J M HERMOSO
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2024-11-03
Personas de hoy
Con rigor y seriedad. Cabe recordar que toda persona, durante la trayectoria de vida que va trascendiendo, tiene algo que ocultar o callar. Por lo que no debemos criticar a los demás por algo que quizá podamos haber incurrido, sin reparar que en tal incurrimiento no fuéramos conscientes de él o, la época del incurrimiento de las cosas que, a bien hoy, traspasan, configuraban por los entonces la anómala normalidad. Esto no es cuestionamiento, no significa maquillar, suavizar. ¡No! No, tampoco estamos ante el ninguneo, o descrédito de los miles de denuncias sobre violencia que cada año se realizan en este país. No se confunda nadie, lo dicho hasta ahora y lo que sigue a la finalización de este párrafo no es una clase moral. Simplemente, es una reflexión pertinente.
Personas de ayer.
Analicemos el supuesto siguiente: Hay ocasiones en las que dos personas interpretan una relación, sin que ninguna de las dos conozca a priori el desenlace de ese encuentro entre esa relación surgida. El Señor y la Señora tal —desconocidos— se encuentran por primera vez en un espacio cualquiera de ‘socialización’, se ven y la física expone reciprocidad de atracción. ¿Y la química, qué…? Ante tal desconocimiento, deciden quedar un día, como adultos que son, para tomar un café y conocerse, teniendo trato y comunicación cara a cara, mirándose a los ojos. Llega ese día y ambos acuden a la concurrida cafetería de la quedada. Entre aromas de café y tintineo de cucharillas, una revelable y tendida conversación transcurre sin reparar en el tiempo que recorren las manecillas del reloj. La química que rezuma en la aislante burbuja que entre ambos se ha generado va calando; con sutilizadora delicadeza se cogen las manos, vuelan mariposas que hormiguean, ascendiendo desde el estómago, hasta los labios de él y de ella, convergiendo en la dulce conquista de un piquito. ¡Qué sensación…!, maravillosa, concatenando algún que otro piquito más mientras las manos continúan entrelazadas por los dedos sueltos a su acoplamiento (…). La cita toca su fin. Ambos, salen juntos de la cafetería y se dirigen al vehículo. Cada uno ocupa uno de los asientos delanteros; el vehículo arranca, y ella pone su mano junto a la entrepierna de él.
Él le dice a ella: “¿qué haces…?”
Ella, calla e instantáneamente retira su mano. ¿Fueron las emociones, la afectividad, la física, la química…? Queda claro que el hilo que marca el fiel de la balanza es tan fino y delicado que resulta muy susceptible de romperse cuando se maneja entre dos.
El caso es que tras aquella cita se siguieron viendo más veces, y al poco tiempo decidieron hacerse pareja. Pasaron pocos meses y decidieron contraer matrimonio. Él (diecinueve años después, bajo el prisma del debate social sobre el ‘caso Errejón’) le recrimina a ella: “tú pusiste tu mano junto a mi entrepierna sin mi autorización.” Aquello fue violencia sexual, le asevera él. Ella no daba crédito a lo oído. ¡Trágame tierra! Acongojada y dolida, se ve envuelta en una avergonzante situación ignorada de su pasado que la sitúa entre las cuerdas a vista de la sociedad actual, que no cabe duda de que es prácticamente la misma de antes.
Hasta aquí, desconozco cómo encajarán los lectores la miscelánea anterior. Personalmente, me quedo en una reflexión profunda ante este supuesto: un relato que perfectamente encaja en la realidad, pero que la verdad, de lo que ocurre verdaderamente, en su texto, es que este es novelado para situar en el debate actual un tema delicado como la violencia.
Radicando todo esto en una reflexión seria sobre la educación. Personas de ayer.
Personas de hoy
¿Dónde está la integridad? ¡Cuántos discursos huecos, soporta la ciudadanía!
Pero, quien esté libre de cargas, que tire la primera piedra.
Señor y Señora X, ¡Pongámonos a trabajar! Dignidad, diálogo, respeto, empatía… La sociedad actual necesita cambiar una brutal cantidad de patrones de conducta adquiridos y roles asumidos.
Violencia de Género
Cada día, en España, 300 mujeres sufren maltrato de Violencia de Género. Cada año, 120.000 hombres se incorporan a esta sinrazón de barbarie.
Desde siempre he defendido que la educación, desde la más tierna infancia, es el camino que de forma efectiva podrá acabar con la Violencia de Género. No hay otro camino tan real. Esta convicción ha guiado el desarrollo de este artículo. Partamos de la premisa de que una educación trasversal, que acompañe todos los ámbitos de la vida de los niños y niñas, puede generar cambios significativos en nuestra sociedad. La educación no debe limitarse a las aulas; es fundamental que se implemente desde los hogares, hasta los centros de trabajo y de socialización.
En las últimas décadas, los gobiernos han invertido grandes cantidades económicas encaminadas a la erradicación de la Violencia de Género. Sin embargo, los resultados no han sido los esperados. Esto plantea una importante reflexión: las políticas y campañas, aunque necesarias, no son suficientes para erradicar la violencia. Si bien las cifras oficiales muestran avances en sensibilización, las tasas de feminicidios y violencia doméstica, violencia vicaria y violencia sexual… continúan siendo alarmantes, no paran de crecer.
Contra la violencia entre cualquiera de las relaciones humanas, reitero: ¡Pongámonos a trabajar! Desde la dignidad, el diálogo, el respeto, la empatía… Todo, traducido a educación, a educar.
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