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ALFREDO INFANTES DELGADO "Poetizar desde lo político sin perder el norte de la estética |
2025-11-16

Erika Martínez

Erika Martínez es una poeta de la generación del 80. Y eso, pensando en la literatura de nuestro tiempo nos obliga a mirar en lo que las poetas más lúcidas han sabido hacer con la relación entre palabra y política. Por ello, leer a Erika Martínez se vuelve entonces imprescindible.
Erika Martínez Cabrera nació en Jaén y se crio en Granada, donde reside y donde se ha doctorado en Filología Hispánica. En la actualidad es profesora de literatura latinoamericana en su Universidad.
Como poeta, ha desempeñado un trabajo extraordinario y aunque tiene menos visibilidad de la que se merece, seguramente será una de las voces que quedarán sonando sobre lo que quede de nuestra generación. Es autora de una obra cuidadísima y que ofrece una renovación estética inigualable a la poesía de nuestro siglo. Ha publicado poesía, ensayo y aforismo. Su capacidad para trabajar desde el lenguaje aspectos políticos sin perder el norte de la estética la hacen indispensable. Los espacios (íntimos y públicos), los paisajes y el compromiso con el presente y la reflexión social parecen algunos de los puntos de partida para una obra contundente que no pasa desapercibida.
Muchos de sus poemas han sido seleccionados para antologías, traducida a varios idiomas y ha recibido también premios literarios.
Martínez es también una de las intelectuales españolas que mejor ha entendido la literatura latinoamericana, y así lo demuestra en sus publicaciones al respecto.
En palabras de la poeta: Soy una poeta pedestre. Me conduce una inclinación física, alguien diría que patológica por el suelo. No me gusta viajar en barco ni en avión, detesto los zapatos. Hasta los veinte años, viví en una casa de pasillos interminables que atravesaba unas veces reptando y otras a cuatro patas. Siempre que me lo permitieron, comí agachada junto a la mesa; sigo haciéndolo entre amigos. Escribo donde sea. Para corregir, disemino los poemas por las baldosas más que frías de mi escritorio, hasta convertir la habitación en un tablero. Salto de un folio a otro, los tacho, los barajo, los cierro como un acordeón y vuelvo a esparcirlos. Hasta que la estructura del libro toma forma. O desisto, porque escribir se interrumpe.
Si queréis saber lo que dice uno de nuestros poetas (Juan Carlos Abril, del que ya hablaremos en otro número) sobre su último libro, La bestia ideal, entrad en esta web: https://www.elperiodico.com/es/ocio-y-cultura/libros/20230530/critica-erika-martinez-libro-poemas-abril-117965689
Y, sin más, porque mucho más sobre ella podréis encontrar en internet, aquí os dejo algunos de sus poemas que a mí me han gustado. Disfrutadlos también vosotras y vosotros.
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La casa encima Tantos siglos removiendo esta tierra *** Lugares que se inventan de camino Nos gustaba impulsarnos de la mano *** Abolirse Se podría afirmar: yo soy mi cuerpo. Sin embargo, si perdiera la pierna derecha en una batalla o huyendo de la batalla o más bien en un estúpido También seguiría siéndolo si perdiera las dos piernas, o incluso todos mis miembros. Quizás una mínima parte de mí representaría al resto por sinécdoque. O quizás mis restos me convertirían en otra. Cortarte las uñas te modifica existencialmente. *** El punto en el cuello Si lo doblase como grulla Las mujeres con hijos tienen una raya Estoy abierta de piernas. Cuando vuelva, y lo haré canturreando, *** El guardapelo de las poetisas Para que nunca se les olvide, las poetas llevan colgando del cuello el guardapelo vacío de las poetisas. ¿Qué hacer con su moño resignado y su croché, sus juegos sin apuesta y sus remilgos, con esa manía tan suya de escribir y tirarse de la enagua? Me prometí quitarles a sus nombres la tachadura, como quien sabotea un cepo con un palo; no juzgarlas ni juzgar tampoco a quienes consintieron la demencia por un Confesando que me gustan las isas y los ismos, y también sin medida lo contrario, me pregunto cuánto quedará en nosotros de su amor por la nadería. En inglés isabelino llamaban nothing a lo que ellas tenían entre los muslos. *** Mujer mirando a un hombre que limpia coche Mujer en restaurante que no puede permitirse mira a hombre que limpia coche. Mujer de ojo izquierdo más grande, ojo que divaga y espía a través del cristal con Hombre que limpia coche limpia coche. Es tan caro que no le pertenece. Y se agacha junto al guardabarros con su trapo, y se estira de puntillas sobre el capó, y desaparece hasta la cintura mientras sacude los asientos. Muestra posturas sucesivas y también superpuestas, como esas fotos ágiles de Muybridge con atletas desnudos y caballos. Mi abuelo fue cochero y después dueño de restaurante, ¿yo qué soy? Hombre que limpia coche mira a mujer en restaurante que no puede permitirse y le devuelve el escaparate. Una energía insolente resucita crustáceos y moluscos sobre el plato. No se rompe cristal poco a poco. En su afuera no existe hueco, ranura, agujerito donde hincar herramienta última. Hay que romper cristal de pronto. O romperlo de la nada, como ese vaso que alguien golpeó pensando– *** Desierto de Tabernas Las bombas rugen mientras la extraen a diez metros bajo tierra y la dosifican mediante nuevas técnicas de riego por goteo sobre raíces de lechugas colgadas al aire o directamente sobre la arena, que la retiene disuelta en un sustrato del que emergen matas de pepinos, sandías, calabacines, capaces de cuadriplicar su velocidad de modificadas y al calor de ese recinto sin aberturas donde se evapora y mezcla con el sudor de quienes fumigan y a veces se condensa (el medio es óptimo para la refracción del sol) hasta formar aquel brevísimo arcoíris que una persona encorvada manotea como si fuese una compensación tramposa o un simple insecto, tratando de imaginar en mitad de la faena a qué sabía un tomate, cuánto pesa un bolsillo y cómo se verían desde la luna, mientras arden, treinta mil hectáreas de plástico. *** Albada vertical Escalador de mi fachada, Cada mañana posa sus zapatillas de ave A veces imagino que su arnés, *** Genealogía El día que me atropellaron Entre todas, aquel extraño día, Les quedo para siempre agradecida. *** Caramelos ¿A quién le importa si fue sincero? La última vez, lamí su piel de chuchería *** Hundimiento del Erika Las grietas estremecen su coraza Observo cómo el buque No existen túneles secretos *** Lo sublime Observo con desconfianza la máquina de productos lácteos Vigilo la máquina, su realidad totémica y expendedora, a la *** Trabajo vivo Cocinar para tu gente no da ningún trabajo: es un acto de puestas sobre la mesa vulgar de un restaurante son doce euros. Un poema es un acto de amor. A cambio de sus versos, cada erótico, cuya unidad mínima tiene algo de sílaba o golpe de y sigue insistiendo en lo real (que algo de esclavo tiene, aunque el siglo veintiuno, el siglo veintiuno separa nuestras manos, y ¡Mira! Entre tu idea del amor y mi idea del amor se ha abierto Reñimos a menudo y siempre la regamos. Sabemos que la vida *** Un cambio de postura Escribimos separados: hoy quieres sexo en el marco de la cambiando de postura, como un tronco de olivo o un verso de ser mientras se escribe otros cualquiera. *** Unísono Un silencio empecinado es norma entre familias y enemigos. Son pocas las orquestas que sostienen con huelgas su silencio. El alcalde ha vaciado la piscina para sentarse al fondo con su hay gente que camina cubriendo con tapones sus oídos. Y mientras |
Camino al auditorio, la concertino ensaya su vibrato con cuerdas Pero la orquesta viene a no tocar. Se sube al escenario y, con los *** Tríptico elemental Un cuerpo que duerme y se mira desde fuera produce su El inventor en desgracia se despierta y cruza la salita invisible de la entrada, como si allí no hubiera una de su culpa. Rezonga por la calle hasta el laboratorio y, antes de Val del Omar buscando un sonido de cuatro dimensiones. Val Val del Omar sorprendiéndose a sí mismo con los guantes posados *** Coda (o formas de ser) España es el cadáver seco de una paloma. España es *** Paisaje de lo que falta Lo conocí cargando palos. Donde antes estaba Ricardo A veces regreso a su cochera *** Visitante Le pregunto al hombre que barre si me deja barrer. Hay cosas que se aprenden ensuciándose. ¿O será que exageramos lo inapelable de la experiencia? Creí que todo intento de En la visión prehistórica del mundo, reinaba lo poroso. Las *** Estación Antes pensaba que escribir […] Ni una cosa ni la otra: *** Romper eso El terapeuta de otra me ha dicho que los españoles somos criaturas precartesianas: de ahí esa multitud de poetas y No siempre hemos sido así. En el siglo dieciséis urdíamos ensayos sustanciales sobre el automatismo de las bestias y la estructura de las pasiones. Éramos ultra modernos. Yo antes amanecía dando un salto de la cama y ahora no Me esfuerzo mucho en ser una persona racional, pero los *** Hundir el tenedor ¿Quién quiere echar en el carrito de la compra un alimento con retina? Hay paz en las bandejas transparentes de carne procesada. Un plato de comida es abstracto. El corazón de una musa, grotesco (qué ruido hace el desagüe sensiblero de su A menudo me repito: debo quitar yo misma la vida que me nutre. Pero siempre confundo el protocolo. Mi madre desnucaba a los conejos que sus pacientes nos regalaban. Creo en la feminidad de su poética y en la ¿No tiene el karma forma de joroba? Escribir da tanto miedo como hundir el tenedor en algo que te sostiene la mirada. *** Pruebas circulares Jugar a las muñecas supone la primera performance de tu vida. Diferentes mujeres representando dentro de ti las mismas escenas, renuncias, caídas de párpados. ¿Desde cuándo se repite lo femenino? De niña me pidieron que escribiera las instrucciones de una yincana y sólo me salían pruebas circulares porque jugaba por defecto al aro o a la comba. No es lo mismo ir de un sitio a otro, como el balón a la meta, que permanecer en el centro de un giro. A quién no le gustaba proyectarse, lanzar una peonza. Si insistes muchas veces en un solo movimiento, se *** La soga del pie A veces, padre, vuelvo con la abuela. A un barrio *** Reversible Sigo las instrucciones de esta lavadora *** La bestia ideal Trabajas como una bestia, pero lo que produces cruza por tu *** Lugares que se inventan de camino Nos gustaba impulsarnos de la mano *** ¡Que mujeres! Marginales, apátridas, esclavas, extranjeras, *** A la deriva El conflicto es mi única verdad, Aceptaré que nos encaminamos *** Ser trabajadora Me gustaba obedecer, así que estudié lo que me dijeron y mostré una curiosidad maniaca por los saberes Entonces abandoné el cálculo, la química, la gramática y leí muchos poemas, aunque seguí estudiando porque así me lo dijeron. Unos cuantos títulos después, me apartaba de los adultos siendo adulta para sonreír a los niños, y escribía en ese tiempo sibilino que se roba al deber de rendir todo el tiempo. Mi fuerza laboral había empezado a emanciparse de sus objetivos materiales: trabajaba cada vez por menos. Porque hubo siempre quien me llenara el frigorífico, me convertí con treinta y cinco años en trabajadora De tanto propagarse, lo torcido acabó por alcanzar mis versos, que hurgaban roedores en la basura. Hasta que perdí a mis patrocinadores íntimos. Incluso mi devoción por el trabajo. Aunque no este empuje bruto que me *** El lector codicia esa ráfaga. |


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