08-05-2022

Son las dos caras de la moneda. Solo que, en este caso, no todo depende de la suerte. Está en nuestras manos inclinar la balanza a uno u otro lado, o al menos intentarlo. Parece claro que la pandemia se halla en retroceso.

En gran medida debido al alto grado de inmunidad alcanzado por la población en general, bien por haber recibido las correspondientes dosis de la vacuna, bien por conseguirla de forma natural tras superar la enfermedad, o incluso por ambas cosas. Tras entrar en vigor, el 14 de marzo de 2020, el primero de los estados de alarma que trajo consigo un confinamiento de meses, tras las duras restricciones impuestas, tras seis olas devastadoras, tras dos años de sufrimiento, las puertas que nos conduzcan a esa normalidad tan deseada comienzan a abrirse, a entreabrirse.

Pero todavía no se puede dar la batalla por ganada; el enemigo persiste en su empeño, y sigue ahí. No podemos olvidar esta circunstancia. La parte negativa es que, una vez eliminadas las restricciones, los ciudadanos nos hemos lanzado, sin red, a vivir todo lo que el virus nos ha robado durante este tiempo: Semana Santa, ferias, Cruces de mayo, romerías, … y esto obviando una infinidad de reuniones familiares y sociales.

Esta actitud, si bien comprensible, demuestra ser poco inteligente; cualquier paso en falso nos puede hacer retroceder, y perder lo logrado después de tantas penalidades. La incidencia en la población mayor de sesenta años, la única franja de edad que al parecer se recuenta, no para de crecer; y estas personas son las más vulnerables y las que corren un mayor riesgo de enfermar de gravedad y morir. El resto de población no es de esperar que cuente con índices mejores, solo que la juventud es un factor a favor que permite a la enfermedad pasar desapercibida.

“De mantener un comportamiento responsable depende que la pandemia quede, en no mucho tiempo, en una amarga pesadilla,”

Como siempre en el término medio está la virtud. No es necesario confinarnos, no es necesario no reunirnos, no es necesario separarnos de nuestros familiares, no son necesarios grandes sacrificios. No será necesario si mantenemos aún unas ciertas medidas preventivas: higiene, distancia de seguridad, mascarillas en zonas concurridas en especial si son en interiores; es cierto que la ley no lo exige ya, pero ello no quiere decir que no sea recomendable. Hemos soportado más de dos años, ¿qué supone un pequeño esfuerzo más? De mantener un comportamiento responsable depende que la pandemia quede, en no mucho tiempo, en una amarga pesadilla, y que las próximas olas con las que nos encontremos sean solo las olas del mar.

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