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JUAN CANO PEREIRA "Porque te desilusionas tú, que has sido un impenitente iluso desde que tienes uso de razón. |
2025-04-06
Desilusión
En este preciso momento, mientras veo de reojo aparecer en el jardín de las grandes ocasiones de la Casa Blanca, tabla de los mil aranceles en mano, a su profeta del tupé naranja —¿no tenéis la impresión de que Trump se aclara el pelo con una carterilla de Polluelos? —; mientras fuera llueve sobre mojado, y esta vez sí, haciéndolo literalmente, como si intentara cuadrar la realidad con un sirimiri interior que nos dura ya demasiado tiempo; mientras, a pesar de mi natural pesimismo, rebusco entre mis pensamientos la clave que abra la puerta de esta escape room de la desesperanza, la única salida que encuentro tiene iluminada su luz roja de emergencia con la palabra desilusión.
Desilusión, una sola palabra que escribo con mayúsculas en la carátula de esta casete que hoy lleno de canciones tristes, de blues oscuros, de medios tiempos, de acordes menores y dolores mayores. Canciones todas eclécticas, tan difíciles de clasificar como difícil es localizar ese dolor que todo este despropósito nos produce en algún lugar concreto de nuestro cuerpo.
Desilusión, esta es la palabra con la que Manuela Carmena califica en sus memorias políticas (Imaginar la vida, cuatro décadas transformando lo público, editorial Península) la sensación que le ha quedado sobre aquellos jóvenes activistas que iban a asaltar los cielos, los mismos que la animaron a encabezar su lista para hacerla alcaldesa de Madrid, y que a la postre, por su intransigencia y sectarismo, enfocados ciegamente en los fines políticos en detrimento de la gestión de lo público, terminaron siendo la mayor de las cortapisas para el desarrollo de su proyecto municipal. Y yo, la verdad, me tomo con doña Manuela sus magdalenas de la desilusión por una izquierda que nació para defender a una clase obrera que ya no existe, al menos en los mismos términos de finales del XIX y principios del XX. Transcurrido un cuarto del siglo XXI todo es mucho más complejo y oscuro: clases medias que no quieren reconocer que son en realidad obreros, el colectivo cada vez más numeroso de inmigrantes que no son tenidos en cuenta en las reivindicaciones sindicales, los ricos cada vez más asquerosamente ricos y, para rematar la faena, este esperpento con pintas de teleñeco que está dispuesto a poner patas arriba la economía mundial, mientras destroza las mínimas normas del decoro y la buena vecindad que hasta ahora se conocían en la geopolítica.
Desilusión, dice Sergio del Molino, «es una palabra bonita y en declive, porque lo propio de estos tiempos es la decepción, que no solo es un término mucho más áspero y violento, sino que coloca el peso de la culpa en el otro».
Porque te desilusionas tú, que has sido un impenitente iluso desde que tienes uso de razón.
Te desilusionas de algo o de alguien que no te puede decepcionar porque la cosa, las circunstancias o los sujetos en cuestión son o actúan de esa manera tan disparatada sin medias tintas ni ambages, a las claras del día y sin un mínimo atisbo de vergüenza ante la situación o ante lo realizado.
Desilusión, palabra para darle nombre quizá a toda una época cuya banda sonora, efectivamente, está repleta de canciones para cortarse las venas, aunque Vega nos ofrezca —apareciendo ya con los títulos de crédito, justo al final de esta pesadilla de película— un bonus track en el que nos insta a parar este viaje por un mundo en el que no nos han dicho aún que, en realidad, somos de otro planeta, extraterrestres pertenecientes a una galaxia muy muy lejana.
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