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2023-09-24
Del Toro y sus almas...
El director de cine mexicano Guillermo del Toro, ya demostró su habilidad para crear escenarios de fantasía en sus anteriores películas. La forma del agua, El laberinto del fauno y Pinocho son cintas de una poderosa belleza visual. Ahora lo vuelve a hacer en el último de sus filmes, El callejón de las almas perdidas, una historia que nos remonta al cine negro de los años 40. Una película fascinante que me recuerda en su primera parte a la mítica La parada de los monstruos de Tod Browning. Esta vez Del Toro nos introduce en el mundo circense de principios del siglo XX, un mundo con tintes de terror, de cuento gótico, en el que se alterna el horror y la belleza. La película se basa en la novela homónima del escritor estadounidense William Linsay que se publicó en 1946 y que ya fue objeto de otra versión cinematográfica en 1947.
El callejón de las almas perdidas se divide en dos partes perfectamente diferenciadas, desde el punto de vista narrativo y estético: una primera parte en la que el protagonismo lo monopoliza un circo ambulante rodeado de una peculiar atmósfera de magia y misterio y una segunda parte en la que una gran ciudad inquietante se apodera de la pantalla, a modo de la Metrópolis de Friz Lang. Esta película nos recuerda la existencia de las bajezas humanas y de esa parte oscura que nos hace ser capaces de lo mejor y de lo peor. De esa miseria de algunas personas que por su arrogancia y ambición son culpables de su propio destino, un destino que, a veces, se revuelve en contra, para saldar cuentas. Por la historia, que se nos presenta como una fábula moral, ronda la corrupción, la traición y la lujuria. Para conseguir las vivencias reales de un circo ambulante, el equipo creativo construyó un gran ferial en un terreno vacío de la ciudad de Toronto, con atracciones mecánicas clásicas, como la rueda de la fortuna, la noria, un carrusel y una casa de la risa. El rodaje de la película fue víctima de la pandemia causada por el Covid-19 y se tuvo que suspender durante seis meses desde su inicio en 2020. Técnicamente Del Toro utiliza las tomas de planos secuencia que alterna con las secuencias más largas en las escenas importantes. Con unos encuadres perfectos y la utilización de una fotografía maravillosa, consigue una estética asombrosa que nos traslada la tristeza y el ambiente lúgubre y tétrico de los circos ambulantes. Sin embargo, tengo que insistir, en lo que se ha convertido ya en un clásico del cine de los últimos años y que vuelve a ocurrir en esta película y que no es otra cosa que su excesivo metraje. No hacen falta 150 minutos para enganchar al espectador. Quizá con media horita menos, hubiésemos quedado más satisfechos. En cuanto al elenco del filme, estamos ante un estupendo reparto, capitaneado por Bradley Cooper, que también es productor del proyecto, interpretando al oscuro protagonista Stanton Carlisle. Este papel iba a ser protagonizado en un principio por Leonardo DiCaprio, pero finalmente no se llegó a un acuerdo porque el actor estaba inmerso en otros compromisos. La polifacética Cate Blanchett interpreta a la seductora Lilith, la femme fatale que acaba manipulando al manipulador. Genial el papel de Rooney Mara, como la Elektra del circo ambulante, que encarna la inocencia entre tanta maldad y magistral Willen Dafoe, como el charlatán de la feria. No puedo dejar fuera de esta breve enumeración de los personajes a Ron Perlman, como el forzudo Bruno (inolvidable su papel en El nombre de la rosa y Helboy). La banda sonora es obra del compositor Nathan Johnson, que consigue una estructura musical que transcurre entre el suspense y el drama, con un tema principal que va apareciendo y desarrollándose hasta su eclosión final.
En conclusión, la última película de Guillermo del Toro
es una historia sobre esas almas perdidas que acaban convirtiéndose en monstruos explotados por una sociedad corrompida.
Porque según el director mexicano, sólo hay dos historias que merecen la pena ser contadas: la del personaje que lo gana todo o la del personaje que lo pierde todo. Y cuidado porque podemos acabar siendo el engendro, la gran atracción de la feria ambulante. Os invito a ver El callejón de las almas perdidas. Quizá así podáis responder a la eterna pregunta: ¿Quién es el monstruo?, ¿el engendro o los que se ríen del engendro?
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