MARCOS A. GARCÍA MARTÍNEZ

...Yo me quedo con tres: Gremlins (1984, bendito año para el cine de mi generación) de Joe Dante, Solo en Casa (1990) de Chris Columbus y Love Actually (2003) de Richard Curtis.

2024-12-29

 

Pelis que son Navidad

 

La Navidad es el momento en que nos reencontramos con la familia y amigos que hace tiempo que no vemos. En esos reencuentros llenos de abrazos, grandes alegrías y alguna que otra confidencia nos embriaga una sensación de estar como en casa, la confianza de que, aunque las cosas hayan podido cambiar por el paso del tiempo y las vivencias y cicatrices que cada uno vamos acumulando, sabemos con quién estamos y nos envuelve la confianza y el confort de sentirnos en el hogar. 

Aunque pueda parecer lo contrario, en esta ocasión no voy a hablar de las películas navideñas que nos han acompañado a lo largo de los años. Y no será por no ser un género más que interesante en sí mismo, plagado de grandísimos clásicos de la historia del cine, entre los que destaca por derecho propio ¡Que bello es vivir! (1946) de Frank Capra, que ha sido sin dudas la gran película navideña por excelencia durante casi todo el siglo XX. Pero si he de ser sincero, para mí los clásicos navideños son otros.

Sí, lo sé, he dicho que este artículo no pretende hacer un repaso a esos títulos navideños, pero no me puedo resistir a mencionar algunas pelis impregnadas por el espíritu de la Pascua que me han venido a la cabeza y que me hacen dibujar una sonrisa con solo recordar sus títulos.

Yo me quedo con tres: Gremlins (1984, bendito año para el cine de mi generación) de Joe Dante, Solo en Casa (1990) de Chris Columbus y Love Actually (2003) de Richard Curtis.

De la primera de esta terna, Gremlins, me quedo con su espíritu gamberro que pervierte el canon navideño gracias al uso de un humor negro en su particular crítica al modo de vida americano. Es sin duda una película indispensable para entender el fenómeno cinematográfico de los 80, que no habría sido posible sin la productora de Steven Spielberg Amblin Entertainment, responsable de los grandes títulos de cine para jóvenes de esa década. El guionista de Gremlins, Chris Columbus, nos regaló Solo en casa, la película navideña más divertida de todos los tiempos y que sabe como ninguna mostrarnos el punto de vista de los verdaderos protagonistas de estas fechas, los niños, que con su mirada son los que dan el verdadero sentido a la ilusión y magia que debe imperar en estos días, y de los que a veces nos olvidamos imbuidos en nuestra espiral de complicaciones varias. Macaulay Culkin pone rostro a esa venganza particular de los niños hacia sus mayores, que no es más que una llamada de atención sobre lo que es verdaderamente importante en estas fechas. Y así llegamos al clásico navideño del nuevo milenio, Love Actually. Porque si hay algo importante en estos días, y siempre, es el amor y en esta película del maestro de la comedia romántica Richard Curtis (también director de Cuatro bodas y un funeral) lo disfrutamos en todas sus formas y condiciones gracias a un reparto en estado de gracia y un conjunto de historias maravillosas.

Una vez hecho este receso, quiero continuar hablando de esa sensación reconfortante que experimentamos en las Navidades, pero también en el cine, y no necesariamente en el cine navideño. En este último mes se han estrenado un par de películas que bien podrían ser la traslación al cine de esa sensación tan característica que vivimos en los múltiples reencuentros durante estas fiestas. Os hablo del gran estreno de noviembre Galadiator II (2024) del grandísimo Ridley Scott y de Mufasa, el rey león de Barry Jenkins, director de la oscarizada Moonlight (2016), estrenada hace apenas unos días. En estas dos secuelas/precuelas de dos grandes películas no pude evitar dejarme llevar esa sensación de sentirme cómodo con lo que estaba viendo, siempre con la ilusión de descubrir algo nuevo, pero sabiendo el terreno que pisaba y disfrutando de la complicidad que desde la pantalla se me brindaba.

En el caso de Gladiator II el espectáculo está servido, es sinceramente increíble el portento creativo de Ridley Scott que en sus ochenta aún sabe tomar el pulso de la historia y su contexto para ofrecernos una obra de arte cinematográfica desde lo visual y la puesta en escena, que no se olvida de cuál es su público actual y que sin complejos referencia a la obra seminal, desde una perspectiva muy moderna y con una energía que verdaderamente reconforta.  Autor del Gladiator (2000) original, Scott ha aprendido la lección tras los varapalos de taquilla que sufrieron El último duelo (2021) o su personal Napoleón (2023) y nos ofrece un espectáculo superlativo que evoca de forma magistral el dramatismo (sin alcanzar las altas cotas de la película protagonizada por el oscarizado Russell Crowe) y el carácter épico de la anterior entrega, pero con modos que conectan con lo que las nuevas audiencias esperan ver en el cine. Lo dicho, como volver a casa tras casi 25 años, en la que todo ha cambiado un poco, pero sigue siendo tu hogar.

Dando un paso más allá se presenta Mufasa, el rey león. A primera vista, se podría caer en el error de pensar que la película es un remedo de la anterior El Rey León (2019) de Jon Favreau porque nos ofrece justo lo que esperamos en el tratamiento de la historia y los personajes. Pero en esta precuela de nuevo escrita por Jeff Nathanson, guionista y director muy vinculado a Spielberg (para él escribió La Terminal (2004), Atrápame si puedes (2002) y echó una mano en su cuarta aventura con Indiana Jones), nos encontramos con una historia que nos lleva a los orígenes y nos hace entender por qué nos gustan tanto esos personajes que conocemos desde hace 30 años, recordemos que la original El Rey León es de 1994. Mufasa está resuelta con una maestría técnica impresionante, pero lo que más destaca en ella es que, gracias a un guion no falto de interés, ritmo y diálogos bien perfilados, consigue que el regreso a este mundo sea de lo más placentero y, a ratos, estimulante. Sabes lo que te vas a encontrar, pero, aun así, lo disfrutas e incluso te sorprende, tal y como nos sucede año tras año en estas fechas en las que sabes que en la cena con la familia en Nochebuena puede pasar cualquier cosa.

En resumidas cuentas, ya sea por su temática o por lo que nos transmite, el cine también puede ser ese hogar que nos acoge y nos hace sentir parte de algo más grande que nosotros y que nos gusta.

El motivo por el que volvemos una y otra vez a reencontrarnos con los viejos amigos, con la familia. Antes de terminar, tengo que confesar una cosa: si, lo reconozco, cuando pensé en mis pelis navideñas favoritas también me vino a la cabeza Se armó el belén (1970) con Paco Martínez Soria, pero porque siempre la confundo con la película de Manolo Escobar El Padre Manolo (1967) de Ramón Torrado y con ella viene el recuerdo de mi abuelo Antonio que adoraba a Manolo. Mi abuelo nos dejó hace ya casi tres décadas, pero no hay Navidad con reunión familiar que se precie en la que él no esté presente, porque en su recuerdo todos nos sentimos mejor, nos sentimos en el hogar. Y a veces en el cine también nos pasa eso, que las pelis nos hacen sentir cómodos, reconfortados, como cuando disfrutaba de las desventuras del bueno del padre Manolo con mi abuelo Antonio sentado a mi lado. Porque hay pelis que son Navidad.


 

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