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2025-06-01
Salarios bajos y carga fiscal sobre los hombros del 17% de los contribuyentes. Así fue como se desmoronó la asistencia social
Alessandro Volpi
26 de Mayo de 2025
© Joshua Hoehne - Unsplash
Más de seis millones de trabajadores en Italia ganan menos de 15.000 euros brutos. Mientras que la carga fiscal la paga menos de una quinta parte de los contribuyentes. Un sistema como éste no puede sostenerse por sí solo y el Estado de bienestar está destinado a desaparecer, especialmente si aumentamos aún más el gasto en intereses de la deuda y en rearme. ¿Qué hacer para cambiar de rumbo? Análisis de Alessandro Volpi
En Italia hay casi 11 millones de trabajadores que ganan menos de 25 mil euros brutos al año, lo que equivale a casi el 63% del total de la fuerza laboral ocupada, y, de estos, 6,2 millones no llegan a los 15 mil euros brutos. Está claro que si la inflación aumenta, aunque sea levemente, y si se reducen los servicios universales, la pobreza es la condición existencial para este gran segmento de la población.
Las principales causas que subyacen a estos salarios son las tipologías contractuales, en particular su multiplicación infinita y la proliferación de contratos de duración determinada. Es una cuestión política crucial que un día, tal vez, dejaremos de abordar con el fetiche de la productividad, el auténtico mantra liberal de todo tipo y la verdadera justificación de la constante transferencia de ingresos del trabajo a las ganancias y los dividendos. Un hecho que debería constituir una verdadera prioridad política.
Pero hay otro hecho que pone de relieve, con igual elocuencia, la dificultad de la situación italiana. En nuestro país, la totalidad de la carga fiscal la pagan el 17% de los contribuyentes, identificables sobre todo en el tramo de rentas, procedente del trabajo dependiente, comprendido entre 35 mil y 55 mil euros brutos. Está claro que un sistema así no puede sostenerse por sí solo y que el Estado del bienestar está destinado a desaparecer, especialmente si aumentamos aún más el gasto en intereses de la deuda y en rearme.
Es prioritaria una reforma fiscal importante, capaz de gravar las rentas financieras y de las plataformas digitales, eliminar las flat-tax (impuestos fijos, ntd) que benefician a las rentas y ganancias muy altas e introducir reglas estructurales para determinar un impuesto sobre las ganancias extraordinarias. Debería ser igualmente obvio que la continua erosión de los ingresos generada por las amnistías fiscales, la elusión y la evasión fiscal ya no es practicable. El 17% que paga impuestos por el 100% de los contribuyentes es una locura, a lo que hay que añadir, precisamente, la pérdida de recaudación de todos aquellos que no figuran entre los contribuyentes por ser invisibles para Hacienda.
Se trata de un panorama decididamente duro para quienes no pertenecen a los tramos de ingresos más altos, como lo demuestran los datos generales europeos. Según los datos proporcionados por la Comisión Europea, de hecho, las economías de los Estados miembros no están creciendo: su producto interior real (PIB) aumentará un 1,1% en la UE y un 0,9% en la eurozona este año, para alcanzar el 1,5% y el 1,4% respectivamente en 2026.
Por lo tanto, no habrá efectos reales provenientes de las inversiones públicas, que se dirigen todas al rearme, mientras que la incertidumbre de los aranceles pesará mucho. Es significativo, a este respecto, que la zona del euro esté teniendo un peor desempeño que el resto de Europa, lo que demuestra el mal uso de la moneda única. Italia, a pesar de las proclamas, crece menos que la media europea, registrando un 0,7% este año y un 0,9% el próximo: un crecimiento inferior al de Alemania, que será del 1,1% y de gran parte de Europa, y vinculado casi exclusivamente al Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR).
El hecho relevante en términos políticos y sociales, de hecho, es otro. Hay una falta de consumo interno, contraída por el empobrecimiento de los salarios y la necesidad de aumentar el ahorro. En nuestro país, el aumento del ahorro está “forzado” por la necesidad de disponer de recursos en caso de necesidad dado el retroceso cada vez más evidente del bienestar. En otras palabras, una parte importante de los ingresos de las clases medias-bajas de la población italiana se dedica necesariamente al consumo, con un empeoramiento de la calidad de vida, porque la reducción de la cobertura sanitaria pública y de la seguridad social obliga a ahorrar a quienes pueden hacerlo. Las desigualdades crecen así dramáticamente.
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