MANUEL RUIZ TORRES 

"Cuando la acción de voluntariado brota de lo mejor de uno mismo, se puede ayudar al otro sin menoscabo de su dignidad.

2025-02-09

Filosofía y Voluntariado

 

Ya hemos hablado en otras ocasiones de las evidencias científicas acerca de la parte altruista de nuestra naturaleza, con la cual nacemos. Hoy sabemos que hemos basado nuestra evolución en la ayuda mutua, que hemos salido de las crisis gracias al altruismo, no al egoísmo, como se ha comprobado con la espontánea corriente de ayuda que acudió a Valencia tras la dana.

En definitiva, el comportamiento solidario no es una pátina cultural sobre un edificio de egoísmo, sino que también forma parte de nuestra propia naturaleza.

El voluntariado, que es por definición un acto de ayuda a los demás, surge de esta cualidad propia del ser humano: la tendencia a la ayuda mutua, a la cooperación.

De esta manera, puesto que ayudar al otro es un acto que parte de una característica esencial del ser humano y la filosofía como área de conocimiento, se dedica al estudio y profundización de la esencia humana, no es descabellado hablar de las raíces filosóficas del voluntariado.

El voluntariado se apoya en valores morales del ser humano, es decir, virtudes, que hay que entender cómo fuerzas o fortalezas interiores que tenemos todos los humanos, y cuyo descubrimiento y desarrollo es un propósito filosófico.

La acción de voluntariado que surge del interior se alimenta de la compasión, el sentido de la justicia, la generosidad, la solidaridad, la libertad y, por supuesto, de la voluntad. Todo ello virtudes, que a su vez se retroalimentan de la acción de voluntariado en un bucle, en un circuito permanente.

Las virtudes, desde una perspectiva filosófica, tienen un valor moral, es decir, que para apropiarse del beneficio que valen deben ponerse en práctica.

La persona que desarrolla sus virtudes se presta de forma natural a acciones en beneficio de los demás si encuentra la oportunidad para ello. Es decir, hay una relación directa entre voluntariado y desarrollo de las virtudes.

Numerosos filósofos han reivindicado el ejercicio de las virtudes como senda segura para alcanzar la felicidad, a la que tendemos todos los seres humanos. Y así se entiende que la acción de voluntariado, que surge de las virtudes y las potencia a la vez, proporcione una gran satisfacción, como puede atestiguar cualquier persona que ha hecho de la ayuda a los demás un estilo de vida.

Cuando la acción de voluntariado brota de lo mejor de uno mismo, se puede ayudar al otro sin menoscabo de su dignidad.

El espíritu de servicio que debe dar lugar al trabajo altruista se encuentra perfectamente definido por Jean Pictet, en sus comentarios a los Principios de la Cruz Roja: “Servir quiere decir dar, sacrificar una parte de sí mismo, de lo que se posee, en favor de otros., escribió Jean-G. Lossier. Según él, es necesario, en primer lugar, conocerse, encontrarse a sí mismo, único medio de conocer y de encontrar a los demás. Es muy cierto que cuanto más grande sea nuestra riqueza interior, más frutos producirá nuestro trabajo. Si no hay luz en nosotros, ¿cómo iluminaremos el camino?”


 

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