MANUEL RUIZ TORRES 

"Lo primero que hay que reconocer es que somos ignorantes, el “Solo sé que no sé nada” de Sócrates. 

2024-11-03

 

Ignorancia, formación…

 

La capacidad de aprender a través de la educación es uno de los más importantes logros evolutivos del ser humano. Infinidad de especies son también capaces de desarrollar un aprendizaje relacionado con los comportamientos básicos para la vida, pero desde una forma primordialmente instintiva. Sólo el ser humano es capaz de aprender con plena conciencia y orientación de aquello a lo que dirige su curiosidad. Es evidente que el poder de la educación es uno de los pilares de nuestro éxito evolutivo, que nos ha permitido (y nos permite aún) superar infinidad de problemas.

La filosofía clásica no ha sido ajena a esta realidad, y desde el inicio numerosos filósofos y escuelas han apuntado la gran importancia de la educación para conseguir los instrumentos que permiten alcanzar los propósitos de cada cual. Hay un librito tibetano, recopilado para Occidente por Helena P. Blavatsky, titulado La Voz del Silencio, que señala un itinerario crucial para la evolución del ser humano mediante la educación, que se podría recoger en los rasgos de sus tres fases: ignorancia, formación, aplicación.

Esta ruta es como un triángulo, aplicable a cualquier ámbito, aunque especialmente valiosa y efectiva en la vida interior.

Lo primero que hay que reconocer es que somos ignorantes, el “Solo sé que no sé nada” de Sócrates.

Este concepto aparece también en el taoísmo, acerca de la necesidad de que el recipiente esté vacío para que pueda contener algo. Sin embargo, siendo tan evidente que debemos aceptar nuestra ignorancia para ir tras el conocimiento, es muy frecuente que no se produzca ese primer requisito. La abundancia de información (muchas veces falsa o incompleta) y una consolidada opinión (que no conocimiento) sobre todo, hace que se vea innecesario reconocer que somos unos completos ignorantes.

Suponiendo que demos ese primer paso, el siguiente es adquirir la formación necesaria para solucionar el asunto de la ignorancia. Dada nuestra naturaleza curiosa, esta fase es muy placentera. Una vez iniciado el proceso, nos encanta conocer y acumular ese conocimiento. La Voz del Silencio alerta sobre el riesgo de quedarnos paralizados en esta fase sin pasar a la siguiente, que es la que proporciona la sabiduría, porque después de recibir el conocimiento debemos aplicarlo para hacerlo nuestro verdaderamente. Así, el conocimiento teórico y la confirmación práctica nos vuelven un poquito sabios, gracias a lo cual reconocemos que seguimos siendo ignorantes y volvemos a empezar el proceso, que vuelve un bucle que se retroalimenta y conduce a una sabiduría mayor.

Por poner un ejemplo, reconociendo una situación de fragilidad, llego a la conclusión de que necesito ser más fuerte, pero ¿cómo lo conseguiré? Encuentro una respuesta en la filosofía platónica o estoica, desarrollando las virtudes, que son fortalezas interiores. La idea me gusta, me identifico con ella, pero sólo cuando realmente la aplico y me hago virtuoso, constato hasta qué punto supero mi fragilidad y alcanzo una pequeña sabiduría sobre esta cuestión, porque en la aplicación alcanzo la demostración de la idea.


 

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