FLORI TAPIA 

"Me va a costar un mundo hablar de Franco sin faltar el respeto que él nunca tuvo

2025-11-20

Paquito el chocolatero

No sé si lo recuerdo porque lo vi en ese momento o por la de veces que han televisado esa escena grandiosa anunciando la muerte de Franco, cuando ya estaba más frito que un chicharrón, pero hay algo en esa secuencia en la que Arias Navarro informa de la buena nueva, que me recuerda a esa otra en la que Juan Carlos pide perdón por la cacería de Botsuana: ese gesto de aflicción un poquito artificial, un poquito preparada, tú me entiendes, Mari. Es mucho más repugnante la figura de un dictador que la de un rey, aunque ambos estén cortados por el patrón de la gracia de un dios que no tiene gracia, dios inventado al antojo del poder y la tiranía.
Me va a costar un mundo hablar de Franco sin faltar el respeto que él nunca tuvo más que por sus afines. Con casi doscientas mil muertes a sus espaldas y cerca de cuatrocientos mil exiliados que huyeron del régimen, no estamos hablando de un Mazón de tres al cuarto, ni de las 7291 de Ayuso, que también tienen lo suyo.  Lo que no se entiende, es que el testigo de su dictadura siga en manos de unos pocos, en tiempos de democracia.
Se les llenan la boca de pantanos a esos desgraciados que por llevar la pulserita se creen más españoles que la tortilla de patatas, en esa perversión sin límites de sustentar la unidad de España en tres pilares tan casposos como endebles: la iglesia, las corridas de toros y la guardia civil. Se hizo viral un video de Almeida en el que, con esa cara de gilipollas con la que el dios de los fachas dota a los ignorantes, decía “porque seremos fascistas, pero sabemos gobernar”, como si su propia estulticia le impidiera entender que dictadura y gobierno son incompatibles.
Pero siguen erre que erre: Abascal, Alvise, o Vito Quiles, ese niñato que no tiene otra cosa mejor que hacer que presentarse donde no le llaman, o donde ya le han dicho que ahí no, con sus colegas fachirulos y otros que le guardan la espalda, ataviados con camisetas de la esvástica nazi, entre los que parece que se encuentra también algún narco, lo mejorcito de cada casa, vaya. Es lo que tiene ir a las universidades de visita o quedarse a las puertas de leer un poquito, lo suficiente para entender que el fascismo es caca. Y el franquismo, también. Cualquier dictadura.
Querer perpetuar la figura del dictador enarbolando la bandera del águila y creer que eso les hace más patriotas es síntoma de no haber leído la letra pequeña de lo que supuso la dictadura, para esta manada de infelices que sueñan con una España grande y libre, cuando lo cierto es que el franquismo es la vergüenza histórica de este país, la mancha imborrable del sometimiento, la escasez, la persecución de las libertades, de la cultura y de una larga lista de derechos humanos violados por ese ser despreciable que firmaba sentencias de muerte al tiempo que se embaulaba un chocolate con churros. Y se llenaba los bolsillos. 
Franco no ha muerto. Sigue coleando, como el rabo de una lagartija, en esos pollos sin cabeza, sin memoria y sin vergüenza.


 

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