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2023-11-19
Estafas no, gracias
Que los avances tecnológicos han venido acompañados por transformaciones positivas en las sociedades actuales es algo innegable; hablar con personas del extremo opuesto del mundo a través de una videollamada, recibir correos y mensajes de manera instantánea, imprimir y diseñar objetos en 3D, operar a pacientes a través de un ordenador, son sólo unos pocos ejemplos de lo que la tecnología nos ha regalado. Sin embargo, igual grado de veracidad tiene que, esa misma tecnología, carece de la necesaria seguridad para que el beneficio no se vea superado por el perjuicio que puede ocasionar. Y me estoy refiriendo a las estafas de todo tipo que proliferan convertidas en una peligrosa plaga, llegando al punto de que uno tiene la sensación de moverse por un campo de minas o encontrarse en medio de un fuego cruzado.
Los tradicionales timos de la estampita, el tocomocho, o las falsas ofertas de trabajo, han sido sustituidos por el phishing, el carding, el spamming o el pharming que, en cristiano y respectivamente, serían suplantar a empresas para aprovecharse de los consumidores,
cargar fraudulentamente dinero en las tarjetas bancarias de las víctimas, enviar correos comerciales no solicitados, o suplantar una web legal para reconducir al usuario a una falsa.
Hace unas semanas salió a la luz la estafa del sí, en la que se cae por sólo contestar con un SÍ a una llamada telefónica, pero no olvidemos las ya conocidas por entrar en enlaces recibidos por SMS o correo electrónico, estafas con criptomonedas, la estafa del falso hijo en apuros, y tantas y tantas otras que necesitaría un artículo propio para poder explicar cada una de ellas. La ciberdelincuencia, ya sea contra individuos, empresas e incluso gobiernos, parece no tener límite y aumentar de manera exponencial a la creciente digitalización de nuestra sociedad, y no lo hace únicamente en el aspecto cuantitativo, sino también en el cualitativo dada la sofisticación de los ataques. Lo que no parece ir a la misma velocidad son las medidas de prevención y protección; se podría decir que falta policía en Internet.
Para terminar, dejando por un momento de lado el mundo virtual, querría hacer mención de otro tipo de engaño. Aprovechando que escribo este artículo en vísperas del debate de investidura de Pedro Sánchez, he de decir que me siento estafada con el que, con toda probabilidad, seguirá siendo nuestro presidente. Sentiría igual si tuviese otro nombre o lo representaran otros colores, porque lo que realmente a mí me molesta es que me vendan algo que no es lo que yo he comprado.
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