Hace años, cuando éramos más jóvenes, vivíamos en un mundo donde se salía por ahí, como ahora, se quedaba para ir al cine, como ahora, se comentaban hechos graciosos o llamativos, como…

2023-05-07


Hace años, cuando éramos más jóvenes, vivíamos en un mundo donde se salía por ahí, como ahora, se quedaba para ir al cine, como ahora, se comentaban hechos graciosos o llamativos, como ahora, se cotilleaba sobre quién te gustaba y quien no o quien gustaba a quien, y si te parecía que hacían buena o mala pareja, como ahora.

Todo igual que ahora. Solo que con una diferencia. Ahora se ha colado un elemento que se ha vuelto el único imprescindible. El teléfono móvil.

Ahora, en todo lo que hacemos, está presente el móvil. Ya sea para informarnos, o desinformarnos, que también, para ver vídeos, ya sean de cine o de cualquier tema que nos interese, para oír música, para hablar sobre lo divino y lo humano con nuestros amigos, etc.

Vamos, que si antes a la persona a la que acudíamos en primer lugar y sin cuya presencia creíamos que no era posible hacer muchas de las cosas que hacíamos, era a la que llamábamos nuestro mejor amigo, ahora resulta que quien únicamente disfruta de ese carácter de imprescindible es nuestro móvil.

Luego es él, el móvil, el que ha pasado a ocupar el puesto de mejor amigo.

Un artilugio que se ha convertido en un enorme, a la vez que chiquito, centro de ocio con la particularidad de que lo podemos llevar a todos sitios. Ah, y además abre las 24 horas del día.

Para mí no hay tanta diferencia entre el modo de actuar de la actualidad y el que había hace años. Solo que antes quedabas, salías, ibas al cine, al fútbol, a hacer deporte, leías prensa, te informabas de cómo había que hacer cualquier cosa, cada cosa en su momento… y ahora todo eso lo haces con el móvil, todo a la vez.

Nuestros hábitos han cambiado, pero no tanto. Antes madrugabas si querías ver una carrera de motos en la tele o la ceremonia de entrega de los Óscar, por ejemplo, y ahora no hace falta porque la puedes ver a cualquier hora en alguna plataforma o en internet. Ahora madrugas para engancharte a YouTube o a otra red social para ver qué tonterías se la han ocurrido a la gente en el rato que tú has estado durmiendo.

Creo que la diferencia fundamental, y el peligro si se me permite el alarmismo, es que ahora no hay tiempo establecido. Puedes hacer cualquier cosa en cualquier momento. De hecho, puedes ver un vídeo mientras paseas con tus amigos. Que por cierto irán viendo otro vídeo en sus móviles.

Es habitual ver grupos de personas sentadas en una terraza de un bar, por ejemplo, mirando cada una su móvil sin prestar atención a los demás. Con quienes han quedado y con los que se supone que les apetece estar.

El tema, tal y como yo lo veo, es que no sabemos no mirar al móvil. He hecho rutas de senderismo y al llegar a un punto especialmente bello e inspirador me he encontrado a alguien mirando un vídeo de YouTube. A lo mejor que hablaba sobre paisajes y demás.

También vemos imágenes de gente que se preocupa de grabar un concierto en su móvil, después de haber hecho horas de cola y de haberse gastado una pasta en la entrada, lo que le hace perderse el concierto para luego, en la mayoría de los casos, no volver a ver el vídeo nunca más.

Todo esto en realidad a lo que me lleva es al convencimiento de qué igual que cuando una persona encontraba a un mejor amigo que era celoso de esa relación y que no dejaba que te relacionaras con otros amigos, tratando por todos los medios de acaparar tu atención, así actúa el móvil. Te esclaviza porque te hace creer que sin él no lo vas a pasar bien o no te vas a enterar de lo que pasa o, simplemente, no vas a ser igual de “top” si es que se dice así. (que no lo he encontrado en el móvil)

Y esto, qué nos enseña. Pues que en el mundo en el que vivimos, cuando estamos más conectados que nunca y nuestras posibilidades de acceso a información y contenidos son mayores que nunca, y cuando podríamos estar compartiendo todo ello con las personas que más nos interesan, las que tenemos más cerca y que cuidan de nosotros tanto como nosotros deberíamos cuidar de ellas, cuando todo eso pasa haciendo que el mundo sea un lugar más pequeño y abierto a las maravillas del conocimiento y las relaciones humanas, es cuando estamos más solos que nunca.

Nuestra conexión no es con los demás. Ni con nuestros contactos. Es con el móvil. Es él y los distintos algoritmos de las páginas webs, del tipo que sean, las que deciden qué ves, cómo lo ves y, a veces, hasta con quién lo ves.

Vivimos aislados, rodeados de seres aislados, en el mayor contexto de interconexión que hubiéramos podido imaginar.

Por eso no se trata de echarle la culpa al móvil. Para mí es un buen invento, con unas características que le hacen uno de los avances más importantes de la historia. La culpa la tenemos nosotras mismas, las personas que no sabemos, podemos, retirar nuestros ojos de las pantallas. Que preferimos lo que nos cuenta alguien a miles de kilómetros sobre cualquier tema que, en realidad, no nos interesa tanto, que lo que nos tiene que contar nuestro amigo, vecino, familiar, que le afecta y para lo que necesita nuestro apoyo, aunque solo sea mediante dedicarle un rato a escucharlo.

Los adelantos tecnológicos, como tantas otras cosas, no son ni buenos ni malos, sino que dependen totalmente del uso que hacemos de ellos. Es cuando alguien decide convertir ese uso en el modelo de su negocio y que ello le tiene que hacer ganar miles de millones cuando empiezan los problemas. Es al convertir el ocio, la información, los hobbies, los contactos con otras personas a las que no conocemos o saber cómo viven en su inventado mundo de fantasía, en una necesidad cuando empezamos a perder el control.

Se trata de una adicción como otra cualquiera que te domina y que te impide interactuar con lo que te rodea. Pero con una diferencia, que esta adicción se puede apagar. Aunque, eso sí, como todas las demás, necesitamos ayuda para superarla.


Para dar tú opinión tienes que estar registrado.

Comments powered by CComment