FLORI TAPIA 

"Cuando el móvil se convierte en una extensión de tu cuerpo,...

2025-04-20

Mi caja negra

Cada vez que el universo se pone a bravas conmigo, le temo más que a un nublao, y es que de normal tiene por costumbre susurrarme, me va dando pistas a las que a veces no presto demasiada atención, inmersa en el ruido de lo cotidiano, pero cuando esto sucede, se mosquea y se pasa de flamenco.

¿Que necesitas trabajar el desapego? pues te vas a enterar, y de repente y de la manera más impensable, te borra todos los datos, mensajes, conversaciones, audios, escritos, contactos, archivos, y fotografías del móvil. Ya me lo venía advirtiendo, pero mi “amiga” procrastinación, siempre queriendo dejar las cosas para mañana, me iba quitando la idea, Y así, resumiendo un poco, es como me he quedado huérfana, en términos digitales, hace unos días.

Ahora me río, pero solo a quien le ha pasado podrá entender el calibre de la putada, porque no somos conscientes de hasta qué punto somos digitales hasta que te ves en algo así.

Cuando el móvil se convierte en una extensión de tu cuerpo, perder todo lo que él contiene es sentirse amputado con todas las letras y con todas las consecuencias. No estamos hablando de una heridita que cicatriza: una amputación es radical e irreversible.

Hay empresas que ponen precio al dolor que produce esa sensación de vacío: quinientos euros más IVA, sin contar la reparación del aparato, sólo por enviarte por WeTransfer una copia de los datos que han podido recuperarse. Ese es el presupuesto que me ha mandado una de las empresas a las que he preguntado, la otra directamente me ha enviado un mensaje preguntándome cuando pueden pasar a recoger el terminal, que como su propio nombre indica, está en fase terminal también. A ver, me tranquiliza saber que en algún momento alguien podría desvelar el contenido de mi propia caja negra, por llamar de algún modo a ese almacén digital que vamos llenando con el uso diario, pero no me hace ni puta gracia pagar los más de seiscientos pavos que conlleva la operación retorno, incluyendo el IVA.

Y como quiera que el universo me ha dejado muy claro que debo desapegarme del pasado, a otra cosa mariposa. Eso es, mariposa, crecimiento, transformación.

Tampoco es que convenga mucho mirar al futuro, pero he de reconocer, que no es tan fácil vivir en el presente. Es de primero de mindfulness, es más, de primero de supervivencia diría yo, pero nos pasamos más tiempo mirando hacia atrás y hacia delante de lo que lo hacemos mirando alrededor, y eso tiene sus consecuencias. En psicología, las incursiones al pasado tienen mucha relación con trastornos como la depresión, y, al contrario, hacerlo hacia el futuro, con la ansiedad, por cuanto de incertidumbre produce aquello que no hemos vivido y que se convierte en pasto de los pensamientos catastróficos que merman nuestra calidad de vida. Pero no basta con que nos lo diga la ciencia y parece que hemos de vivir dichas experiencias para entenderlo de una manera más empírica.

De ese empirismo de vivir en nuestras propias carnes esas experiencias, nace la empatía, la capacidad de identificarnos con alguien y compartir sus sentimientos, pero esto requiere de atención y de intención, y no vivimos una época en la que destaquemos precisamente por eso, más que nada porque invertimos el tiempo en otras cosas.

Ese es el punto. Prestamos más atención a las cosas que a las personas. Y en una de esas estaba cuando escroleando en Instagram me he visto las últimas publicaciones de @auntie_mariagalan, cuenta que sigo desde sus inicios.  Para quienes no la sigáis os cuento: es una mujer muy joven que desde hace cuatro años se dedica en cuerpo y alma al cuidado de niños y niñas de Uganda, la mayoría de ellos con alguna enfermedad, continuando un proyecto de otras dos mujeres -su madre y una amiga-  de escolarizar, atender y acompañar en su crecimiento y desarrollo a chicos y chicas que en algunos casos fueron abandonados por sus propias familias. Mediante donaciones y otros recursos, como la venta de artículos solidarios para bodas y otros eventos, han conseguido construir varias escuelas, clínicas y casas de acogida. A menudo le preguntan si no se ha planteado tener hijos o cuándo va a volver a España, y las respuestas son tajantes: “he encontrado aquí mi lugar y me siento y considero madre de más de treinta hijos, por lo que no es algo que me plantee, además no tengo tiempo para dedicarme a nada que no sean ellos, esta es mi vida”.

Volviendo al tema de mi móvil, podría parecer populista y demagógica si dijera que prefiero invertir lo seiscientos euros en el futuro de estos niños que, en recuperar parte de mi pasado, pero ahora mismo es lo que siento, y yo soy muy de sentir.

Hace catorce años, un domingo de Resurrección, nació mi hijo. Con ese mensaje cargado de simbolismo, el universo se pasó el juego conmigo. Cada día estoy más convencida de que todo pasa por algo, y que lo que sucede, conviene. Aquí el que no se conforma, es porque no quiere.


 

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