MARCELA CASILLAS 

"Acompañar a las personas mayores no requiere grandes recursos,

2025-10-05

La fuerza de lo cotidiano

En la vida diaria habitan los momentos más valiosos. No siempre se necesita un gran acontecimiento para tejer vínculos entre generaciones; basta con un gesto sencillo, un ritual compartido o un espacio de compañía. El envejecimiento, con sus retos y transformaciones, cobra sentido cuando se vive acompañado de rutinas llenas de afecto.

Cocinar una receta familiar, pasear por la calle de siempre o escuchar una canción que despierta sonrisas y anécdotas: acciones aparentemente pequeñas que sostienen la dignidad y el bienestar en la vejez. Lo cotidiano es la materia prima de la memoria afectiva, el lugar donde se inscribe la historia de una familia y se cultiva el respeto hacia las personas mayores.

Cada 1º de octubre se dedica a reconocer la contribución de la vejez, promover derechos, fomentar la inclusión y, sobre todo, combatir estereotipos y estigmas. En este esfuerzo, lo cotidiano juega un papel fundamental: mantener presentes a las personas mayores en la vida comunitaria y protegerlas de la indiferencia.

El maltrato —físico, psicológico, económico o en forma de descuido— suele nacer de la falta de convivencia y la distancia emocional. Cuando no compartimos ni escuchamos, se abre la puerta a la invisibilización y al abandono. Por el contrario, el encuentro en lo cotidiano actúa como antídoto: fomenta empatía, paciencia y comprensión mutua.

En un mundo acelerado, detenerse a compartir la sobremesa con los abuelos o enseñar a un niño juegos sin tecnología es un acto de resistencia amorosa. Estos espacios transmiten valores invisibles —cuidado, gratitud y pertenencia— y construyen una herencia cultural y emocional que trasciende el tiempo.

La fuerza de lo cotidiano radica en su capacidad de unir a las generaciones. En la repetición de lo simple se transmiten tradiciones y se consolidan identidades. Acompañar a las personas mayores no requiere grandes recursos, sino presencia: escuchar, caminar a su ritmo, preguntar cómo se sienten. Lo cotidiano tiene un poder terapéutico que conecta con lo esencial: dignidad, amor y pertenencia.

Los gestos sencillos también sostienen la memoria en quienes viven con u otras condiciones. Una taza de café, un aroma familiar o el calor de una mano entrelazada despiertan emociones profundas y reafirman que la persona sigue siendo parte de su comunidad.

Entre generaciones, la vida diaria se transforma en un escenario de ternura y aprendizaje. La resiliencia de los abuelos, la frescura de los niños y la energía de los jóvenes se entrelazan en un intercambio donde lo ordinario revela lo extraordinario. Así se construye el futuro: en conversaciones, en presencia amorosa y gestos simples que fortalecen el hilo invisible de nuestra historia común.

Entre generaciones, la vida cotidiana es un recordatorio de que lo extraordinario se encuentra en lo más simple.


 

Para dar tú opinión tienes que estar registrado.

Comments powered by CComment