Haciendo un pequeño juego de palabras, no olvidemos que el club del olvido tiene las puertas abiertas para todos.
2023-01-29
Después de 21 años, aún quedan restos de más de mil víctimas sin identificar y otras muchas personas enfermas o muertas de cáncer. A poco de cumplirse 19 años, los damnificados se sienten engañados por el Gobierno e ignorados por su presidente. Cumplidos 14 años, las víctimas siguen teniendo un “sentimiento de tristeza profunda, de orfandad y con la sensación de que no ha habido justicia y se ha cerrado el debate respecto a lo ocurrido”. Tras 9 años, familiares y afectados vuelven a exigir “luz, verdad y justicia” y afean que públicamente se trate de echar la culpa al último eslabón de la cadena. Más de un año después, un alto número de damnificados siguen sin alternativa habitacional y, los que no se han marchado, viven de la ayuda de las organizaciones no gubernamentales. A punto de cumplirse un año, las familias viven en una zona devastada, muchos niños y niñas siguen siendo asesinados o están sometidos a profundos traumas, las familias han sido separadas y sus vidas destrozadas.
Estos datos corresponden al dolor persistente después de los atentados a las Torres Gemelas y del 11M de Madrid; a la aflicción tras los accidentes del Vuelo de Spanair y del tren Alvia en Santiago; a la situación en La Palma tras la erupción volcánica; y a la guerra, que aún continúa, en Ucrania. Y ello por citar solo una parte del goteo incesante de tragedias que cada cierto tiempo nos impactan.
¿Quién se acuerda de todos ellos? ¿Dónde quedan una vez que las cámaras se apagan o los medios escritos ocupan el espacio que les dedicaban a temas de mayor actualidad? Porque, los que no han muerto, siguen viviendo, o mejor dicho malviviendo en una pesadilla de la que no logran despertar y, que por duro que parezca, es susceptible de provocar un sufrimiento aún mayor que la propia catástrofe. Suplican una y otra vez que no se les olvide; sin embargo, los mismos que en los primeros momentos aseguraban no dejarlos de la mano, terminan afectados por una pérdida de memoria que los precipita al pozo sin fondo del olvido.
Desde el punto de vista humano es comprensible, pues la vida regala a cada cual su pequeña-gran tragedia, un peso difícil de soportar. Aunque, mirándolo desde otra perspectiva, tampoco deja de ser humano recordar y asistir a quienes pasan por trances tan dolorosos que esa cruz, con la que antes del desastre cargaban, se les antoja casi como un regalo del cielo.
Haciendo un pequeño juego de palabras, no olvidemos que el club del olvido tiene las puertas abiertas para todos.
Para dar tú opinión tienes que estar registrado.