2022-12-18
Fulanito Mengano Gutiérrez es un humilde concejal de Empleo de un pequeñito pueblo de Andalucía. Su única vocación es su trabajo como mecánico en un taller de su localidad y el firme compromiso social que tiene por ayudar con sus ideas a sus vecinos.
Este concejal aceptó ir en las elecciones municipales con su partido, al que le une no solo el firme convencimiento de pertenencia a la clase trabajadora, sino también la convicción de intentar mejorar la situación socioeconómica de los trabajadores y trabajadoras de su municipio.
Consideraba que desde la Administración Local se puede y se deben poner en práctica iniciativas que ayuden de manera rápida y eficaz a aquellos vecinos que, por distintas circunstancias (desempleo, situación en riesgo o estar en situación de exclusión social, jóvenes, parados de larga duración, familias monoparentales, …) no pueden garantizar un ingreso al mes que garantice el pago de las obligaciones familiares (energía, alimentación, ropa, vivienda, …).
Fulanito veía como cierta parte de la población de su localidad creía que la solución a los problemas de este colectivo debe ser la caridad, es decir, mantener mecanismos de asistencia en determinados periodos para dotar a estas personas de los productos o necesidades que creen que precisan (entrega de alimentos, recogida de ropa, pago de gastos familiares puntuales, ayudas escolares, …).
Pero también veía que dichas personas con el rodillo caritativo no lograban salir de un círculo peligroso de ayuda asistencial constante. Si alguna de esas personas aceptaba algún contrato por días se jugaban todas las ayudas que luego necesitarían para todo el año. No es tan fácil ponerse en la piel de estas personas que, por las causas que sean, dependen de porcentajes, días y números para garantizar que a sus hijos no les falta un plato de comida o no son desahuciados de sus casas.
¿No es más justo socialmente que se puedan iniciar procedimientos que no sean caritativos y que solo pretenden saciar la vena solidaria de quiénes tienen el poder y los egos de muchas personas a las que es más fácil y atractivo dar limosna que comprender y poner en marcha mecanismos de ayuda integral para dichas personas? Lógicamente sí.
Y por eso se puso manos a la obra desde el primer día en el que fue elegido y aceptó la responsabilidad de intentar iniciar un camino distinto desde el Gobierno municipal para crear mecanismos que profundizara en lo integral y no en lo coyuntural. Dado que también conocía la opinión generalizada de que las medidas sociales que se estaban realizando desde la Administración Local siempre iban dirigidas a un mismo grupo de población, y que el resto de los vecinos veía con incomodidad y malestar, decidió que había que escuchar a todos los actores e iniciar las modificaciones oportunas para que se pudiese generar iniciativas que ayuden a salir del círculo vicioso de dependencia a aquellos que están atrapados, algunos pocos por comodidad, la mayoría por necesidad y otros por una situación circunstancial.
Se dedicó a analizar la legislación y las competencias, y se dio cuenta del caótico mundo de las competencias administrativas (para los ajenos a estos términos, es lo referente a si es un tema que le corresponde al Ayuntamiento o es de la Diputación, o es de la Junta o es del Estado o de la UE), o cuestiones financieras (si quitar de partidas asignadas a otros gastos pueden cambiarse a otras partidas económicas más necesarias) o cuestiones administrativas (a qué funcionario o departamento municipal le corresponde llevar a cabo memorias, proyectos, informes que avalen, justifiquen o desarrollen medidas de este tipo), …
Y Fulano comenzó a escuchar los avisos de funcionarios o cargos de otras administraciones que le indicaban que la prevaricación es el delito de poner en marcha iniciativas políticas con informe en contra del funcionario de turno, más allá de si es por urgencia o es por ayudar de manera ágil y eficiente a algún vecino para evitar los penosos procesos de cobertura social o administrativa existentes, o si la normativa actual no se adecuaba a las situaciones reales de la gente, o si las competencias estaban en un limbo de palabrerío que de nada le sirven a los vecinos que lo necesitan, …
Este pobre concejal comenzó a darse cuenta del peligro de intentar poner en marcha iniciativas ajustadas a las necesidades de su población y no caer en el camino. El “establishment” lograba crear miedo a quiénes solo quieren llevar a cabo iniciativas sociales que ayuden de manera real a la gente, y no el charipeo que muchos quieren seguir teniendo por imagen y postureo.
Los cambios precisan de gente valiente y comprometida, de gente que anteponga las necesidades reales y no se queden en lo superficial, sino que caven hacia las raíces de los problemas para darle soluciones efectivas y trabajadas. Y si el sistema te lo impide, la pedagogía, la unidad, la transparencia, la confianza y la ejemplaridad con el pueblo te permitirá generar iniciativas con la tranquilidad de no estar solo ante los proyectos que te piden desde el pueblo.
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