22-05-2022

Nunca en la historia reciente de España un perfume había logrado encubrir tantos malos olores. Nuestra querida España, hoy por hoy, solo desprende aroma a Chanel número 3, una fragancia que se vende como triunfal y afrutada, puesto que se considera fruto del esfuerzo, el trabajo y la preparación. Ya no huele a tongo ni a machismo. Ya no huele a superficial ni a topicazo. Ya no. Los mismos que crucificaron a una muchacha que fue a hacer lo que mejor sabía sin mayores

pretensiones metafísicas ni filosóficas, ahora la elevan a los altares y, con el brillo de sus miles de cristales incrustados en una torerilla que levantó ampollas en su momento, intentan dar luz a la multitud de pozos ciegos que nos rodean. Ahora esos pozos huelen solo a Chanel número 3, ya no hay inflación, ni se habla de los precios del combustible, ni de la factura de la electricidad, ni de las pifias en política internacional, ni del espionaje chapucero, ni del IVA de los productos de higiene femenina, para qué. Mientras España siga oliendo a Chanel número 3 no habrá problema alguno que nos quite el sueño, el problema llegará cuando desaparezca el dulce aroma y volvamos a toparnos con la triste realidad, aunque, seguramente para entonces, aparecerá otra cortina de humo que nos idiotice.

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