2022-12-18
Nos encontramos en medio de un temporal de lluvia (¡por fin!), viento huracanado (ya podía ser menos) y nieve (en algunos sitios) que nos recuerda que la Navidad está cerca. Y no solo la meteorología nos lo hace presente. También la iluminación que inunda de color y alegría las ciudades; Belenes y Árboles de Navidad decorando las casas; calles abarrotadas de gente que desafían a la borrasca; centros comerciales repletos de personas ávidas de no dejar al azar ninguna compra navideña: alimentación, regalos, adornos, ropa, y… hasta objetos inútiles que acabarán viviendo en algún trastero. El caso es consumir.
Y, junto a todo esto, las tradicionales campañas solidarias de recogida de alimentos, juguetes, dinero o cualquier recurso que pueda endulzar, en lo posible, la vida de las personas sin hogar o, sin llegar a esos extremos, de aquellas cuya economía no les permite una existencia digna. La vida no hace un reparto equitativo de los bienes, estableciendo serias e injustas diferencias entre unas personas y otras. No debería existir nadie que careciera de un trozo de pan para alimentarse, de un juguete para sus hijos, de medios para protegerse del frío del invierno o para combatir el calor veraniego, y tantas otras cosas que hace que no todos seamos iguales. Mientras unos derrochan, otros viven entre cartones.
Es cierto que la solución a este problema no le corresponde al ciudadano de a pie, ni tampoco la tiene en su mano. Son los dirigentes, políticos, gobiernos, e instituciones internacionales las que deberían hacerse cargo de la situación. Pero, tristemente, estos se encargan de despilfarrar, robar en muchas ocasiones, el dinero que tanto se necesita en otras partes. Las ONGs no dan abasto. El mundo está lleno de injusticia y misera. Ante esto, y aunque no sea competencia nuestra, no estaría de más un poco de empatía de quien tiene todo o casi todo hacia quien no tiene nada. Eses seres, tan humanos como cualquier otro, solo saben y conocen de carencias, y cualquier ayuda venga de donde venga, puede suponer un consuelo. Con imaginar durante unos minutos que nos encontráramos en esa situación, podríamos entender que toda aportación, por pequeña que sea, puede suponer un gran alivio. Utilizando una frase tópica y típica “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”: con un café, una cerveza, algo insignificante que cada persona se quitara al día, se podría suavizar el sufrimiento de tantos seres que no lo merecen. Y conseguir que todo el año fuera Navidad.
Para dar tú opinión tienes que estar registrado.