![]() |
MANUEL RUIZ TORRES
|
2024-09-08
La sustancia del odio
No siempre nos encontramos con espacios maravillosos mirando al interior, al contrario, a veces da la sensación de que si nos asomamos al alma sólo encontramos habitaciones grises y anodinas, ocupadas por la indiferencia y el tedio o auténticas cámaras de los horrores, cuya atmósfera viciada y pestilente contamina la intención. En uno de estos lugares del alma podemos encontrar el odio, que no es animalidad (los animales no odian), sino ausencia de humanidad.
Es el hueco dejado por el amor ausente, que como en la galería horadada por el gusano, en el fruto maduro y llena de podredumbre, comienza a ser ocupado de rencor, frustración, miedo, egoísmo, ignorancia, avidez, una mezcla que emponzoñan ese lugar del alma.
Si el odio se perpetúa e intensifica, el alma entera se deforma, y la potencia de su efecto, tras corromper al ánimo y la compostura de la mente, alcanza al propio cuerpo.
La sustancia del odio es la misma de la que están compuestos los genocidios y los crímenes contra la Humanidad. La sustancia del odio es la misma de la que están elaborados las persecuciones, los intentos de exterminio, los atentados. La sustancia del odio es la misma de la que están hechos los guetos, los apartheids, los gulags.
Es sólo cuestión de dosis. De igual manera que es solo cuestión de dosis que la molécula letal de un pesticida que elimina a un insecto, pueda hacerlo también con un ser humano, o una población entera. El mismo odio que se está colando entre las grietas humanas de nuestra sociedad, el mismo rencor que puede rastrearse en las redes sociales, el mismo fanatismo excluyente con el que se esgrimen los insultos es el que, con la intensidad y extensión adecuada, da lugar a una matanza, a un atropello sistemático de los derechos humanos, a un desastre humanitario.
Conviene tener presente esta realidad, porque cuando empiezan a multiplicarse los odios individuales sólo es necesario que alguien los canalice, los organice, para que se produzca lo impensable, para que encarne de nuevo la barbarie.
Y ¡es tan fácil reconducir los odios individuales a un abismo colectivo!
Frente al desprecio y la persecución, frente al odio, opongo la idea de la fraternidad, que se basa en el hecho de que todos los seres humanos, por la simple condición de serlo, albergamos la excelencia en potencia. Con el esfuerzo y conocimientos adecuados, todos somos susceptibles de desarrollar los más altos valores de la Humanidad.
La fraternidad no es incompatible con la firmeza de las convicciones, no implica renunciar a la oposición más rotunda de los atropellos e injusticias, no supone claudicar en la exigencia de una sociedad firme frente a la violación de los derechos humanos. Al contrario, la idea de la fraternidad lleva implícita el ideal de justicia, cuya búsqueda es incompatible con el odio. La idea de fraternidad implica que los valores humanos no son patrimonio de ninguna ideología, sino logros evolutivos de toda la Humanidad. La sustancia de la fraternidad, al contrario del odio, es una forma sutil y duradera de amor que conduce a la unión.
Para dar tú opinión tienes que estar registrado.