MARCELA CASILLAS 

"Envejecer no debería significar esperar, sino compartir.

2025-10-19

El tiempo que se comparte

En un mundo donde las pantallas y la tecnología acortan distancias y multiplican experiencias, la prisa se ha vuelto parte de la vida cotidiana. Saltamos apresuradamente de un fragmento a otro de nuestras rutinas sin bajar el ritmo, sin detenernos a sostener una conversación. A veces elegimos demostrar afecto con regalos o dinero, ignorando que compartir tiempo se ha convertido en el acto de amor más profundo.

No se trata solo de estar físicamente cerca, sino de acompañar con verdadera atención y presencia. El tiempo, cuando se comparte de verdad, se transforma en vínculo, en memoria viva.

Dedicar tiempo a una persona mayor es una forma de reconocer su valor. La falta de tiempo y la distancia emocional pueden ser tan dolorosas como cualquier forma de maltrato. Cuando las familias encuentran momentos para convivir, están construyendo bienestar y previniendo la soledad, uno de los grandes desafíos de la vejez.

Envejecer no debería significar esperar, sino compartir. Y ese compartir implica abrir un espacio en la agenda y en el corazón. En los momentos sencillos, la vida se desacelera y florece la empatía. Entre generaciones, el tiempo compartido no se mide en minutos, sino en momentos con sentido. La vida comunitaria se sostiene en conversaciones atentas, caminatas lentas, juegos de mesa en familia o esas pausas por la tarde al conversar con el vecino que siempre está en la ventana.

El tiempo que se comparte no solo alivia la soledad; también da sentido. Acompañar a otro nos enseña a mirar con ternura, a reconocer la fragilidad y la belleza del presente. La prisa nos hace olvidar que las relaciones se nutren de instantes, no de promesas.

Dedicar tiempo es regalar presencia. En la convivencia cotidiana, las generaciones se encuentran y se enriquecen. Entre la sabiduría serena de los mayores y la energía ocurrente de los jóvenes se construye algo que ninguna aplicación ni tecnología puede ofrecer: el sentido de pertenencia.

Compartir tiempo es compartir vida. En la vejez, ese tiempo debe vivirse como una oportunidad para encontrarnos, escucharnos y reconocernos, porque el tiempo, cuando se da con amor, no se pierde: se multiplica.


 

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