2022-01-01

Por Ángel M. Ibáñez Ruiz (Secretario de PASSO)


Hace 8 años que por estas fechas murió Antonio Liébanas Perabán y es sobradamente merecido tener un recuerdo a su persona. Tuve la oportunidad de conocerlo hace casi cuarenta años y de colaborar con él en la asociación de vecinos entre 2010 y 2014, ya en su última etapa. Antonio es un histórico del movimiento vecinal, un hombre muy

firme a la hora de defender las reivindicaciones del barrio en momentos en que había que arrimar el hombro por conseguir las dotaciones y servicios esenciales de las que carecía entonces el Polígono del Valle. A veces tajante, pero conciliador y dialogante al mismo tiempo, que es como hay que ser cuando se está convencido de algo si admitimos que puede haber una parte de razón que la tengan otros. En lo personal siempre fue respetuoso y los últimos años la relación se hizo muy afectiva.

Para mí Antonio Liébanas Perabán representa el liderazgo que necesitaba la Asociación en una época en que había que luchar y aglutinar a los vecinos en torno a los problemas y necesidades que había. Ese fue su papel inicial e indispensable. Hablar de Antonio es hablar de la Asociación de Vecinos PASSO de la que tantas veces nos hemos referido siempre a la cabeza de las justas demandas del barrio. Tenía la capacidad natural de dirigir, que no es la de mandar, dando seguridad y confianza a los que le acompañábamos cuando había que subir al ayuntamiento, coger unos bafles para anunciar un acto u organizar una protesta. Antonio era alguien que tenía fe en la necesidad de un movimiento vecinal, genuino, fuerte, serio y reivindicativo y, por tanto, en la capacidad y la fuerza de los vecinos. Por eso no cabía en preguntarse si merecía la pena tantos sinsabores, aguantar la crítica injusta o la falta de respuesta. Tenía ese don porque era auténtico, se lo creía, no había apariencia ni falsedad en ese aspecto, como por desgracia tanto de esto nos sobra hoy en día.

En honor a la verdad tengo que decir que Antonio no fue el único, ni mucho menos, pero me ha tocado hablar de él y me atengo a eso, lo que no impide que su homenaje lo haga extensible a tantas personas luchadoras, algunas anónimas y otras más conocidas, que dieron carácter a nuestro barrio, que con el transcurrir de los años hicieron posible que el Polígono del Valle fuera un barrio emblemático de la ciudad, no por ser mejor ni peor que otros, sino porque aquí se dieron importantes reivindicaciones que contribuyeron a mejorar la vida de la gente.

Para terminar, tengo que decir que lo que he aprendido de Antonio es a poner por encima lo que nos une de lo que nos separa, a apartar las diferencias, que no fueron pocas y bastante serias en cierta ocasión, poniendo por delante lo verdaderamente importante y necesario que es la salud y el bienestar de los vecinos y la dignidad de nuestro barrio. No en vano hacía mucha referencia a los estatutos que hablan de los fines de la Asociación, no salirnos de ahí, ser rigurosos en eso y si cumplimos estaremos haciendo lo correcto. Para mí esa enseñanza es casi un legado.


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