Hoy, después de tantos años, con Pepe de director del colegio, solo puedo tener palabras de agradecimiento y admiración ante un trabajo que no por cotidiano deja de rozar la heroicidad."

2023-07-02


La alegría más grande que puede tener un padre es ver crecer a sus hijas e hijos sanos y fuertes. Que van avanzando por la vida sin más dificultades que las lógicas por enfrentarse a cosas nuevas y sabiendo en cada momento que van preparados para ello.

Ese crecimiento, inexorable y concienzudo, deja momentos que sin ser tristes si podríamos llamar melancólicos. Una retahíla de instantes que, al recordarlos, asentirás levemente con la cabeza y notarás que una lágrima pugna por no caerse de tus ojos.

Cuando aprendió a andar, o a nadar o montar en bici. La primera vez que leyó algo. Cuando te argumentó para rebelarse contra algo que consideraba injusto. Y otros que cada cual puede individualizar y recordar con nostalgia.

Hace apenas unos días, he enfrentado uno de esos momentos. Para los que, por cierto, ni estamos preparados ni comprendemos su auténtica magnitud hasta cierto tiempo después.

Se trata del último día de colegio de mi hija. El último, de verdad, no el último de este curso. El último del último curso y, por lo tanto, toca pasar al instituto.

¿¡Ya, pero si es solo una niña!? Pues sí.

Al ser mi hija pequeña, ha sido el último día de nuestra relación formal con el colegio. Formal porque no creo que sea tan fácil desligarse de él, al menos para quienes hemos tenido en profesorado y AMPA a una segunda familia todos estos años.

Ante esto, no puedo menos que dedicar algo de mi tiempo y esta columna que amablemente se me brinda, para expresar mi agradecimiento y reconocimiento a la comunidad educativa del colegio Navas de Tolosa, de Jaén, y hacerlos extensivos a la de todos los colegios públicos de España.

Han pasado ya 12 años de aquel primer día de curso en el que, por error de padres novatos, fuimos al cole sin darnos cuenta de que los más pequeños entraban al día siguiente. La cara de decepción de mi hijo, al ver que todos entraban y él se quedaba fuera, fue advertida por un profesor que se acercó, se presentó, “José Vidal, pero llamadme, Pepe”, dijo, y que, dirigiéndose en todo momento a mi hijo, le mostró la que iba a ser su clase a partir del día siguiente y en la que, por casualidad, él iba a ser su profesor.

Hoy, después de tantos años, con Pepe de director del colegio, solo puedo tener palabras de agradecimiento y admiración ante un trabajo que no por cotidiano deja de rozar la heroicidad. Desempeñando la que quizá sea la labor más importante que se pueda hacer, formar a las nuevas generaciones, no he podido encontrar más entrega y dedicación en ningún trabajador de los que haya podido conocer.

La enseñanza pública es la garantía de un futuro democrático y de libertad. Entender que la sociedad se construye desde abajo, desde cada día y desde cada gesto, es el primer paso para comprender la importancia de aprender a convivir. Y eso se hace desde el colegio.

Asimilar e interiorizar que todas las personas somos iguales y que nadie puede tener más derechos que otro por ningún motivo, es la primera piedra sobre la que edificar un sistema de libertades que reconozca y defienda todos los derechos por igual. Y eso se hace desde la enseñanza pública.

Vemos a diario campañas contra la libertad en las escuelas, disfrazadas de acusaciones de manipulación e ideología, que en realidad solo intentan perpetuar situaciones de discriminación y abuso. Y, frente a eso, vemos también cada día como el profesorado de la enseñanza pública lucha, contra viento y marea y, a veces, contra la propia administración que los debería proteger, para que la libertad y la igualdad sean una constante en la educación. Porque las niñas y niños no discriminan ni tienden a aislar a nadie, ellos solo ven a otras personas iguales a ellos con las que jugar y compartir vivencias. Lo que tardamos en perder ese carácter es lo que tardamos, a veces, en convertirnos en peores personas para la sociedad.

Enfrentarse a ello desde clases con demasiados niños, lo que impide un trato más individual y cercano, y desde la negativa constante ante iniciativas innovadoras que pretenden acercar la enseñanza a métodos que incluyan la interrelación con el entorno, debe ser, cuanto menos, frustrante. Y, a pesar de todo, siguen con la misma iniciativa, alegría, y fuerza para dar lo mejor de cada uno, sintiendo por cada peque que pasa por sus clases un cariño especial. Tanto como la devoción que cada uno de ellos sentirá por la/el profe, a quien correrá a abrazar cada vez que lo vea, en el acto más puro de reconocimiento que puede haber. Un abrazo sincero y desinteresado que, acompañado de un ¡Hola, profe!, vuelca toda la alegría del instante, aunque haga apenas doce horas desde la última vez que se han visto.

Participar de todo ello y colaborar en defender la enseñanza pública, en luchar por la bajada de ratios y el aumento de medios es todo uno. En esas he estado y estaré siempre.

Y, si es fundamental defender la enseñanza pública y al profesorado y al personal que la sustenta, del mismo modo lo es apoyar la tarea que llevan a cabo las AMPAS de todos los colegios públicos. Pequeños reductos de participación donde es fácil encontrar a madres y padres que sacan tiempo y recursos de donde no los hay para poner en marcha iniciativas divertidas, interesantes e innovadoras para que toda la comunidad educativa estreche lazos. Así, en mi caso, el bienestar en el colegio ha dependido tanto de los profesores como de Chari, Diego, Jesús, Domi, … y tantas personas que han sacrificado sus tardes, y más de una mañana, para que pudieran salir adelante las actividades programadas.

Sería absurdo hacer ahora un alarde de memoria e intentar nombrar a todas las personas que han formado parte como profesorado de la vida de mis hijos, pero este artículo no puede acabar sin nombrar al ya citado Pepe, a Isabel, a Ana, a Lola, a Paco, a Jessica, … y que sean representación de todos los demás y transmitan el reconocimiento y el agradecimiento de toda la familia, porque también, con la formación de los hijos, se ayuda a la construcción de la familia.


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