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FLORI TAPIA "nada de lo que en él encontrara le daba derecho a utilizarlo, |
2025-11-02
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Memoria interna

Hace un par de meses mi hijo guardó su móvil en la guantera del coche, con la mala suerte de que al cerrarla no solo se le rompió la pantalla, sino que del impacto con la tapa quedó inutilizable. Dos meses tenía el telefonito. Y como quiera que asumió que debía ahorrar para poder comprarse uno nuevo, mientras tanto, me pidió prestado otro que tenía en casa.
Ya lo doy por perdido. Aunque debo reconocer que pequé de ingenua y no creí que fuera a tenerlo mucho tiempo, por lo que ni siquiera revisé la galería ni los datos almacenados. Solo le dije que no me borrara nada.
Como habría hecho cualquiera, debió estar mirando todo lo que había en el terminal, que sin ser nada de otro jueves, es algo que solo a mí me pertenece, por mucho que nuestra relación esté basada en la confianza propia entre madre e hijo.
El caso es que me preguntó hace unas semanas si podía llamar a Manu, que quería hablar con él. ¿Manu?, ¿tienes tú su teléfono? Le pegunté extrañada. Y me dice mi hijo, “mamá, tengo el teléfono de Manu y todos los números que tenías guardados en el móvil que me dejaste”. Manu es el baterista de una banda de rock, y le dio clases cuando era más pequeño. Tuve con mi hijo una conversación en la que le expliqué que una cosa es que hubiera estado cotilleando todo lo que había en ese móvil y otra muy distinta que hiciera uso de cualquier número o fotografía, y no acabó de entender que me pusiera un poco seria, aunque aceptó que el trato de que siguiera utilizando ese teléfono pasaba porque nada de lo que en él encontrara le daba derecho a utilizarlo, compartirlo y ni siquiera comentarlo con nadie que no fuera yo.
Quedó la cosa en que no borrara nada hasta que yo pudiera hacer una copia y que se hiciera a la idea de que nada de lo que viera existía más que para mí. “Pues mamá, el otro día estuve a punto de mandarle un WhatsApp a Jorge Javier, para preguntarle qué se ha hecho en la cara, porque me ha salido un video en tiktok y está rarísimo”.
Así que recuerde, en ese teléfono, entre otros muchos contactos, hay cantantes, músicos, un diputado, una presentadora, un futbolista, periodistas, actrices, escritores… y me inquietó pensar que desde la inocencia de saber que son amigos de su madre, se le ocurriera mandar algún mensaje a cualquier de ellos. Porque no es algo que a él le corresponda.
Pero no quedó ahí la cosa. Me dice hace unos días, que por qué tengo Facebook, que eso es de gente mayor. Y sin reconocer que soy mayor, ni cuestionar a cuento de qué venía la pregunta, zanjé el asunto con un “porque me da la gana, hijo, ¿es que también te molesta?”, y me salta el tío, “pues sí mamá, me molesta, todos los días venga mensajes, pero lo de hoy no es normal, tienes más de doscientos” … Y así es como supe que además de mis fotos, mis contactos y mi correo, tenía abierta la cuenta de Facebook también en ese teléfono y le estaban llegando a él todas las notificaciones. Fue el día de mi cumpleaños. Y mi auto regalo - qué lástima- fue cerrarle el chiringuito.


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