ARTESANOS DEL CONFORT

... bingo, alguien contestó desde el otro lado. 

2024-06-02

 

Descoordinación en el SAS 

 

 

En la formación de una persona son muchas las circunstancias que se ligan cuando se trata de extender lazos para estar informada, tener una opinión más o menos compartida y ser leal a uno mismo. Como es el argumento de no hablar en una reunión de política, sexo o religión.

No es mi caso. Hablar y opinar forma parte del enriquecimiento, por supuesto, dando por hecho que en todo intercambio de pareceres siempre sea en una lid justa y respetuosa, nada difamadora y muy ceñida al ciudadano real y de a pie.

En estos tiempos son muchos los testimonios que se suceden en las redes, que se escuchan en las travesías del metro, o en la mesa de al lado del restaurante elegido. Testimonios de disconformidad y descontento, con el mismo lema: la vida está muy difícil, y cada día más.

Una mujer narraba justo ayer, como la descoordinación de la tan afamada Seguridad Social cojea demasiado por una experiencia vivida con un familiar muy cercano a ella. Contaba a su amiga que tras encargar una medicación hospitalaria en la farmacia del barrio y pasar a recogerla tres días después, la farmacéutica le pidió que le acompañara a la rebotica para que leyese con sus propios ojos el mensaje que aparecía en la pantalla del PC.

En el mensaje el hombre pudo leer como le reprochaban que debía de haber pasado por la farmacia del hospital tras haber tenido la cita con el médico en cuestión. El hombre anonadado le aseguró a la farmacéutica que no había sucedido tal “cita”, que lo máximo que había acaecido era un informe clínico en el mismo día de la “cita”, cuya carta había llegado muchos días después por estar la dirección postal irregularizada por descoordinación de las aplicaciones del SAS.

La farmacéutica, se disculpó, pero no le pudo dispensar la medicación. El hombre-paciente debía de coordinar la descoordinación del SAS, él solito.

Tras telefonear una y otra vez, hasta catorce veces, al número de teléfono de la farmacia del hospital sin resultado alguno, le surgió la idea de dirigirse al dios Google y escribir en la barra de búsqueda el número de teléfono de la farmacia del referido hospital. Y

bingo, alguien contestó desde el otro lado.

La persona en cuestión comunicó al hombre-paciente con la farmacia del hospital, y pudo hablar con una mujer a la que, tras explicarle la situación, le pidió por favor que le avisase en cuanto supiera lo que su superior le indicaría que debía hacer. No se preocupe – al parecer fue la contestación que le dieron.

Este hombre-paciente no recibió ninguna llamada de teléfono a lo largo de la mañana. Nervioso y preocupado, pidió a su familiar más cercano que le ayudase. No tardaron en personarse, tras un largo trayecto en coche, en la farmacia del hospital, donde le dijeron tras leer el informe clínico que en dicha farmacia no sabían si había sido una “cita” telefónica, en persona, o por escrito.

Nada de disculpas recibió este hombre.

Tras escuchar atentamente el relato me sentí con la necesidad de contar esta realidad en la que la descoordinación de datos de los pacientes es muy ostensible en otras subsistencias sobre todo cuando eres un paciente que necesita medicamentos para lidiar dos veces al día con el toro de la vida.


 

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