JUAN CANO PEREIRA 

"Y no solo vomitan esa mierda en sus publicaciones y vídeos,...

2025-03-23

Los gallos negros

 

Hay alguien —no sé si hacker o hater— que está poniendo todo su empeño para que yo no esté en Facebook. Si se trata de un pirata, imagino que no tardará mucho en pedirme el correspondiente rescate que, desde aquí ya lo digo, de ser así, se puede sentar a esperarme hasta el día del juicio final, porque no se saldrá con la suya. Pero si en cambio, toda esta pesadilla en la red —bueno, no me hagáis mucho caso con lo de pesadilla, que soy muy exagerado— es fruto de mis odiadores declarados o silentes, la cosa me da hasta miedo; más que nada, por el desasosiego que me produce pensar que, mientras tú estás ahí, despreocupado, publicando tus opiniones en las redes porque crees pertenecer a una sociedad libre en la que, cada uno según su conciencia, ejerce su derecho a opinar, otros se encierran en una especie de niebla, en un humo oscuro en el que solo se respira mala baba y se destilan opiniones que, sí, que son igualmente libres, pero no por ello respetables; porque no se puede respetar, por ejemplo, a quien se cree superior o con más derechos por ser hombre, blanco, hetero e insolidario.

Y no solo vomitan esa mierda en sus publicaciones y vídeos, sino que montan en cólera porque tú no opinas como ellos, hasta el punto de coserte a denuncias en la red correspondiente, aunque si por ellos fuera, ese zurcido lo harían en tu estómago con un hilo hecho de las balas. Bueno, quizás otra vez esté siendo algo exagerado.

Toda esta regresión de ideas y de situaciones, que creíamos desterradas y hasta enterradas en el hoyo de la historia negra de la civilización occidental, me ha traído el recuerdo de una vieja y combativa canción que escribió Chicho Sánchez Ferlosio en el año 1963 y que fue todo un himno de la lucha antifranquista. Me refiero a «Gallo rojo, gallo negro». Porque sí, puede que Franco muriera en la cama, aunque de una manera que podía calificarse de cruel, ya que se alargó innecesariamente su agonía en la búsqueda del aparato propagandístico del régimen por hacer coincidir la fecha de su muerte con la de José Antonio Primo de Rivera. Pero eso no quiere decir que no hubiera una oposición, tanto dentro como fuera, que no hubiera luchado por derrocarlo.

Esta canción, que representa mejor que ninguna la lucha contra la dictadura, ha regresado como un búmeran, transformada en nuevas —pero igual de emocionantes— versiones, para advertirnos de quiénes y cómo son esos gallos negros, y de cuáles son sus ladinas y traicioneras maneras de proceder. Porque los gallos negros siempre deciden cuándo se acaba el día y con él la jornada laboral; porque ellos tienen la fuerza, los recursos y los instrumentos de su parte desde tiempos inmemoriales, pero, por si acaso, se tomarán todas las ventajas que los puedan llevar a salirse con la suya, colocando trampas, poniendo zancadillas y golpeando por la espalda a los desprevenidos gallos rojos.

Por eso mismo, no estaría de más que este «Gallo rojo, gallo negro» volviéramos a cantarla todos aquellos que nos sentimos de parte y en la parte más injusta e insalubre del gallinero, porque, como dice su letra, si cantara el gallo rojo, otro gallo cantaría. Y si yo miento, que el cantar que hoy os traigo lo borre el viento.


 

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