14-08-2022

Pensando qué escribir para este artículo mi cabeza, sin esforzarse demasiado, recibe una avalancha de temas de plena actualidad en estos meses estivales. Muchas ideas, pero a cuál más negativa y pesimista. ¡Qué pereza!

Este verano, en vez de vestirse de colores alegres y frescos que inciten a la diversión, se disfraza de nubarrón negro que amenaza tormenta. ¡Me niego a escribir sobre ello! Me relajo, cierro los ojos, y camino hacia atrás por la senda de la memoria, hasta aquellos otros maravillosos veranos…

Recuerdo uno ya lejano, ya no era una niña, y me matriculé en una escuela muy especial llamada la Escuela de calor. No fui la única que lo hizo. Se convirtió en un éxito veraniego.

Pasó el tiempo. Otro mes de agosto visité Madrid, aprovechando la calma reinante en la ciudad, pues los calores estivales provocan en madrileños y visitantes el efecto huido hacia las playas. Madrid es una capital preciosa, con toda clase de atractivos turísticos y culturales, pero… playa, lo que se dice playa no tiene.

El verano de 1992 se produjo un hecho curioso, muy, muy divertido. Se celebraban los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla, pero lo que causó furor fue comprarse un descapotable, un modelo barato convertido en la última moda: un tractor. Y así españoles y extranjeros pasamos las vacaciones tan contentos, a lomos de este peculiar vehículo que… tenía que ser amarillo.

Y en 1993… ¡llegó la revolución! Su nombre, Macarena. Española de nacimiento volvió loco al planeta entero. Incluso autoridades, políticos y presidentes perdieron la razón al conocerla.

Siguiendo este recorrido en sentido inverso revivo el verano en que un señor francés consiguió que nos olvidáramos de restaurantes y chiringuitos (estos nos lo recordó otro año) convenciéndonos de que la mejor opción eran unos chorizos a la plancha o unas chuletas o sardinas a la brasa preparados en nuestra barbacoa. ¡Qué delicatessen!

Un extraño idioma, que nadie comprendía, pero el mundo entero hablaba, nació en 2002. No era esperanto. Palabras ininteligibles acompañadas de movimientos mecánicos que se inventaron unas chicas españolas, aficionadas a la salsa de tomate. Por suerte fue una moda pasajera… no aprendemos inglés como para comunicarnos en esta otra lengua.

Y podría continuar: “Opá, yo iviazé un corrá”, “Waka Waka”, “Despacito”, en una lista sin fin, la banda sonora de nuestros veranos.

¿Y la canción del verano del año 2022? Pues, con permiso de Rosalía, se podría titular “Agárrate, que vienen curvas”.

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