19-06-2022
Nuestro mundo interior es vida que se manifiesta en las emociones que se despliegan súbitamente, o en los sentimientos elevados de más recorrido o en percepciones sutiles que tiñen el fondo de nuestros escenarios interiores, o en el universo de pensamientos, contemplaciones y convicciones.
Una de las características generalizadas de la vida es la propagación y, por tanto, como decía el filósofo Jorge Ángel Livraga, la propaganda de los sentimientos, ideas y convicciones, en tanto que realidades interiores vivas, no sólo es
legítima sino también natural e inevitable. Posteriormente el diálogo y la confrontación de ideas o sentimientos va moldeando la presencia de todas.
Propaganda es propagar, la tendencia innata de perpetuarse venciendo las caducidades que impone el tiempo. Es compartir, sacar de dentro a afuera los frutos de nuestra vida interior para que germinen como semillas en la vida interior de otras personas. Gracias a este logro evolutivo del ser humano, la experiencia individual consciente puede propagarse y ser apropiada por infinitas personas posteriores.
La propaganda más sincera y completa es la que se reconoce por su coherencia: se piensa, se siente y se actúa de igual manera. Es ver en los actos los pensamientos de quien los realiza. Es la más difícil y escasa, pero la más efectiva para traspasar el horizonte del tiempo.
La propaganda de las emociones utiliza a las musas y se cristaliza en poesía y en otras expresiones artísticas; la propaganda a través de las acciones se visibiliza mediante la militancia y el voluntariado; y la propaganda de las convicciones rezuma por los poros de la comunicación, no puede refrenarse ni obviarse.
En un ser social como somos los humanos, es muy normal que la expresión de nuestra vida interior, de nuestras emociones, pensamientos y convicciones, se canalice en el seno de grupos sociales de todo tipo, asociaciones, colectivos, instituciones, partidos, colegios, agrupaciones, plataformas y un amplio etcétera. Por tanto, lo natural es que todos los grupos sociales tiendan a propagarse y realicen propaganda de su ser y su existir, de tal manera que la foto fija de una sociedad viva es el cruce de un sinfín de mensajes de propaganda en todas direcciones.
Sin embargo, nuestro entorno social se vuelve más aséptico frente a la propaganda, como si estuviera mal visto llevarla a cabo o se temiera a quienes lo hacen y aunque pueda parecer lo contrario, cada vez es más difícil propagar de manera sincera y natural las propias emociones e ideas frente a un entorno social más hostil. Como si la tendencia fuese reconducir a una sociedad uniforme y estéril, con apariencia de diversidad. En definitiva, una traba más para la vida, en este caso, la vida interior.
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