“Empieza el baile”, un tango de reencuentros con ese pasado al que nunca se puede volver. O quizá sí. Un tango, que

2023-07-30


“Empieza el baile” obtuvo el codiciado Premio del Público de la Sección Oficial del último Festival de cine de Málaga. Y no me extraña nada, porque es una historia que nos permite disfrutar de una lección magistral de cine y de un relato delicioso de personajes entrañables con el envoltorio de una película sencilla, pequeña, que se va haciendo grande en la pantalla. La directora de cine argentina Marina Seresesky nos traslada en furgoneta (un viejo cacharro hippie) desde Buenos Aires hasta Mendoza, un pueblecito al pie de la cordillera de los Andes, en la misma furgoneta con la que Carlos y Margarita, la pareja protagonista, viajaron por todo el país bailando tango y compartiendo su vida, hace ya más de treinta años. Estamos ante una road movie a ritmo de tango repleta de emociones y de recuerdos, de esos recuerdos de toda una vida que se mantienen agazapados, dispuestos a asaltarnos en cualquier momento. Es la búsqueda de respuestas, es la risa con un rictus de tristeza, es el drama y la comedia entrelazados, es el vacío de las personas que se van y de las que se quedan, es la ironía disfrazada de ternura, es el enfrentamiento a los recuerdos. Son los personajes que fueron y ya no son. Todo eso es “Empieza el baile”, como la vida misma. Cada uno de los gestos de los personajes, ¡esa mirada de Margarita (Mercedes Moran)!, nos va situando en el camino por el que discurre la historia. Ha pasado ya el otoño de la vida y surgen los miedos, los recuerdos, el inevitable deseo de aquel pasado que fue mucho mejor. Y surge la eterna pregunta sobre las segundas oportunidades, una pregunta que no encuentra respuesta y que nos produce, irremediablemente, un nudo en la garganta. Con toques de humor tirando a negro y la típica ironía argentina “Empieza el baile” nos reserva muchas sorpresas con giros de guion inesperados, si bien se mantiene la clásica estructura argumental de inicio, desarrollo y desenlace. Técnicamente, la película está realizada con el ritmo justo para que la historia no decaiga en ningún momento, hasta el punto de que cuando termina, nos queda la sensación de querer haber visto más. La fotografía es estupenda, mostrándonos sinuosas carreteras, deslumbrantes paisajes, cielos enormes, en definitiva, la luz y la inmensidad de ese maravilloso país que se llama Argentina. La cámara recoge unos primeros planos que captan las emociones que se esconden en las miradas de los personajes. Tres personajes que obtienen tres grandes interpretaciones. Darío Grandinetti y Mercedes Morán son Carlos y Margarita, la pareja de tango más famosa de su época (los magos del 2 por 4). Carlos vive en Madrid, aunque su corazón no se ha movido de Buenos Aires, en tanto que Margarita sigue en Argentina sumida en el olvido y la pobreza. Y su amigo inseparable Jorge Marrale, que obtuvo el premio al mejor actor secundario en el citado Festival de Málaga, es Pichuquito, el bandoneonista que los acompañaba en todas sus giras, viviendo todos sus éxitos, sus fracasos, sus peleas y reconciliaciones. Tres compañeros de viaje, cómplices de un mismo pasado, de una memoria compartida. Seresesky define a su tercera película como una historia de amor verdadero, de ese amor profundo que es capaz de vencer el paso del tiempo y que no conoce distancias ni fronteras. Afirma la cineasta argentina que el hilo conductor de esta conmovedora historia es su banda sonora, original de Nicolás Guerschberg interpretada por el grupo Escalandrum, liderado por Daniel Pipi Piazzolla. Precisamente los sonidos del bandoneón de Piazzolla en la canción “Adiós Nonino” la impulsaron a escribir el guion y están presentes a lo largo de la película en una moderna y desgarradora versión. “Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada” decía Gardel allá por el 1935. Eso es “Empieza el baile”, un tango de reencuentros con ese pasado al que nunca se puede volver. O quizá sí. Un tango, que nunca se fue del todo y que a mí me ha conquistado. Sólo hay que dejarse llevar.


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