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2023-09-10
Septiembre
Tras un agosto frenético, políticamente hablando, este septiembre, tradicional mes de tormentas, no va a tener fácil ser capaz de sorprender a nadie.
En el horizonte más cercano, una investidura “de dibujos animados”, la que protagonizará el bisoño Feijóo, —lo de “bisoño”, que es algo así como “pardillo”, son palabras de su compañera Díaz Ayuso—.
Un Feijóo que debería haberse dado cuenta ya, a estas alturas, que el largo plazo de más de un mes hasta el pleno de investidura, le va a quitar mucho más que darle. No convence, ni va a convencer a nadie, más allá de a sus colegas de VOX, que ya saben que su apoyo es toda una soga al cuello del líder popular; y, lo que es peor para sus intereses, cada vez convence menos a los suyos, que ya le han perdido hasta el respeto en público, expresando sus opiniones contrarias a la estrategia planteada por el presidente del PP.
Así las cosas, el futuro no trae buenos augurios para Feijóo, porque le ofrece un escenario absolutamente envenenado. Primero, una investidura fallida, en medio de una dinámica de pérdida de tiempo político que no puede permitirse este país. Después, ya como “derrotado”, tener que tragar con lo que venga por delante.
Y es que la alternativa que se le viene encima prácticamente le condena: O gobierno de progreso, que es tanto como una declaración exhaustiva de fracaso político; o repetición de elecciones, en la que sólo podría ofrecer una imagen débil y gris, tras lo acaecido desde el 23F.
Y, alrededor de toda esta coyuntura, un país que ya no tiene miedo a que haya interlocución entre las izquierdas y los nacionalistas; que sabe que España no se va a romper por mucho que lo deseen las derechas, pues sería su único asidero; y que ve, día tras día, cómo en Cataluña se recupera la convivencia que el PP ayudó a destrozar a base de decisiones equivocadas y falta de diálogo.
En Jaén necesitamos, además, que este sea un mes de profunda reflexión en torno a nuestro aceite de oliva y sus precios actuales. No puede ser que se encuentre a más de 10 euros el litro en el supermercado, porque eso se traduce en precariedad para nuestro territorio. Ni tampoco las cosas se arreglan sólo con acciones contra el Gobierno que más ha hecho en los últimos años por el olivar. Sencillamente, la gente, los consumidores, se pueden llegar a hartar, y buscar una alternativa más barata, aunque sea de peor calidad.
Más allá de los efectos de la oferta y la demanda, hace falta cabeza, reflexión, bajar a la realidad, buscar fórmulas que refuercen la posición de cara al mercado, dialogar y tomar decisiones sobre la base de nuestro presente y nuestro futuro. Y dejar de meter la cabeza bajo el suelo, cuál avestruz esperando que “las cosas sigan como siempre” por el simple devenir de los tiempos; porque el mercado es mucho más fuerte, y porque ya está bien en tener que confiar sólo en la cultura de la subvención para sacar todo el valor que hay en nuestro olivar. Y, habiendo cosas urgentes, esto es algo extraordinariamente urgente. Llevamos demasiado tiempo con la sensación de que sigue habiendo una buena parte de los actores del olivar que dan palos de ciego, que no se ocupan de gestionar el porvenir, y que quieren pensar que arreglar esto queda solo en el tejado del gobierno, olvidando, un día sí y otro también, que los principales hacedores de su futuro son precisamente ellos mismos.