JUAN CANO PEREIRA 

"Yo la imaginaba en un cielo frío, y Lorca me añadía, ensangrentado y ceniciento.

2025-11-02

La teta de Anabel

Escribir una canción, un relato, incluso un artículo, es una actividad que, para mí, siempre requirió de un recogimiento rayano en lo espiritual. Estaría hablando incluso de la misma intimidad y religiosa concentración con la que me entrego al sexo. Pero por hache o por be, hace ya casi diez años —casualmente el mismo tiempo que llevo dedicado de lleno a escribir— que gozar de esa soledad facilitadora del éxtasis creativo es un lujo que me es otorgado en muy contadas ocasiones.  De ahí que casi no pueda creerme estar escribiendo este artículo amenizado por un silencio cuasi monacal, aunque, de vez en cuando, se vea ensuciado por la polución del arrastre de un motor lejano, acompañado por el suave percutir de mis dedos sobre el teclado del portátil.

Se trata en realidad de un privilegio que me ha sobrevenido por haberme tenido que someter esta misma semana a una intervención quirúrgica de esas no consideradas urgentes (un año ha pasado desde que fui a mi Centro de Salud con el problema, hasta que se me ha operado en la Seguridad Social madrileña) pero que me va a tener convaleciente aproximadamente durante un mes.

El jueves, durante las horas previas, antes de marchar para el hospital, y para quitarme los nervios, decidí tocar la guitarra. La cosa me dio para aprenderme —de nuevo por una casualidad causal de esas a las que os tengo acostumbrados, pues la canción en concreto me apareció en YouTube sin andar buscándola— «El más allá», un tema de mi siempre socorrido y ya traído en varias ocasiones a estos rebobinados, Jose Ignacio García Lapido, con el que (evidentemente, pues una anestesia general siempre infunde respeto) estaba mentando a la bicha.

Unas horas más tarde de la exitosa intervención, y gracias a la controlada administración de analgésicos, ya me encontraba en casa, aún aturdido y algo dolorido, pero muy agradecido a los jóvenes y grandes profesionales sanitarios que forman parte de la Unidad de Cirugía Mayor Ambulatoria del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Y mientras tanto, ya acomodado en mi sofá, en la televisión, durante la sesión de control al gobierno andaluz en su parlamento, apareció la mamografía de «la teta de Anabel», donde las tres ninfas del cáncer que decía el poema de Lorca estaban bailando desde el 9 de agosto de 2023, desde hace dos años, y que el Servicio Andaluz de Salud revisó solo hace tres semanas. En la pantalla, se entreveían cinco pantallazos de una teta-luna que yo imaginaba en un cielo frío, y Lorca me añadía, ensangrentado y ceniciento. En otra imagen de esa misma teta de Anabel, pero tomada hace tres semanas, cuatro de estas habían desaparecido de la aplicación del SAS. En su lugar—como si de las caras de mi querida Bélmez de la Moraleda se tratara— había cuatro tomas diferentes, mientras que de la única repetida habían desaparecido los «hallazgos» de una posible «lesión» rodeados con un círculo azul. Fue entonces cuando, en lugar de la de Lapido, resonó la voz de Moreno Bonilla: «cuando tú quieras, yo te puedo desvelar lo que te espera en el más allá».


 

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