... es ponernos cuatro lucecitas acompañadas por alguna melodía, y entrar a saco, imbuirnos del espíritu navideño,
2023-12-03
Navidad, ¿en octubre?
Si digo que la Navidad se celebra a finales de diciembre, caigo en una obviedad con la que no descubro nada nuevo; que durante las semanas anteriores el ambiente navideño ocupa casas, comercios, pueblos y ciudades es, además de evidente, comprensible y, para muchos, esperado y deseado. Pero que, sin acabar el mes de octubre, dos meses antes de que los turrones nos visiten, sin haberse celebrado todavía el Día de Todos los Santos o el importado Halloween, los centros comerciales se vistan ya de gala y los regalos y juguetes pueblen sus estanterías, me parece exagerado e incluso improcedente. Un desfase que intuyo se intenta justificar con el argumento de fomentar el consumo. ¿Consumo o consumismo? Cuando apenas nos estábamos enterando de que el otoño, por lo menos en cuanto al clima se refiere, había llegado. Y como las personas somos así,
es ponernos cuatro lucecitas acompañadas por alguna melodía, y entrar a saco, imbuirnos del espíritu navideño,
y lanzarnos a comprar como locos, atreviéndome a decir que una gran mayoría llega a diciembre con la cuenta corriente temblando, y no precisamente de frío.
El tema del alumbrado de las calles no se iba a quedar atrás. Con el mes de noviembre, dando sus últimos coletazos, mas aún vivo, unos cuantos iluminados, nunca mejor dicho, hace ya bastantes días que dieron paso al encendido navideño. Y esto, aunque algo precipitado, es respetable. Lo que me parece patético es la absurda competición en la que algunos han entrado por ver quién lo tiene más grande… el Árbol. Ya podían medirse nuestros alcaldes siguiendo el criterio de los indigentes que retiran de la calle, de cómo impulsan los servicios y obras municipales, y de cuál de ellos se erige como el mejor por llevar a cabo una gestión satisfactoria pata sus conciudadanos. Pero no, lo importante son las luces, ¡y el Árbol!
Llegados aquí, los que tenemos la suerte de no pasar demasiadas penurias llevamos casi treinta días preparándonos, y los que nos quedan, para celebrar la Nochebuena. Otros, en cambio, se organizan como pueden para pasarla no tan buena, ateridos de frío, sin nada que echarse a la boca, resguardados en un cajero, y dando las gracias si algún incívico no les da una paliza de muerte. Luces y sombras que también nos acompañan en estas entrañables fiestas.
Aunque tras esta disertación pudiera parecer lo contrario, me encanta la Navidad. Mas creo que cada cosa tiene su tiempo. Si seguimos a este ritmo, en lugar de esperar a Papa Noel y los Reyes Magos comiendo bombones de licor y arropados bajo las faldas de la mesa camilla, lo haremos tomando un helado y disfrutando de unos días de playa.
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