...  Saltad cuando se os ordene.

2024-06-02

 

Yallah, yallah

 

¡Yallah, yallah! Suena en la playa de Bni Makada, en Tánger. Los que van a quemar la frontera esperan entre unos matorrales hasta que reciben la señal y abandonan sus escondites, como sombras, huyendo de las sombras de la noche. Corren, saltan, nadan y, aun con miedo en los cuerpos, se van metiendo en el agua … Yallah, yallah…les gritan, los empujan, le dan patadas, les insultan. La patera gira sobre sí misma y queda mecida por las olas. Comienzan a embarcar de forma ordenada al principio, luego se genera una pequeña reyerta bajo la luz de una luna que a esas horas se esconde entre las nubes … Yallah, yallah… no paran de repetirles. La patera oscila y amenaza con hundirse a pocos metros de la playa. Cuando todos han subido, el patrón reparte las últimas indicaciones. Si caes al agua, es tu problema. Permaneced quietos y en silencio. Sujetarse fuerte para no salir despedidos cuando va a toda velocidad y da sacudidas por las olas. El agua debe salir más rápido de los que entra.

Saltad cuando se os ordene.

Al llegar tierra, dispersaos. No hagáis grupos. Insisten en la costa porque saben que, en alta mar, con la tensión, el ruido de las olas golpeando la embarcación y el viento azotando, no les entenderán. La mayoría de los que habían embarcado, llevaban meses malviviendo de la caridad y la prostitución en el campamento de Sania, que se encuentra en una montañita. De ahí viajaron en el autobús Número 16 que conecta con Tánger. Les pidieron que, al día siguiente, a una hora concreta, se reunieran en el arco de entrada al Zoco Chico de la Medina, por donde está el dispensario médico de los hermanos franciscanos. La patera pica a proa y avanza en largos zigzag hacia el mar plateado. Dentro, los viajeros permanecen apretados unos contra otros. La oscuridad impide que se vean las caras, pero el miedo compartido se deja sentir. Se escucha en murmullos de la Fatiha, primera azora del Corán. Los que no saben nadar se agarran con fuerza a las recámaras de coche que a veces utilizan como salvavidas. Para muchos es la primera vez que ven el mar, ahora rondan por sus cabezas todas aquellas historias fantásticas. Lo imaginan plagado de monstruos como en las leyendas. Algunos, sentados a horcajadas en los costados, llevan una pierna dentro y la otra en el agua, pronto sentirán los escalofríos en la piel helada. Los del interior viajan sentados sobre sus equipajes, el agua salada les golpea la cara, se les mete en la boca y los ojos. El olor a gasolina y humo, al ungüento mágico llamado dawa que les ayudará a no morir ahogados, el olor a miedo. Pronto también el olor a excrementos. Se abrazan a sí mismos mientras las olas rompen sobre proa, abrazan sus barrigas embarazadas o a sus hijos pequeños fruto de las violaciones. La luna plateada se refleja sobre el mar en aparente calma, aparece y desaparece a intervalos en el cielo donde titilan las primeras estrellas de la noche.


 

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