... ¿a qué viene esa sensación de desapego?

2024-02-11

 

Juventud y política

 

No hace demasiado tiempo, en una reunión sobre alianzas y estrategias de cara a una cita electoral, volvió, una vez más, y van “mili quinientas”, a salir a relucir el tema del pasotismo juvenil respecto a la política. El famoso “pasan de todo” que se ha convertido en una frase atemporal y recurrente que ya usaban las generaciones anteriores a la nuestra refiriéndose a nosotros y, supongo, las anteriores refiriéndose a ellas.

Generalmente, esta afirmación va unida a una coletilla que más o menos dice que aquella juventud que sí se moviliza suele ser de derechas, más o menos extremas.

Estas conclusiones provienen de la constatable ausencia de la gente más joven en muchas de las movilizaciones y convocatorias que van surgiendo en nuestros pueblos y ciudades. Es lógico, ante esta ausencia, llegar a la conclusión de que no les importan las reivindicaciones que allí se hacen. Quienes estamos acostumbrados a acudir a estas convocatorias no nos entra en la cabeza que quien comparte la reivindicación y tiene tiempo, no acuda a gritar frases más o menos afortunadas mientras se da un paseo por la ciudad.

Pero, si analizamos las redes sociales, auténticos barómetros de las cosas que importan, por lamentable que nos parezca esta afirmación, a la juventud sí que le interesa la política e incluso se podría decir que les mueve a manifestarse en un sentido u otro. Ven vídeos, participan en debates y, coloquialmente, hablando, se mojan, dando su opinión y defendiendo su punto de vista. Y esto es extensible a todas las opciones del espectro político.

Entonces,

¿a qué viene esa sensación de desapego?

En mi opinión, se trata de falta de análisis. Porque la diferencia está en la forma en que las nuevas generaciones se acercan a la política, muy distinta a cómo lo hemos hecho en otros momentos.

Ya nadie llega a la política de una manera “filosófica”, analizando el modelo de sociedad en conjunto que quiere ver a su alrededor. Buscando, de manera general, aquellas propuestas que le hacen sentir más cómodo o a las que se pueda llegar por unas u otras circunstancias. Leyendo gruesos manuales de política rimbombante y, en muchos casos, trasnochada.

Ahora los posicionamientos surgen sobre asuntos concretos y temáticas determinadas. Y, desde luego, no dedican tiempo a participar en manifestaciones o concentraciones de las que no ven la relación directa causa-efecto.

Pongo un ejemplo. Si a una persona joven le interesa especialmente la protección y defensa de los derechos de los animales, casi siempre debido a su propia experiencia personal, estará abierto a apoyar aquellas opciones políticas que defiendan un punto de vista similar al suyo, siendo totalmente cerrado a aquellas otras que se basen en lo opuesto. Pero ello no va a significar que apoye definitiva e incondicionalmente a esa opción.

Y, ante esto, no quieren que nadie les hable de derechas o izquierdas o de arriba o abajo, sino que su posicionamiento y su apoyo empieza y acaba en ese tema. Para el siguiente, ya veremos.

Igual podríamos haber citado como ejemplos los derechos LGTBI, el feminismo, el ecologismo, la inmigración, etc.

Todo ello, entiéndase bien, hablado en términos generales, puesto que cada persona es un mundo y habrá quien no se vea identificado en estas pautas, pero creo que es fácil establecer patrones generales de comportamiento.

Quizá la última tentativa de iniciar un movimiento político “a la antigua usanza” fue el 15M, que precisamente pretendía romper con una forma de hacer política que deja de lado a la propia ciudadanía. Una movilización que proponía unos cambios que el propio sistema se ha encargado de neutralizar como siempre hace, asumiendo los más inocuos y desarmando de mil maneras los más peligrosos para el propio sistema. Demostrando así, quizá, que luchar contra el sistema desde el propio sistema, aunque no podamos decir que sea una pérdida de tiempo, sí que hace el camino mucho más largo hasta incluso perder de vista el horizonte al que se aspiraba.

Y todo esto tiene mucha importancia porque

conseguir que la juventud se movilice y se identifique con unas propuestas concretas, a su manera, es fundamental para conseguir cambios que, además, les afectarán a ellos principalmente.

Vivimos en un mundo en el que la mayoría de los empleos del futuro aún no existen. Donde emanciparse antes de los 35 parece ya un cuento de Navidad y donde la formación se presenta como un camino eterno en el que uno nunca llega a su destino, o bien porque no se ha formado bien o porque se ha pasado de frenada y está sobre preparado.

Es difícil, reconozcámoslo, identificarse con alguien o algo si lo que dice o lo que representa está alejado de nuestro día a día, de nuestra realidad cotidiana.

Ante esta situación, pedir a alguien que ha nacido ya en una sociedad que apenas ha variado ni en sus horizontes sociales ni en sus propuestas de futuro, que salga a hacer una defensa de una opción política, máxime cuando solo se le pide su implicación de cara a unas elecciones donde no ven entre las candidaturas a gente de su generación y que compartan sus propuestas y su estética, suena a brindis al sol.

Y acercarse a la gente joven, especialmente a la que se preocupa por el mundo que tiene a su alrededor, que yo mantengo que es la mayoría, no consiste en hacer vídeos de TikTok o hablar en jerga “reggaetonera”, sino escucharlos, comprometerse y actuar en consecuencia. El problema es que se ha engañado ya tantas veces que ya nadie cree que venga el lobo, ni siquiera cuando le está mordiendo los tobillos.

Conseguir esa implicación debería ser tarea principal para los ideólogos de programa y los analistas y entendidos en comunicación de los diferentes partidos políticos, porque sin la juventud no habrá cambios y ellos no se van a mover porque se lo digamos, sino porque los convenzamos de que es necesario y de que son sus problemas los que nos preocupan.


 

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