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2024-06-02
El primer paso es generosidad
Siempre que tengo ocasión lo afirmo: el altruismo es innato en el ser humano. En contra de lo que se afirmaba hasta no hace demasiado tiempo, aspirar al bien común no es la pátina cultural de determinados sistemas de creencias. El ser humano no sólo alberga un ‘modo de acción’ egoísta, sino también un ‘modo de acción’ altruista, siendo diferentes expresiones de amor, como la generosidad, la compasión o la concordia, su núcleo fundamental.
Pese a esta inclinación innata al altruismo según demuestran numerosos ejemplos en psicología evolutiva realizados en infantes hasta los dieciocho meses de edad, conforme nos vamos integrando en nuestra sociedad occidental, hiper individualista, competitiva y consumista, el altruismo deja paso al egoísmo y la predisposición a la ayuda mutua queda muy soterrada en el escenario de nuestras intenciones, cuando no definitivamente desactivada.
¿Por qué hemos desarrollado el comportamiento altruista,
basado en muchas maneras que identificamos con el Amor? Porque es lo que nos ha permitido superar tantas situaciones difíciles a las que se ha enfrentado el ser humano, porque ha sido la puerta que lleva a nuestra evolución cultural y a nuestro desarrollo espiritual.
La generosidad, uno de los motores fundamentales del modo de acción altruista, no parece estar de moda en nuestra sociedad. La intensa corriente de intenciones y de opinión a la que estamos todos sometidos a través de medios de comunicación, redes sociales y la propia inercia colectiva empuja en un sentido contrario a la ayuda mutua como fuente de decisiones.
La preocupación casi exclusiva por los intereses individuales desplaza cualquier atisbo sincero de generosidad, y se señala como algo normal y propio del individuo. Si siempre hubiese sido así, no se habrían encontrado evidencias de la aplicación de cuidados a otros congéneres en fósiles de seres humanos de hace cientos de miles de años.
No tengo estadísticas que me lleven a afirmar el declive de la generosidad, sólo percepciones subjetivas y personales que ojalá me desmienta cualquier lector con información objetiva y contrastada. Los que me conocen saben que empleo voluntariamente parte de mi tiempo, esfuerzo y magros recursos en iniciativas colectivas que tienen como objetivo el desarrollar proyectos que benefician al conjunto y he de reconocer que la intensa corriente en la que nuestra sociedad se ve arrastrada, de individualismo y exclusivo interés por lo personal, también hace mella en nuestra actividad.
Parecemos olvidar que, sin embargo, el primer paso es la generosidad.
Hay muchas personas que anhelan un sincero desarrollo interior, un crecimiento espiritual, y se entregan a ejercicios y prácticas
que llevarían a tomar conciencia de realidades metafísicas, sin ser conscientes, tal y como afirman tantos maestros de sabiduría de la Humanidad, que ningún ejercicio o práctica logrará avanzar un solo milímetro si nuestro modo de vida no ha recuperado la práctica de la generosidad, de una manera tan natural, espontánea y cotidiana como alimentar nuestro cuerpo.
Sin generosidad a raudales difícilmente puede pretenderse el desarrollo de otras virtudes.
Repito lo que aprendí, el primer paso es la generosidad. Para todo.
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