... ¿Es que vamos a aceptar que un pueblo puede tener el derecho a acabar con otro impunemente, si cuenta con el beneplácito de la potencia al mando?

2024-03-10

 

Es que ese no es el debate

 

A día de hoy, hace ya más de cuatro meses desde la operación militar de invasión de la franja de Gaza por parte de Israel. Una operación de defensa y rescate de rehenes que ha degenerado en un auténtico genocidio para el pueblo palestino y que nadie parece sabe cómo parar. Una operación que responde al ataque cruel y desalmado que Hamás perpetró contra asentamientos judíos y que parece, a ojos de algunos, justificar cualquier aberración sin límite que se le pueda ocurrir a quien mande al ejército de Israel.

Desde entonces y hasta ahora se han escrito innumerables columnas de opinión en los medios más diversos para abordar todos los enfoques posibles. No es objeto de estas líneas abundar en esa línea de intentar justificar o atacar según qué actos o hacer inventario de víctimas y daños personales y materiales. Seguro que para eso hay otras muchas personas que podrían hacerlo mejor que yo, si es que no lo hacen ya a diario.

He decidido escribir sobre este tema, incluso dejando de lado el 8M, que parecía más lógico por la fecha de publicación de este artículo, porque llevo casi desde el primer día de invasión, oyendo argumentos que basan un posible debate en el carácter terrorista de Hamás y de su ataque a Israel que provocó la posterior respuesta de éste.

Y es que, señoras y señores, llegados a este punto, ese no es el debate. Ni mucho menos. Porque estamos hablando de la aniquilación de todo un pueblo. Del sometimiento a la población civil, en su mayoría mujeres y niños, a unas condiciones de vida en las que la muerte puede llegar a parecer hasta un alivio. Allí, si no te mata un tiro o una explosión, te mata el hambre y la enfermedad. Y disculpen la crudeza.

No voy a discutir que la forma de actuar de Hamás y otros grupos palestinos no sea la propia del terrorismo más cruel. Tampoco sobre si tienen más opciones de defensa frente a un acoso permanente que lleva a Palestina a una muerte lenta en un limbo internacional del que nadie atina a encontrar una salida pactada y aceptada por todas las partes.

Pero, aun así. ¿Es que todo lo justifica la lucha contra el terrorismo? ¿Es que no hemos aprendido nada en todos estos años en los que la única lección clara y definitiva es que la violencia solo engendra violencia?

¿Es que vamos a aceptar que un pueblo puede tener el derecho a acabar con otro impunemente, si cuenta con el beneplácito de la potencia al mando?

Quedarse mirando no es una opción. Desde nuestra cómoda posición de primer mundo, debemos mezclarnos hasta la médula y afanarnos en conseguir una solución pactada y duradera, pero sobre todo inmediata, que acabe con esta barbaridad que estamos viviendo.

Y que nadie nos diga que nos quedemos al margen, que dejemos que entre ellos se apañen, porque como sociedad es algo que no podemos permitirnos y que no debemos consentir. Incluso en la lejanía y a salvo de las bombas, somos parte importante de este conflicto.

Y eso todos los saben. No deja de ser llamativo como en esta guerra, como en todas, se usan todas las armas al alcance. Y también nos atacan a nosotros, en nuestra cómoda y aparentemente segura Europa.

No con bombardeos, por suerte, sino con auténticas campañas ideológicas y propagandísticas solo al alcance de quienes tienen los medios para entrar en nuestras casas y en nuestras mentes, casi sin que nos demos cuenta. ¿O alguien, por poner un ejemplo, recuerda alguna concentración mayor de películas sobre el genocidio nazi en la Segunda Guerra Mundial, donde el pueblo judío sufrió un Holocausto terrible que aún avergüenza a medio mundo? Si dispone de TV de plataformas de pago, habrá podido visionar casi de corrido “La lista de Schindler”, “El pianista del ghetto de Varsovia”, o algunos documentales sobre los campos de exterminio, amén de otros títulos de mayor o menor valor cinematográfico pero de indudable valor propagandístico.

¿Alguien cree que es una casualidad?

Pero es que lamentar y condenar aquello no permite, ni mucho menos, justificar esto. Es que ese no es el debate. Ni tampoco lo es pretender llamar acción de defensa a aniquilar a pueblos enteros y masacrar a la población civil. O la destrucción sistemática de infraestructura de ayuda imprescindible para la mayoría de la gente, especialmente en un territorio que vive acuciado por el bloqueo que impone Israel desde hace años. Hospitales, escuelas, centros de ayuda o acogida, instalaciones de organismos internacionales. Todo se ha convertido en objetivo de una guerra sin cuartel contra todo un pueblo.

Habla Olalla Castro en la Revista El Salto, con una envidiable capacidad de definición, de “Trileros de la lengua”, como aquellos que hablan de guerra, terrorismo islámico, derecho a la autodefensa, eje del Mal… para contraponerlos y evitar pronunciar otras palabras como resistencia, genocidio, ocupación, apartheid, hambre, muerte, desesperación…

No, por favor, que nadie justifique con estas líneas la incursión de Hamás que llenó de sangre, horror y muerte la realidad de mucha gente en Israel, porque no lo voy a consentir.

Pero no, por favor,

que nadie intente salvar su propia conciencia sobre lo que está ocurriendo en Gaza con aquella acción, porque ni siquiera nuestra propia vergüenza soportaría semejante ejercicio de cinismo y complicidad con una masacre que nos prometimos que nunca más ocurriría, que nunca más consentiríamos.

Y ahora no hay excusa. Nadie puede decir que no está enterado. Ahora, si no lo paramos, todos seremos culpables. Unos porque no tomarán las decisiones necesarias y otros porque no les obligaremos a tomarlas.

Alto el fuego en Gaza, Ya.

Que los responsables de este genocidio respondan ante la justicia internacional y que sea posible un acuerdo de paz estable y duradero que garantice un futuro para los pueblos palestino e israelí en armonía, porque solo así se le quitarán las razones al terrorismo y a la destrucción, venga de donde venga.


 

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