2022-11-20
Los años suspiran de tiempo. Son efímeros y tienen ese especial anhelo de la tradición como es la Navidad. La puerta blanca que aproxima otra entrada de año. No puedo evitar pensar en la frase de Forrest Gump: La vida es como una caja de bombones, nunca sabes que te va a tocar. Eso es lo que pienso de cada nuevo año que se nos da la oportunidad de vivir.
Es como agarrarse fuerte en una atracción de feria para no caer. Un boleto de ida, donde una nueva experiencia nos espera al otro lado. Lo bonito de la Navidad es esa iluminación que la define. La blancura de su aliento y como adorna mágicamente las calles y fachadas, así como establecimientos abiertos para almas de espíritu navideño. En cada ciudad del mundo la Navidad se acontece con distinta tradición. Pero seamos religiosos o no, creo que es una fecha bella pero teñida de melancolía. Revive la ausencia de los que antes ocuparon las sillas de nuestra mesa para celebrar a nuestro lado otro año de vida. A vísperas navideñas comienza la ciudad a despertar con un mágico latido. En Barcelona, Paseo de Gracia, cuelgan como del cielo, estrellas que brillan cuando el sol las abraza. Este año se han inspirado en la estrella de la torre Verge, coronada en la Sagrada familia. También es decorado con asombrosa belleza el recinto modernista de Sant Pau, que se convierte en un onírico escenario de intenso color azul inspirado en el cosmos. Muchas actividades se alistan en la agenda cultural de la capital para los días festivos. Talleres, grandes belenes, museos decorados, oratorios navideños que cantan el coro de niños. Misa del Gallo, conciertos como los de la carrillonista vocal Anna María Reverté con el aplauso de las cuarenta y nueve campanadas del Palau, y por supuesto abren al público los mercadillos repletos de adornos y objetos navideños, como el de Santa Llucía, que rodea la Catedral. El Market Christmas, en casa Capell, venden a segunda mano decoros y objetos navideños con el fin de recaudar dinero para la beneficencia e investigación del cáncer en niños y jóvenes, así como otras enfermedades. Hay tradiciones curiosas en Barcelona: los caganers y el Tió de Nadal. Los caganers son típicas figuras de pesebre catalán que representa a agricultores defecando. Esta figura también se encuentra en otras partes de España. El Tió de Nadal es muy querido por los más pequeños. Consiste en un tronco de madera con ojos y gorro, y en el que los niños han de golpear con un palo para que salga de él regalos. Es una tradición que se mantiene fiel cada 24 de diciembre. La noche de antes, los niños han de arropar el cuerpo del tronco para que no pase frío. Al día siguiente comienza la diversión. Se canta con entusiasmo: “Caga, tió almendras y turrón no cagues arenques que son demasiado salados caga turrones que son más ricos caga tió almendras y turrón si no quieres cagar te daré un bastonazo. ¡Caga, tió!”
A vísperas Navideñas, todo el mundo reza a su bolsillo y espíritu. Cada tradición, no obstante, es única.
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