentes casos de infección respiratoria, la mayoría de ellos trabajan diariamente y sin descanso, en los chircales de las veredas La Ruidosa, La Hachadura y Patio Bonito, en Nemocón. Estamos en el municipio de Tausa, en el departamento de Cundinamarca, Colombia, el destino del artículo de esta semana. En este lugar, familias enteras luchan contra la miseria fabricando ladrillos artesanales en hornos, sin ningún sistema de seguridad, sin medidas de protección, donde los niños, una vez más, son los más vulnerables. Levantan sus casas en torno a los hornos que no cesan de lanzar un humo que entra por las ventanas, inunda las calles y viviendas, envuelve el ambiente en una tenebrosa neblina y termina infectando a los y las niñas que lo respiran veinticuatro horas al día. Visitar este lugar es un viaje a los infiernos con los ojos inyectados en sangre y grandes lagrimones que resbalan por la cara, por el olor y por el humo. Los niños chircaleros, algunos de no más de ocho años, fabrican ladrillos de adobe, girándolos al sol para que se sequen, acarreando los grandes corros sobre sus inmaduras espaldas mientras fuman tabaco para espantar a los zancudos, cociéndolos en los hornos artesanales de leña y, más tarde, consumiendo pegamento o basuco (un subproducto de la cocaína) para huir de la realidad y dejar atrás los dolores del cuerpo y el alma.
En los chircales, la primera causa de mortalidad en la población infantil, son las enfermedades relacionadas con los vapores que permanentemente inhalan.
El 80 % de los pacientes que recibe el Hospital San Vicente de Paúl de Nemocón, son menores que presentan infecciones respiratorias ocasionadas por el humo. Los hornos funcionan a temperaturas muy elevadas y, ni el chircalero ni sus hijos, poseen ningún tipo de protección. A eso hay que añadir la falta de servicios públicos, alcantarillado, instalaciones adecuadas de luz eléctrica, acceso a la sanidad, ni a la educación. Debido a que carecen de agua potable, beben el mismo líquido que sacan de los aljibes para ablandar la arcilla, para lavar sus cuerpos o la mínima ropa que usan. Se trata de agua que también está contaminada por los mismos residuos de los chircales. Cómo no poseen los recursos económicos necesarios para legalizar y tecnificar sus hornos, estos son artesanales y deficientes, algunos completamente inviables. Terminan convirtiéndose en fuentes de contaminación atmosférica, erosión y hundimientos, ya que la materia prima para mantener el fuego encendido de los hornos, es la leña de los alrededores. La propia contaminación hace que las tierras donde están ubicados, dejen de ser fértiles y hace imposible la agricultura y ganadería. Un laberinto del que, a los chircaleros, les es cada vez más difícil salir. Sirva estas líneas para visibilizarles.
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