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El orden de las opciones de desplazamiento será: peatonales, en medios de desplazamiento no contaminantes, como bicicletas o monopatines eléctricos, en transporte público y, por último y solo al final, en vehículos particulares.

2023-01-29


Cuando hablamos de movilidad tendemos siempre a pensar en nuestro coche y cómo y dónde aparcarlo.

Quizá sea resultado de la forma en la que habitualmente estamos acostumbrados a movernos, fruto de unas sociedades y estructuras urbanas que, por suerte, están empezando a cambiar.

La realidad de ciudades cada vez más atascadas, con peores opciones de desplazamientos individuales, y la evidente problemática que plantea el cambio climático, así como los problemas de polución, han hecho que en muchos sitios hablar de movilidad sea casi el primer escalón de cualquier debate de ciudad.

Por otro lado, organizar la movilidad no puede ser un tema independiente, sino íntimamente ligado al modelo de ciudad que queremos. Un modelo que nos va a repercutir en nuestro día a día, en nuestra forma de vivir y hasta en nuestra salud.

La movilidad se debe enfocar siempre poniendo la visión en las personas, y dentro de ellas a aquellas con movilidad reducida, diversidad funcional, edad (personas mayores o infancia), y luego al resto de la ciudadanía.

Por lo tanto, no vale diseñar la ciudad pensando en los coches o dónde aparcarlos.

El orden de las opciones de desplazamiento será: peatonales, en medios de desplazamiento no contaminantes, como bicicletas o monopatines eléctricos, en transporte público y, por último y solo al final, en vehículos particulares.

Ahora debemos reconocer que las ciudades, y Jaén es buena prueba de ello, no están pensadas así. Las calles y los barrios se clasifican como bien o mal comunicados según que se pueda ir en coche y aparcar donde queramos.

Por lo tanto, cambiar la forma de movernos implica, necesariamente, cambiar el modelo de ciudad que queremos. Algo que no se puede hacer en un rato, pero que tampoco se puede dilatar eternamente si queremos ver resultados en algún momento. Porque aquí, como en tantas otras cosas, tomar medidas aisladas y en base a ocurrencias personales suele tener el efecto contrario al que se va buscando: no solo no ayuda a resolver el problema, sino que lo empeora.

Esto significa también que no podemos simplemente cerrar calles y cortar el tráfico sin antes haber implementado las medidas necesarias para que podamos cambiar la forma en que nos movemos. No, repito, no al revés.

Vivimos en una ciudad pequeña, con una alta concentración de los principales focos de atracción de personas. Por ello no debería ser difícil establecer prioridades de itinerarios a resolver.

Además de darle una vuelta a cómo nos movemos, debemos también pensar en lo irracional de algunas pautas que hemos llegado a normalizar. Ya no solo al hecho de tener que hacer colas eternas para poder entrar a un parking, después de haber dado varias vueltas sin encontrar aparcamiento, con lo que eso conlleva de estrés y contaminación, sino también a la estupidez, permítaseme el término, de ver hileras de autobuses urbanos, uno detrás de otro, subiendo por el Paseo de la Estación, en una prueba de duplicidad de itinerarios.

¿No sería mejor hacer una red de itinerarios complementarios, mucho más cortos y rápidos, basados en un sistema que permita el trasbordo, y que cubra toda la ciudad sin necesidad de que enormes vehículos pasen continuamente por nuestras calles en interminables periplos?

Por cierto, que a esos itinerarios habría que unir algo de racionalidad a la hora de establecer los horarios. No tiene sentido, por ejemplo, que los autobuses de la Universidad estén en su parada justo a la hora en que hay cambios de clase, porque el alumnado que tiene que tomarlos debe abandonar la clase diez minutos antes si no quiere quedarse en tierra. Igual para la línea que vaya a los polígonos industriales de la ciudad.

Aquí ya deberíamos hablar de la necesidad de promocionar el uso del transporte público por parte de empresas y centros educativos, pero eso es otra parte del mismo tema que requiere compromiso y coordinación entre administraciones, algo que suele brillar por su ausencia.

Tengo que reconocer que no lo he hecho, porque temo el resultado que puede ser cercano a sentir vergüenza, pero si ponemos en Google movilidad y Jaén posiblemente aparezca una imagen de las vías del tranvía. O, mejor dicho, del enorme y carísimo aparcamiento en superficie que tenemos en Jaén.

Es difícil aquí no entrar en el debate sobre el tranvía, pero yo planteo que, si bien fue carísimo, de dudoso sentido práctico, de enorme coste para el comercio de las calles afectadas, algunas de las cuales aún no se han resarcido, de vuelco radical y definitivo a la cara de la ciudad…. el caso es que ya está hecho. ¿Y ahora qué? Pues ahora hay que ponerlo en marcha y utilizarlo para ese cambio de modelo que se hace necesario.

Los trasbordos deben ser intermodales, es decir, también entre distintos medios de transporte público. Y esto se puede conseguir además implementando un sistema de tarjetas de transporte, como hay en muchas ciudades. Que no estoy inventando nada y lo sé.

Esto daría sentido al tranvía y abarataría el coste de los billetes.

Es posible que, si a todo ello añadiéramos una buena red de conexiones con los pueblos circundantes, basada en servicios de autobús con buenos precios y horarios pensados para la mayoría de los servicios que las personas de esos pueblos vienen buscando, disminuyéramos considerablemente en número de vehículos particulares circulando por nuestras calles.

No hablo de una red de cercanías o de recuperar un sentido vertebrador que nunca debió perder el ferrocarril, y que alguien se dejó metido en un cajón el mismo día en que se decidió que la apuesta de los ferrocarriles españoles iba a ser el AVE, un tren que ni llega ni se le espera, ni une ni vertebra y que nos cuesta un ojo de la cara, malgastando los fondos que deberían usarse en el ferrocarril convencional, el medio de transporte de personas y mercancías más eficiente para luchar contra el cambio climático, ahora que todos nos hemos vuelto un poco más verdes.

Aunque a algunos les sale la pintura marrón a poco que les rasques.


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