28-08-2022
Un tren, que debería circular con normalidad, se detiene sobre las 18 horas del 16 de agosto rodeado por las llamas de un incendio, que amenaza con engullirlo, declarado el día anterior en la zona.
La maquinista opta por retroceder mientras los pasajeros, presa del pánico en una escena dantesca, rompen los cristales de los vagones, salen a las vías sin rumbo fijo y conmocionados, en contra de las advertencias de la conductora, intentando escapar del fuego; algunos sufren quemaduras de distinta consideración. ¿O fue la maquinista quien los indujo a abandonar el convoy? ¿Por qué el interventor, encargado entre otras cosas de velar por la seguridad de los pasajeros, no estaba en el vehículo? ¿Por qué se permitió que el ferrocarril circulara por una zona en llamas? Muchas preguntas, pocas respuestas. Esta escena que, por obra divina o por una divina fortuna, no acabó con ningún fallecido que la hiciera constar en los anales de nuestra historia, parece surgida de la mente de algún avispado guionista, más por desgracia es real, como todos sabemos ya. Vuelvo a reafirmarme en que la cruda realidad convierte a la ficción en un cuento infantil. Y ahora, ¿quién asume la responsabilidad del suceso? Como siempre se echan la pelota unos a otros. Adif y Renfe se eximen, señalando a Emergencias de la Generalitat y el Consorcio de Bomberos. Nuestros políticos, dirigentes y autoridades no defraudan; todo indica que echan balones fuera. Y al final la soga terminará quebrándose por la parte más delgada.
Por desgracia no ha sido el único caso. En julio, los pasajeros del tren Madrid-Ferrol vivieron momentos de pánico semejantes, eso sí con resultado menos grave, tras el incendio iniciado en Losaico (Zamora).
Y ello sin olvidar el goteo incesante de incendios (dejando los provocados que merecen capítulo propio) que nos ha regalado este verano, convirtiendo nuestro país en un auténtico infierno, y otorgando a la temporada de 2022 (aún sin terminar) el triste récord de convertirse en la peor del siglo en España. La superficie quemada supera a la del todo el año 2012, hasta ahora el peor desde que hay registros. ¿Y todo esto por qué? ¿El cambio climático? ¿La falta de mantenimiento adecuado en zonas forestales y bosques? ¿El no sensibilizar a la población? Hace poco escuché una frase muy acertada: “Los incendios del verano se solucionan en invierno”. Pero el verbo prevenir no se sabe conjugar en este país. ¿O es más cómodo olvidarse y solucionar las cosas sobre la marcha? ¡Así nos va!
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